El cardenal Hummes agradece a los Catequistas del mundo su servicio del anuncio del
Evangelio
Lunes, 22 oct (RV).- El Prefecto de la Congregación para el clero, el Cardenal Claudio
Hummes ha enviado una carta a todos los Catequistas del mundo, con fecha 18 de octubre,
fiesta de San Lucas Evangelista, en la que les agradece su contribución y ánimo por
el gran servicio en el anuncio del Evangelio.
“En este primer año de mi servicio
al Santo Padre, Benedicto XVI, en la Congregación para el Clero, a la cual está confiada
también la catequesis, deseo hacerles llegar mi saludo cordial y fraterno. A Dios
bueno y grande en el amor, rico en misericordia, pido que os bendiga de modo muy especial.
Lo hago, escribe el purpurado, en la Fiesta de San Lucas evangelista, recordando su
contribución fundante para el anuncio universal de Jesucristo muerto y resucitado
y de su Reino”.
El cardenal brasileño desea, en primer lugar, manifestarles
su admiración por el servicio eclesial a menudo incansable en la educación de la fe
católica de muchos catecúmenos o de ya bautizados confiados a ellos. Les aseguro,
señala textualmente, “mi cariño como hermanos y hermanas queridos, comprometidos en
la buena lucha por la fe que les solicita a menudo sacrificios heroicos, a los que,
sin embargo, ustedes responden con alegría y perseverancia”.
“En la cotidiana
fidelidad a Dios y fidelidad al hombre, ustedes, afirma el purpurado, continúan a
ser y a constituir para vuestras comunidades parroquiales una verdadera riqueza. Ustedes
son uno de los signos más prometedores, con el cual el Señor no deja de confortarnos
y de sorprendernos. Continúen a mostrar pasión y voluntad en la adquisición sincera
de aquella fisonomía propia de maestros, educadores y testigos de la verdad para transmitirla
integralmente y fielmente al hombre de nuestro tiempo.
Antes de concluir la
carta el Cardenal Claudio Hummes les pide que, “Sean capaces de fortalecer su fe,
"siempre dispuestos a defenderse de cualquiera que les pida razón de la esperanza
que ustedes tienen" [1Pe 3,15], con la oración, con la formación, con la caridad.
Siempre sean alegres y diligentes para que, también a través de vuestra obra, "Dios
sea glorificado en todo por Jesucristo. A él sea la gloria y el poder" [1 Pe 4,11].
Y les exhorta: “a rezar y a cultivar con confianza una relación de amor, de dedicación,
de escucha y de silencio con el Señor. ¡En un mundo a menudo sin esperanza, víctima
de la violencia y del egoísmo, que cada gesto, cada sonrisa, cada palabra de ustedes
sea un testimonio viviente que el Señor ha vencido el pecado y la muerte y que el
amor es posible!.
Asimismo les exhorta, «a redescubrir las raíces profundas
de vuestro testimonio en el Bautismo y en la Confirmación. A nutrir vuestro servicio
de catequistas con el alimento de los fuertes: la Eucaristía. A revelar el rostro
de Cristo a todos los que encuentren, en la gratuidad y en la fidelidad de vuestro
servicio. Que el Espíritu del Señor haga nueva vuestra vida y haga crecer la comunión
entre ustedes. “Que el mundo actual — que busca a veces con angustia, a veces con
esperanza — pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes
y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio,
cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría
de Cristo, y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el Reino de Dios y de
implantar la Iglesia en el mundo”.
El purpurado finaliza su carta, dirigida
a todos los catequistas del mundo, invocando sobre ellos la Bendición que tanto amaba
San Francisco de Asís: "Que el Señor te bendiga y te proteja. Haga resplandecer su
rostro sobre ti y te done su misericordia. Que el Señor dirija su mirada sobre ti
y te done su paz." Y que la Virgen María, Estrella de la evangelización, los conduzca
y los asista y sea para ustedes signo de segura esperanza”.