Lunes, 10 dic (RV).- “La Iglesia proclama y defiende sin cesar los derechos humanos
fundamentales, por desgracia violados aún en diferentes partes de la tierra, y se
esfuerza por lograr que se reconozcan los derechos de toda persona humana a la vida,
a la alimentación, a una casa, al trabajo, a la asistencia sanitaria, a la protección
de la familia y a la promoción del desarrollo social, en el respeto de la dignidad
del hombre y de la mujer, creados a imagen de Dios”. Con estas palabras Benedicto
XVI se dirigía al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede y es el mensaje
que hoy queremos recordar en este Día Internacional de los Derechos Humanos.
A
través del Día Internacional de los Derechos Humanos, Naciones Unidas conmemora el
aniversario de la aprobación de la Declaración Universal de estos derechos por la
Asamblea General en 1948.
Con el transcurso del tiempo, se han desarrollado
un conjunto de instrumentos y mecanismos para asegurar la primacía de los derechos
humanos y para hacer frente a las violaciones de los derechos humanos dondequiera
que ocurran. En este sentido Naciones Unidas creó la Oficina del Alto Comisionado
para los Derechos Humanos con la función de ayudar a proteger y promover todos los
derechos humanos alrededor del mundo. Con sede en Ginebra, la Oficina también está
presente en más de 40 países. Trabaja para garantizar que se pongan en vigor las normas
de derechos humanos universalmente reconocidas, incluso mediante la promoción de la
ratificación y la aplicación universal de los tratados de derechos humanos y el respeto
por el imperio de la ley, También trata de eliminar obstáculos para la plena realización
de todos los derechos humanos y de impedir los abusos de derechos humanos o ponerles
fin.
Ante este alto objetivo, la Santa Sede tiene en la persona del arzobispo
Giovanni Lajolo, presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad
del Vaticano, un interlocutor continúo sobre estos temas. En uno de sus discursos
ante la Asamblea General de la ONU recordó que “de la respuesta que el Consejo de
derechos humanos dé a los desafíos de libertad en numerosos países del mundo, comenzando
por los mismos miembros del Consejo, depende la credibilidad de las Naciones Unidas
y de todo el sistema jurídico internacional”. Y en este sentido matizó que “la Santa
Sede seguirá con atención y aprecio su trabajo. Desde su posición de Observadora en
las Naciones Unidas, la Santa Sede está dispuesta a ofrecer su total colaboración
para que la acción del Consejo de derechos humanos permita que se respete efectivamente
la dignidad de todo hombre y de toda mujer”.
Pero en este programa dedicado
al Día Internacional de los derechos humanos, queremos recordarles uno de estos derechos:
el de la libertad religiosa.
El derecho a la libertad religiosa, recogido en
el artículo 18 de la Declaración universal de derechos humanos, ha sido considerado
siempre como una de las piedras angulares de los derechos humanos, puesto que afecta
a una de las dimensiones más profundas de la vida de la persona y a su búsqueda de
la verdad. Violar el derecho a la libertad de religión significa violar uno de los
santuarios más profundos de la dignidad de la persona humana.
En este sentido
la Santa Sede recuerda que respetar la libertad religiosa significa, hoy, “aceptar
la contribución de los creyentes como algo vital para la construcción de una paz duradera”.
Asimismo pone de relieve que en relación a la cuestión de las minorías religiosas,
especialmente donde predomina una tradición religiosa particular, la posición de la
Santa Sede ante esas situaciones fue enunciada por el concilio Vaticano II, el cual
afirma que, "si teniendo en cuenta las circunstancias peculiares de los pueblos se
concede a una comunidad religiosa un reconocimiento civil especial en el ordenamiento
jurídico de la sociedad, es necesario que al mismo tiempo se reconozca y se respete
el derecho a la libertad en materia religiosa a todos los ciudadanos y comunidades
religiosa" (Dignitatis humanae, 6).