2007-10-29 15:23:58

Exhortación del Papa a los participantes en el Congreso internacional de farmacéuticos católicos a quienes recuerda que tienen que tutelar la dignidad humana en cada etapa de la vida


Lunes, 29 oct (RV).- Benedicto XVI ha reflexionado esta mañana sobre la responsabilidad de los farmacéuticos en su importante tarea de ser intermediarios entre el médico y el paciente, salvaguardando siempre las implicaciones éticas y morales que tutelan la inviolable dignidad humana de las personas, en cada etapa de la vida; recurriendo al derecho a ejercer la objeción de conciencia para no colaborar en acciones inmorales, como experimentos con seres humanos, aborto y eutanasia, e impulsando la justicia y solidaridad en ámbito terapéutico, en favor de los más necesitados.

Al recibir en audiencia a los participantes en el Congreso internacional de farmacéuticos católicos, el Papa ha alentado a estos profesionales a ejercer el papel educativo que les corresponde ante los pacientes, sobre el empleo correcto de los medicamentos, haciendo conocer, en particular sus implicaciones éticas: «En este ámbito no es posible anestesiar las conciencias. Por ejemplo, sobre los efectos de moléculas que tienen el fin de impedir la implantación de un embrión o de abreviar la vida de una persona. El farmacéutico debe invitar a cada uno a un despertar de humanidad, para que todo ser esté protegido desde su concepción hasta su muerte natural y que los medicamentos cumplan verdaderamente su acción terapéutica».

Asimismo, el Santo Padre ha reiterado que ninguna persona debe ser utilizada, de manera inconsiderada, como un objeto para realizar experimentos terapéuticos, que se deben desarrollar según protocolos que respeten las normas éticas fundamentales: «Todo planteamiento de cuidado o experimentación debe perseguir el bienestar de la persona y no sólo la búsqueda de avances científicos. El logro de un bien para la humanidad no puede cumplirse en detrimento de las personas que reciben un tratamiento. En ámbito moral, vuestra Federación está invitada a afrontar la cuestión de la objeción de conciencia, que es un derecho que debe ser reconocido a vuestra profesión, permitiéndoos no colaborar -directa o indirectamente– en el suministro de productos que tienen fines claramente inmorales, como el aborto y la eutanasia».

En su denso discurso, Benedicto ha exhortado, una vez más, a impulsar la justicia y la solidaridad también en ámbito terapéutico: «Conviene también que las distintas estructuras farmacéuticas, de los laboratorios en los centros hospitalarios y en los dispensarios –así como todos nuestros contemporáneos– impulsen la solidaridad en ámbito terapéutico, para permitir el acceso a los cuidados y a los medicamentos de primera necesidad a todos los estratos sociales y en todos los países, en particular a los más pobres».

 Con el anhelo de que los farmacéuticos católicos, guiados por el Espíritu Santo, siguiendo su camino de fe y el magisterio de la Iglesia, perseveren en sus deberes profesionales al servicio de los enfermos, que necesitan un apoyo humano y moral, Benedicto XVI los ha invitado a ayudar a los jóvenes a profundizar en su formación y a reflexionar sobre las implicaciones éticas. Es importante que se movilicen y se unan los profesionales católicos y todas las personas de buena voluntad: «El ser humano, puesto que es imagen de Dios, debe ser siempre el centro de las investigaciones y de las elecciones biomédicas. Así como también es fundamental el principio natural de prestar cuidados al enfermo. Que las ciencias biomédicas estén al servicio del hombre. Si no fuera así serían frías e inhumanas. Todo conocimiento científico en ámbito sanitario y todo planteamiento terapéutico deben estar al servicio del hombre enfermo, considerado en su ser integral, tutelando su participación activa en los cuidados y respetando su autonomía».







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