2007-11-16 15:44:40

Homenaje al Padre Arrupe


Viernes, 16 nov (RV).- Con ocasión del primer centenario de su nacimiento, oigamos una reflexión sobre el Padre Pedro Arrupe, que dirigió la Compañía de Jesús en tiempos azarosos y renovadores para la sociedad humana, pero muy especialmente para la Iglesia después del Concilio Vaticano II. El homenaje al Padre Arrupe, que fue elegido prepósito general de la Compañía en el año 1965, es del responsable de la sección española de Radio Vaticano, el también jesuita, Juan José Fernández. RealAudioMP3

Con motivo del centenario del nacimiento del P. Pedro Arrupe, se han celebrado en Bilbao una serie de actos, conferencias y exposiciones para rendir homenaje a quien fuera general de la Compañía de Jesús de 1965 a 1981, pero sobre todo una figura clave postconciliar en la renovación de la vida religiosa.
 En Radio Vaticano queremos recordar a este hombre que teniendo una variadísima gama de aspectos que manifiestan su riqueza, sin embargo podríamos agruparlos todos en una sola realidad: era un hombre de Dios. “Primero Dios”, como diría San Ignacio de Loyola. Sin Dios, sin la luz de Dios, todo es vano.

Algunos lo han llamado "el hombre de la utopía", otros " místico y profeta para nuestro siglo", otros, aquel que pretendió renovar la Compañía de Jesús, en nombre del Señor que nos dice, en el libro del Apocalipsis: "Mira, renuevo el universo". Ese “Primero Dios” es el aspecto característico de la figura y mensaje del Padre Pedro Arrupe que puso en movimiento toda su actividad. Se lamentaba de que por prudencia o miedo dejáramos de hacer lo que el mundo de hoy nos pide con urgencia; tenía la confianza en Dios como para chapuzarse en la realidad seguros del éxito de su Providencia.

El P. Arrupe quedó impactado por experiencias provocadas desde el exterior. Una de ellas, un "golpe de la gracia" en una visita que realizó a Lourdes. Ese viaje, esa peregrinación cambió su prometedora carrera como médico por la vida de jesuita. Una segunda experiencia la tuvo cuando ya era misionero en Japón. Segunda Guerra mundial. Hisoshima, bomba atómica: el P. Arrupe estaba allí ayudando a los que sufrieron ese horror humano que se llama la bomba atómica.


Pero hay otras experiencias que nacían de su vida interior. A quien le preguntaba qué significaba para él Jesucristo respondía “Todo. Para mí Jesucristo es todo…Fue mi ideal desde mi entrada en la Compañía, fue y sigue siendo mi camino, y ha sido siempre mi fuerza. Quitad a Cristo de mi vida y todo se desplomará, como un cuerpo al que se le quitase el esqueleto, el corazón y la cabeza”. Es el Jesús de la Segunda semana de Ejercicios, que se despoja de sí mismo para acercarse al hombre, un despojo que le lleva a la cruz. El P. Arrupe sufrió ese despojo los últimos diez años de su vida, con su enfermedad, ese lugar donde siguen estando tantos hombres y mujeres, hijos de Dios que siguen sufriendo su calvario en el s. XXI.








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