2008-01-10 13:16:00

Al recibir a los administradores de la Región del Lacio, de la Provincia de Roma y del ayuntamiento de Roma, el Papa destaca la emergencia educativa y la pobreza que aumenta sobre todo en las grandes periferias urbanas


Jueves, 10 ene (RV).- El Santo Padre Benedicto XVI comenzó sus actividades públicas esta mañana a las 11,00, recibiendo en audiencia a los honorables Walter Veltroni, alcalde de Roma; Pietro Marrazzo, Presidente de la Región del Lacio y Enrico Gasbarra, Presidente de la Provincia de Roma. Y, posteriormente, en la Sala Clementina del palacio apostólico, el Papa recibió colectivamente a los administradores de la Región del Lacio, de la Provincia de Roma y del ayuntamiento de Roma.

En la alocución que les dirigió, Benedicto XVI manifestó, ante todo, su satisfacción por este encuentro al inicio del nuevo año, para el tradicional intercambio de felicitaciones. El Papa comunicó a todos sus sentimientos de viva gratitud por las gentiles palabras que le habían dirigido en nombre de las administraciones a la vez que saludó a los presidentes de estas respectivas asambleas conciliares que hoy se dieron cita en la Ciudad del Vaticano.

Se trata, explicó el Papa, de una cita anual que ofrece la oportunidad de reflexionar sobre algunas materias de interés común y de gran importancia y actualidad, que tocan de cerca la vida de las poblaciones de Roma y de la región del Lacio. “A ellas, y a cada persona y familia –dijo textualmente Benedicto XVI– dirijo por vuestro intermedio un pensamiento afectuoso, de ánimo y de atención pastoral, haciéndome intérprete de esos sentimientos y lazos que han unido a través de los siglos a los Sucesores del Apóstol Pedro con la ciudad de Roma, con su provincia y con toda la región del Lacio”.

“Cambian los tiempos y las situaciones –añadió el Papa– pero no se debilitan ni se atenúan el amor y la solicitud del Papa por todos los que viven en estas tierras, marcadas profundamente por la grande y viva herencia del cristianismo”. Y agregó que un criterio fundamental, sobre el que se puede estar fácilmente de acuerdo en el cumplimiento de sus diversos deberes es, precisamente, el de la centralidad de la persona humana. Porque, tal como dijo Benedicto XVI citando la constitución pastoral “Gaudium et Spes” sobre la Iglesia en el mundo actual del concilio Vaticano II: el hombre es “la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma” (n. 24). Y a su vez, añadió, mi amado predecesor, el Siervo de Dios Juan Pablo II, en su encíclica “Centesimus annus” escribía justamente que “el principal recurso del hombre es (…) el hombre mismo (n. 32)”.

Una consecuencia evidente de todo esto –explicó el Pontífice– es la importancia decisiva que tienen la educación y la formación de la persona, ante todo en la primera parte de la vida, pero también a lo largo de todo el arco de la existencia. Y si miramos la realidad de nuestra situación –prosiguió diciendo el Papa– no podemos negar que nos encontramos frente a una verdadera y gran “emergencia educativa”, tal como él mismo lo subrayó el 11 de junio del año pasado al hablar ante el Congreso de la diócesis de Roma.

En efecto –dijo el Papa– parece cada vez más difícil proponer de modo convincente a las nuevas generaciones sólidas certezas y criterios sobre los cuales construir la propia vida. Lo saben bien tanto los padres como sus profesores –añadió– que también por esta razón a veces se sienten tentados de abdicar de sus propios deberes educativos.

Otra emergencia a la que se refirió el Obispo de Roma es la pobreza que aumenta sobre todo en las grandes periferias urbanas, pero que también comienza a estar presente en otros contextos y situaciones que parecían estar al reparo. Al respecto, el Pontífice reafirmó que la Iglesia participa de todo corazón en su esfuerzo por aliviarla, colaborando de buena gana con las instituciones civiles, si bien el aumento del coste de la vida y, en particular los precios de la vivienda, así como la falta de trabajo y también los salarios y las pensiones con frecuencia inadecuados, hacen verdaderamente difícil las condiciones de vida de tantas personas y familias.

El Pontífice se despidió de estas distinguidas autoridades manifestando su esperanza de que el Señor los sostenga en su compromiso e ilumine sus propósitos de bien. Y con estos sentimientos les impartió de corazón a cada uno de ellos su bendición apostólica, que extendió con gusto a sus familias y a cuantos viven y trabajan en Roma, en su provincia y en todo el Lacio.







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