Ángelus: Benedicto XVI pide a los 498 mártires españoles que intercedan por la Iglesia
en España y en el mundo para que la fecundidad de su martirio produzca abundantes
frutos de vida cristiana en los fieles y en las familias
Domingo, 28 oct (RV).- Saludo con afecto
a los fieles de lengua española. En particular, saludo a mis Hermanos Obispos de España,
a los sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y fieles que habéis tenido
el gozo de participar en la beatificación de un numeroso grupo de mártires del pasado
siglo en vuestra Nación, así como a los que siguen esta oración mariana a través de
la radio y la televisión. Damos gracias a Dios por el gran don de estos testigos heroicos
de la fe que, movidos exclusivamente por su amor a Cristo, pagaron con su sangre su
fidelidad a Él y a su Iglesia. Con su testimonio iluminan nuestro camino espiritual
hacia la santidad, y nos alientan a entregar nuestras vidas como ofrenda de amor a
Dios y a los hermanos. Al mismo tiempo, con sus palabras y gestos de perdón hacia
sus perseguidores, nos impulsan a trabajar incansablemente por la misericordia, la
reconciliación y la convivencia pacífica. Os invito de corazón a fortalecer cada día
más la comunión eclesial, a ser testigos fieles del Evangelio en el mundo, sintiendo
la dicha de ser miembros vivos de la Iglesia, verdadera esposa de Cristo. Pidamos
a los nuevos Beatos, por medio de la Virgen María, Reina de los Mártires, que intercedan
por la Iglesia en España y en el mundo; que la fecundidad de su martirio produzca
abundantes frutos de vida cristiana en los fieles y en las familias; que su sangre
derramada sea semilla de santas y numerosas vocaciones sacerdotales, religiosas y
misioneras. ¡Que Dios os bendiga!
El Santo Padre Benedicto XVI ha saludado
con estas palabras a los más de 40.000 peregrinos presentes en la plaza de San Pedro
del Vaticano que han asistido, a las 10 de esta mañana, a la beatificación de 498
mártires del siglo XX en España, en una ceremonia presidida por el cardenal José Saraiva
Martins, prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos. Precisamente al purpurado
han estado dirigidas las primeras palabras de agradecimiento del Papa durante su alocución
previa al rezo mariano del Ángelus.
Asimismo Benedicto XVI ha señalado que
“la contemporánea inscripción en el libro de los Beatos de un número tan grande de
mártires, demuestra que el supremo testimonio de la sangre no es una excepción reservada
solamente a algunos individuos, sino que se trata de una eventualidad real para todo
el pueblo cristiano”.
El Papa ha señalado que los casi 500 mártires beatificados
este domingo representan a “hombres y mujeres de diferentes edades, vocaciones y condiciones
sociales que han pagado con su vida su fidelidad a Cristo y a la Iglesia”. Y en este
sentido Benedicto XVI ha evocado el ejemplo de san Pablo, que afrontó con serenidad
la muerte, con la certeza de haber pasado toda su vida al servicio del Evangelio.
La
celebración de hoy pone el broche de oro a este mes de octubre dedicado a las Misiones.
Y en este contexto el Papa ha recordado que a los 498 mártires españoles se les unen
los también mártires Albertina Berkenbrock, Emmanuel Gómez Gonzáles, Adilio Daronch
y Franz Jägerstätter, proclamados beatos en días pasados en Brasil y Austria: “Su
ejemplo testimonia que el Bautismo compromete a los cristianos a participar con valentía
en la difusión del Reino de Dios, contribuyendo incluso si es necesario con el sacrificio
de la propia vida”.
En relación a este “sacrificio”, Benedicto XVI ha querido
matizar que no todos están llamados al martirio cruento, porque existe también un
“martirio incruento” que no es menos significativo. Y en este sentido ha señalado
el testimonio de Celina Chludzińska Borzęcka, esposa, madre de familia, viuda y religiosa,
beatificada ayer en Roma, es “el testimonio silencioso de tantos otros cristianos
que viven el Evangelio sin compromisos, cumpliendo su deber y dedicándose generosamente
al servicio de los pobres”. “Este martirio de la vida ordinaria es un testimonio importante
en la sociedad secularizada de nuestro tiempo. Es la batalla pacífica del amor que
cada cristiano, como Pablo, tiene que combatir de forma incansable, la carrera para
difundir el Evangelio que nos compromete hasta la muerte”.