Primera predicación de Adviento: el padre Raniero Cantalamessa subraya que si la razón
no gobierna al instinto, éste se convierte en enemigo del amor y conduce a los delitos
más horribles
Viernes, 7 dic (RV).- Es imposible servir a los hermanos y a la Iglesia y al mismo
tiempo llevar una vida personal desordenada, dedicada a complacerse a sí mismo y a
las propias pasiones. Inevitablemente se termina por instrumentalizar al prójimo como
se instrumentaliza el propio cuerpo y al sexo contrario. Esta ha sido la afirmación
del padre Raniero Cantalamessa en su primera predicación de Adviento, insistiendo
en que “no sabe decir sí a los hermanos quien no sabe decir no a sí mismo”.
El
predicador de la Casa Pontificia, como todos los años ha iniciado hoy la primera de
las predicaciones del Adviento, y como suele ser habitual, el padre capuchino ha tomado
hechos y situaciones de la actualidad para profundizar en el tema elegido. En esta
ocasión el padre Cantalamesa ha partido del espectáculo del cómico Roberto Benigni,
que obtuvo una gran audiencia televisiva y al que ha calificado como “una lección
de altísima comunicación religiosa, de la que deberíamos aprender nosotros predicadores.
El
capuchino ha elogiado algunos momentos de la actuación de Benigni por su capacidad
de dar voz al sentido eterno del hombre, por la maravilla frente al misterio, al arte,
a la belleza y al simple hecho de existir, por sus palabras bellísimas sobre el sí
de María y la influencia benéfica de la devoción a la Virgen sobre la visión medieval
de la mujer. No obstante el cómico italiano lanzó un mensaje que podría resultar nocivo
para los jóvenes y que el predicador de la Casa Pontificia ha querido rectificar.
Se
trata de su invitación a no tener miedo de las pasiones, a intentar experimentar el
vértigo del amor incluso en su aspecto carnal, retomando una frase de san Agustín
a Dios: ‘Dame la castidad y la continencia, pero no ahora’. Y tras explicar la interpretación
que debe darse a esta frase de Agustín antes de la conversión, el padre Cantalamesa
ha afirmado su convicción de que no cree que los jóvenes de hoy tengan la necesidad
de que se les anime a probar, a romper las barreras, sino que tienen necesidad de
que se les ofrezca motivaciones convincentes, no a temer su cuerpo y el amor, sino
a desgastar el uno y el otro.
En este contexto el padre Cantalamessa ha recordado
el canto del infierno que Benigni comentó admirablemente, en el que Dante ofrece motivaciones
profundas, sobre cómo el mal de la lujuria consiste en someter la razón al instinto.
“El instinto – ha añadido al respecto- tiene su función si está regulado por la razón;
en caso contrario, se convierte en el enemigo del amor, conduciendo a los delitos
más horribles, como hemos podido comprobar en recientes ejemplos reales”.
El
predicador ha criticado cómo en la actualidad se tiende a contraponer los pecados
contra la pureza y los pecados contra el prójimo, y se suele considerar como verdadero
pecado sólo los cometidos contra el prójimo y se ironiza sobre el excesivo culto a
la virtud. Esta actitud, en parte puede explicarse por el excesivo acento que se ponía
en el pasado en los pecados de la carne, y que en ocasiones creaba auténticas neurosis
en relación a la pureza, olvidando los deberes hacia el prójimo. En la actualidad
ocurre justo lo contrario y se tiende a minimizar los pecados contra la pureza frente
a la atención al prójimo.
Una de las excusas que más contribuyen a favorecer
el pecado de impureza en la mentalidad de la gente y a vaciarlo de cualquier responsabilidad
es que no provoca daño alguno, no viola los derechos ni la libertad de nadie, a menos
que se trate de violencia carnal. En este sentido el predicador ha concluido diciendo
que además de violar el derecho fundamental de Dios de dar una ley a sus criaturas,
esta excusa es falsa incluso en relación con el prójimo, porque no es verdad que el
pecado de impureza sólo incumba a quien lo comete.
