Al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de la República del Ecuador
ante la Santa Sede, el Pontífice afirma que “es de esperar que el nuevo ordenamiento
constitucional contemple las más amplias garantías para la libertad religiosa de los
ecuatorianos”
Sábado, 27 oct (RV).- El Santo Padre comenzó sus actividades públicas esta mañana
a las 11,00 recibiendo en audiencia al Sr. Fausto Cordovés Chiriboga, nuevo Embajador
de Ecuador ante la Santa Sede. En su discurso el Papa ha dicho que “es necesario y
urgente trabajar por la construcción de un orden interno e internacional que promueva
la convivencia pacífica, la cooperación, el respeto de los derechos humanos y, ante
todo, el reconocimiento de la persona y de su inviolable dignidad”. En este sentido,
y pensando en los numerosos ecuatorianos que emigran a otros países en condiciones
difíciles, “buscando un futuro mejor para sí mismos y sus familias”, el Pontífice
ha señalado que “no podemos olvidar que ‘el amor-caritas’ siempre será necesario,
incluso en la sociedad más justa”. Sigue el discurso que Benedicto XVI dirigió al
diplomático:
Señor Embajador:
1. Me es grato recibir las Cartas que
lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República del
Ecuador ante la Santa Sede. A la vez que le doy mi cordial bienvenida en este solemne
acto, quiero expresar una vez más el sincero afecto que siento por todos los hijos
e hijas de esa noble Nación. Le agradezco el deferente saludo que ha tenido a
bien transmitirme de parte del Señor Presidente Constitucional, Dr. Rafael Correa
Delgado, así como las amables expresiones para con esta Sede Apostólica y mi persona,
las cuales testimonian también los filiales sentimientos del pueblo ecuatoriano. Le
ruego, pues, que tenga la bondad de hacerle llegar mi sincero reconocimiento.
2. Durante
mi visita al Ecuador, como representante del Papa Juan Pablo II en el año 1978, tuve
la dicha de encontrarme con un pueblo pacífico, sencillo y acogedor, pero sobre todo
muy arraigado en la fe cristiana que, como usted ha destacado en sus palabras, ha
dado tantos frutos a lo largo de varias generaciones. En este sentido quiero recordar
a Santa Marianita de Jesús y de modo especial a la joven seglar, Beata Narcisa de
Jesús, tan querida por el pueblo fiel, el cual desea poder verla pronto canonizada.
En sus Santos, los fieles cristianos descubren el fruto maduro de una fe que
ha marcado su historia. Se trata de un patrimonio transmitido a lo largo de los siglos,
y que bajo diversas expresiones de piedad popular y del arte, junto con los valores
morales, cívicos y sociales, forma parte de su identidad como Nación.
3. La
humanidad se encuentra hoy ante nuevos escenarios de libertad y esperanza, turbados
a menudo por situaciones políticas inestables y por las consecuencias de estructuras
sociales débiles. Además, se va ampliando cada vez más la interdependencia entre los
Estados. Por esto es necesario y urgente trabajar por la construcción de un orden
interno e internacional que promueva la convivencia pacífica, la cooperación, el respeto
de los derechos humanos y el reconocimiento, ante todo, del puesto central de la persona
y de su inviolable dignidad. En este sentido, y pensando en los numerosos ecuatorianos
que emigran a otros países en condiciones difíciles, buscando un futuro mejor para
sí mismos y sus familias, no podemos olvidar que “el amor -caritas- siempre será necesario,
incluso en la sociedad más justa. No hay orden estatal, por justo que sea, que haga
superfluo el servicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a
desentenderse del hombre en cuanto hombre” (Deus caritas est, 28). La caridad es,
pues, la que, como generoso don de sí mismo al otro, ha generado y sigue generando
ese entramado de obras educativas, asistenciales, de promoción y desarrollo, que honran
a la Iglesia y a la sociedad ecuatoriana.
4. La Iglesia católica, mediante
su propio ministerio pastoral, y que “en virtud de su misión y su naturaleza, no está
ligada a ninguna forma de cultura humana o sistema político, económico o social” (Gaudium
et spes, 42), realiza una importante aportación al bien común del País. De ahí se
ve la necesidad de promover y afianzar el ámbito de libertad que le han reconocido
los textos constitucionales y legales del Ecuador. Por eso “es de esperar también
que el nuevo ordenamiento constitucional contemple las más amplias garantías para
la libertad religiosa de los ecuatorianos”, de modo que la Nación pueda contar con
un marco legal, conforme también al contexto y a los acuerdos internacionales.
5.
La libertad de acción de la Iglesia, además de ser un derecho inalienable, es condición
primordial para llevar a cabo su misión entre el pueblo, incluso en circunstancias
difíciles. Por eso, “lo que hace falta no es un Estado que regule y domine todo, sino
que reconozca y apoye generosamente, de acuerdo con el principio de subsidiaridad,
las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas sociales” (Deus caritas est, 28). No
puede tampoco ser otra la aspiración de un gobierno democrático empeñado en fomentar
una cultura de respeto e igualdad ante la ley, así como un ejercicio ejemplar de la
autoridad, orientada a servir a todo el pueblo. Por todo ello, el Gobierno ecuatoriano
ha manifestado su decidida voluntad de atender con prioridad a los más necesitados,
inspirándose en la Doctrina Social de la Iglesia. Es de desear, pues, que los ciudadanos
puedan disfrutar de todos los derechos, junto con sus correspondientes obligaciones,
obteniendo mejores condiciones de vida y un acceso más fácil a una vivienda digna
y al trabajo, a la educación y a la salud, en el pleno respeto de la vida desde su
concepción hasta su término natural.
Señor Embajador, antes de concluir este
encuentro deseo expresarle mis mejores deseos por el feliz desempeño de su alta misión,
que ayude a fortalecer los tradicionales lazos de diálogo y cooperación entre el Ecuador
y la Santa Sede, rogándole que tenga la bondad de hacerse intérprete de mis sentimientos
ante su Gobierno y demás Autoridades nacionales. Al mismo tiempo, tengo presente en
mi plegaria al querido pueblo ecuatoriano, a la vez que imploro abundantes bendiciones
del Altísimo sobre el Ecuador, sobre usted, su distinguida familia y sus colaboradores.