Primera Audiencia General de 2008: “¡La paz esté con vosotros! ¡Confiémonos a la
Virgen María, para que nos conduzca a su Hijo Jesucristo y nos haga valientes constructores
de su Reino en este mundo
Miércoles, 2 ene (RV).- En su primera Audiencia General de este año, Benedicto XVI
ha exhortado a encomendar confiadamente este 2008 a la intercesión de la Madre de
Dios, Madre de la Iglesia y Madre nuestra, para que guíe nuestros pasos, fortalecidos
en el amor de su Hijo Jesús.
«El Señor te bendiga y te guarde; ilumine su
rostro sobre ti y te sea propicio; el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz».
En el Aula Pablo VI, ha resonado esta antiquísima fórmula de bendición que se lee
en el Libro de los Números y que el Santo Padre ha evocado, reflexionando luego sobre
la misión de María - Madre de Dios - en la historia de la salvación. Haciendo hincapié
en que la devoción de los cristianos no considera la Navidad como algo del pasado,
el Papa ha puesto de relieve que la Virgen María es la ‘herencia preciosa’ que Cristo
deja a cada uno de sus discípulos.
En su alocución central en italiano y luego
en otras lenguas, tras agradecer las felicitaciones navideñas que le han llegado de
todo el mundo, junto con manifestaciones de afectuosa cercanía espiritual, el Papa
ha deseado feliz año nuevo: «¡Feliz Año a todos! Éste es el deseo que quiero dirigir
a los que estáis presentes y a vuestros seres queridos, en esta primera audiencia
general del 2008. Qué el nuevo año, comenzado bajo el signo de la Virgen María, nos
haga percibir más vivamente su presencia materna, para que - sostenidos y confortados
por el amparo de la Virgen - podamos contemplar con ojos renovados el rostro de su
Hijo Jesús y caminar con mayor firmeza por la senda del bien. Una vez más ¡feliz Año
a todos!»
Escuchemos el resumen que de su catequesis ha hecho el Santo Padre
en español para los peregrinos de nuestra lengua presentes en el Aula Pablo VI:
“Queridos hermanos
y hermanas. ¡La paz esté con vosotros! Ayer hemos celebrado la solemnidad de María,
Madre de Dios, Theotokos, como fue declarada en el Concilio de Éfeso para subrayar
que Cristo es Dios y hombre verdadero. Desde entonces se difundió mucho la devoción
mariana, construyéndose numerosas iglesias dedicadas a la Madre de Dios; entre ellas
la Basílica de Santa María la Mayor, aquí en Roma. Esta doctrina sobre María fue confirmada
en el Concilio de Calcedonia, que el Concilio Vaticano Segundo ha ratificado recientemente.
Este título, tan ligado a las fiestas navideñas, es la advocación fundamental con
la cual los creyentes honran a la Virgen, y hace ver el nacimiento de Jesús y la maternidad
divina de María como dos aspectos del mismo misterio de la Encarnación del Verbo. Del
título “Madre de Dios” se derivan los demás títulos que se le atribuyen, como la Inmaculada
Concepción, la Asunción, Madre de la Iglesia y Madre nuestra. En estos días se nos
invita a meditar la importancia de la presencia de María en la vida de la Iglesia
y en nuestra existencia. Saludo a los peregrinos venidos España y Latinoamérica.
Confiémonos a la Virgen María, para que nos conduzca a su Hijo Jesucristo y nos haga
valientes constructores de su Reino en este mundo. ¡Feliz Año Nuevo!”.
Asimismo,
el Santo Padre ha dirigido un saludo especial a la Comunidad de los Legionarios de
Cristo, provenientes de diversos países. En particular, a los presbíteros que acaban
de recibir su ordenación sacerdotal y a los representantes de Regnum Christi.
Benedicto
XVI les ha deseado que «el misterio de la Encarnación que celebramos en este tiempo
litúrgico» les ilumine en el camino de fidelidad a Cristo y que, siguiendo el ejemplo
de María, sepan «custodiar, meditar y seguir a la Palabra que en Belén se hizo carne
y difundir con entusiasmo su mensaje de salvación». Como siempre el Santo Padre
antes de finalizar la audiencia se ha dirigido en particular, como siempre, a los
jóvenes a los enfermos y a los recién casados. A vosotros jóvenes, os deseo que sepáis
considerar cada día como un don de Dios, de acogerlo con reconocimiento y vivirlo
con rectitud. Que a vosotros, queridos enfermos, el nuevo año os traiga consuelo en
el cuerpo y en el espíritu. Y a vosotros, queridos recién casados, seguid la escuela
de la Sagrada Familia de Nazaret, para aprender a realizar una auténtica comunión
de vida y de amor.