Las reliquias de Santa Teresa de Lisieux en la audiencia general del miércoles
Miércoles, 14 nov (RV).- Al final de la Audiencia General, el Santo Padre se ha recogido
en oración en su capilla privada para rezar ante las reliquias de Santa Teresa de
Lisieux. La urna con las reliquias de la Santa carmelita se encuentran actualmente
en Roma llevadas en peregrinación cuando se cumple el décimo aniversario de la proclamación
como Doctora de la Iglesia.
En una ceremonia multitudinaria, Juan Pablo II
proclamó a Santa Teresa de Lisieux Doctora de la Iglesia el 19 de octubre de 1997.
En su homilía el Pontífice dijo textualmente: “Santa Teresa de Lisieux no pudo acudir
a universidades ni realizar estudios sistemáticos. Murió muy joven y, a pesar de ello,
desde hoy tendrá el honor de ser Doctora de la Iglesia, un notable reconocimiento
que la exalta en la estima de toda la comunidad cristiana más de lo que pudiera hacer
un "título académico".
La peregrinación que ha llegado hoy a la plaza de san
Pedro con las reliquias de la carmelita descalza, estaba guiada por el obispo de Bayeux
y Lisieux, Mons. Pierre Pican y por el rector de la basílica de Lisieux Mons. Bernard
Lagoutte. A lo largo de estos últimos años las reliquias de la Santa, han sido veneradas
en numerosos países y lugares, a menudo custodiadas en monasterios carmelitas. Esta
vez las reliquias permanecerán en Italia hasta el próximo 27 de diciembre.
Miles
de personas de todo el mundo, unas 80 mil, se reunieron aquel 19 de octubre de 1997,
para participar en la ceremonia mediante la cual Juan Pablo II proclamó a Santa Teresa
de Lisieux Doctora de la Iglesia. En su homilía el Pontífice dijo textualmente: “Todos
percibimos que hoy se está realizando algo sorprendente. Santa Teresa de Lisieux no
pudo acudir a universidades ni realizar estudios sistemáticos. Murió muy joven y,
a pesar de ello, desde hoy tendrá el honor de ser Doctora de la Iglesia, un notable
reconocimiento que la exalta en la estima de toda la comunidad cristiana más de lo
que pudiera hacer un "título académico".
Teresa Martín, carmelita descalza
de Lisieux, deseaba ardientemente ser misionera y lo fue hasta el punto dijo también
Juan Pablo II “que pudo ser proclamada patrona de las misiones”. Jesús mismo le mostró
de qué modo podía vivir esa vocación: practicando en plenitud el mandamiento del amor.
Teresa
del Niño Jesús y de la Santa Faz es la más joven de los "Doctores de la Iglesia",
pero su ardiente itinerario espiritual manifiesta tal madurez, y las intuiciones de
fe expresadas en sus escritos son tan vastas y profundas, que le merecen un lugar
entre los grandes maestros del espíritu.
El Papa Karol Wojtyla no pudo menos
en aquella ocasión de recordar, una página admirable de la Santa: el relato del conmovedor
descubrimiento que hizo de su vocación particular dentro de la Iglesia. "La caridad
-escribe la Santa- me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía
un cuerpo, compuesto por diferentes miembros, no le faltaba el más noble de todos:
comprendí que la Iglesia tenía un corazón y que este corazón ardía de amor. Comprendí
que sólo el Amor hacía actuar a los miembros de la Iglesia. Comprendí que el amor
encerraba todas las vocaciones. Comprendí que mi vocación es el amor".