Esta primera predicación
ha llevado por título una interrogación: ¿es Jesús de Nazaret, uno de los profetas?
En su predicación, el padre Cantalamessa, ha hablado de una tercera búsqueda. “En
otros tiempos habló Dios a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por
medio de los profetas. Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo,
mediante el cual creó los mundos y al cual ha hecho heredero de todas las cosas. Él
es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma del ser de Dios; y es él quien
sostiene todas las cosas con su palabra poderosa. Después de limpiarnos de nuestros
pecados se ha sentado en el cielo, a la derecha del trono de Dios”. (heb 1, 1-3).
Con
estas palabras de la Biblia, de la carta a los Hebreos, ha dicho el predicador, constituye
una síntesis grandiosa de toda la Historia de la salvación. Esta viene de la sucesión
de dos tiempos: el tiempo en el que Dios hablaba por medio de los profetas y el tiempo
en el que Dios habla por medio del Hijo, el tiempo en el que hablaba por medio de
una persona interpuesta y el tiempo en el que habla de persona. El Hijo en efecto,
dijo el predicador Cantalamessa, es la irradiación de su gloria y la huella de su
sustancia, o sea, como se diría más tarde, de la misma sustancia del Padre.
A
la luz de esta potente palabra de Dios buscamos en esta predicación de Adviento, obrar
con discernimiento las opiniones que hoy circulan sobre Jesús, fuera y dentro de la
Iglesia, de manera que podamos en Navidad, unir sin reservas nuestra voz a la de la
liturgia que proclama su fe en el Hijo de Dios venido en este mundo. Se nos conduce
continuamente al diálogo de Cesarea de Filipo, ¿es para mí Jesús uno de los profetas
o el Hijo del Dios viviente?
En el campo de los estudios históricos sobre Jesús,
ha continuado el padre Cantalamessa, esta que se está viviendo es la llamada “tercera
búsqueda”. Se llama así -ha dicho el padre-, para distinguirla de la “vieja búsqueda”
histórica y de inspiración racionalista y liberal que dominó a finales del siglo XVIII
y todo el siglo XIX de la llamada “nueva búsqueda histórica” que inició a mitad del
siglo pasado, en reacción a la tesis del filósofo y teólogo Bultmann que había proclamado
al Jesús histórico inalcanzable y sobre todo irrelevante para la fe cristiana.
Seguidamente
el predicador se ha preguntado sobre la diferencia de esta tercera búsqueda con las
otras dos. Sobre todo en la convicción que del Jesús de la historia podemos saber,
gracias a las fuentes, mucho más de cuanto en el pasado se admitía. Pero sobre todo
la tercera búsqueda se diferencia en los criterios para alcanzar la verdad histórica
sobre Jesús
Si antes la marca de validez de un dicho o de un hecho era su
novedad e incomprensibilidad respecto al ambiente, ahora por el contrario su explicación
a la luz de nuestros conocimientos del judaísmo y de la situación social de la Galilea
del tiempo. Más adelante el predicador dijo que algunas ventajas de este nuevo método
son evidentes. Se encuentra la continuidad de la revelación. Jesús se coloca dentro
del mundo judío, en la línea de los profetas bíblicos.
Esta insistencia sobre
el Jesús judío entre judíos, de hecho, ha dicho el padre Cantalamessa, depende al
menos en parte, del deseo de reparar los errores históricos cometidos contra este
pueblo y favorecer al diálogo entre judíos y cristianos. Un óptimo objetivo, perseguido
con un medio equivocado, por la manera en que se usa. Se trata en efecto, de una tendencia
sólo aparentemente filo-judío. En realidad se termina por darle al mundo judío una
responsabilidad más; la de no haber reconocido a uno de ellos, uno donde la doctrina
era perfectamente compatible con todo lo que en esto se creía.