El Papa denuncia en Nápoles el triste fenómeno de la violencia y el lamentable número
de delitos de la Camorra y pide que se intensifique la prevención basada en la escuela,
el trabajo y la ayuda a los jóvenes para gestionar el tiempo libre
Domingo, 21 oct (RV).- Benedicto XVI ha expresado en Nápoles su deseo de “que no falte
nuestra ayuda espiritual y material a aquellos que trabajan en las fronteras de la
misión: que tantas veces encuentran en su trabajo graves dificultades, e incluso persecuciones”.
Han sido las palabras del Papa en Nápoles, antes del rezo del Ángelus en este día
dedicado a las Misiones, donde ha presidido la Santa Misa.
Benedicto XVI, antes
de rezar el Ángelus en la plaza del Plebiscito de Nápoles ha pedido rezar, hoy de
manera especial, por los misioneros: “Se celebra hoy la Jornada Mundial de las Misiones,
que tiene un lema muy significativo: ‘Todas las Iglesias para todo el mundo’. Cada
Iglesia particular es corresponsable de la evangelización de toda la humanidad y esta
cooperación entre las Iglesias fue incrementada por el Papa Pío XII con la Encíclica
Fidei donum, hace más de cincuenta años. Que no falte nuestra ayuda espiritual y material
a aquellos que trabajan en las fronteras de la misión: sacerdotes, religiosos, religiosas
y laicos, que tantas veces encuentran en su trabajo graves dificultades, e incluso
persecuciones”.
También el Papa antes del rezo de la oración mariana ha saludado
de manera particular a las delegaciones allí presentes procedentes de varias partes
del mundo para participar en el Encuentro Internacional por la Paz, promovido por
la Comunidad de San Egidio, que lleva como tema: Por un mundo sin violencia – Religiones
y culturas en diálogo” y ha pedido que esta importante iniciativa cultural y religiosa
contribuya a consolidar la paz en el mundo.
El Santo Padre ha finalizado su
breve alocución aludiendo a la 45 Semana Social de los católicos italianos recordando
los problemas y los desafíos que hoy están presentes en la sociedad italiana y ha
pedido un fuerte compromiso de todos, especialmente de los fieles laicos que trabajan
en el campo social y político, para asegurar a toda persona, y en particular a los
jóvenes, las condiciones indispensables para desarrollar los propios talentos naturales
y madurar generosas decisiones en la vida al servicio de sus propios familiares y
de toda la comunidad".
Este domingo Benedicto XVI, que visita pastoralmente
Nápoles, ha abandonado el Palacio apostólico pasadas las ocho de la mañana y a las
ocho y cuarto se ha trasladado en helicóptero desde el Vaticano, para llegar una hora
después a la Estación marítima del Puerto de Nápoles. Desde allí el Papa se ha trasladado
en coche panorámico hasta el centro de la ciudad. Al llegar al altar, situado en la
plaza Plebiscito el Patriarca ecuménico Bartolomé I ha saludado al Santo Padre en
nombre de los 50 líderes religiosos presentes.
Y en la plaza del Plebiscito,
a las 10, el Pontífice ha presidido la Concelebración Eucarística. Han concelebrado
con el Santo Padre, cardenales, arzobispos y obispos sacerdotes. Han participado en
la Misa miles de personas bajo una persistente lluvia desde la llegada de Benedicto
XVI a Nápoles. El Santo Padre ha comenzado su homilía saludando a todos los participantes
en esta Eucaristía incluidos los que la han seguido por medio de la radio y la televisión,
entre ellas las comunidades de clausura, ancianos, a los que se encuentran en los
hospitales, a los presos, etc. En una palabra, ha dicho, saludo a toda la familia
de los creyentes y a todos los ciudadanos de Nápoles: estoy entre vosotros, queridos
amigos, para compartir con vosotros la Palabra y el Pan de la Vida.
Seguidamente
el Santo Padre ha manifestado que, meditando sobre las Lecturas bíblicas de este domingo
y pensando a la realidad de Nápoles, ha quedado impresionado porque hoy la Palabra
de Dios lleva como argumento principal la oración, es más,”la necesidad de rezar siempre
y sin cansarse”, como dice el Evangelio. Pensándolo bien, se comprende que esta Palabra
contiene un mensaje ciertamente a contracorriente, destinado sin embargo a iluminar
en profundidad la conciencia de esta Iglesia vuestra y de esta vuestra Ciudad. Lo
resumiría así: “La fuerza, que en silencio y sin clamores cambia el mundo y lo transforma
en Reino de Dios, es la fe, y expresión de la fe es la oración. Cuando la fe se colma
de amor a Dios, reconocido como Padre bueno y justo, la oración se hacer perseverante,
insistente, se convierte en un gemido del espíritu, un grito del alma que penetra
en el corazón de Dios. Hasta tal punto la oración se convierte en la fuerza más grande
para la transformación del mundo. Ante estas realidades sociales difíciles y complejas,
como seguramente lo es la vuestra, es necesario reforzar la esperanza, que se funda
en la fe y se expresa en una oración incansable. Es la oración quien mantiene encendida
la llama de la fe”.
Y aludiendo a las lecturas bíblicas escuchadas, el Papa
ha manifestado, que estas presentan algunos modelos para inspirarnos en esta profesión
de fe. Son estos la imagen de la viuda que encontramos en la parábola evangélica y
la de Moisés, de quien habla el libro del Éxodo. La viuda del Evangelio nos hace pensar
en los pequeños, en los últimos, y también en tantas personas, sencillas y rectas,
que sufren los abusos, se sienten impotentes ante el constante malestar social y se
sienten tentados de desanimarse. A estos Jesús les repite: mirad con qué tenacidad
insiste esta pobre viuda y al final es escuchada por el juez deshonesto!
“La
fe nos asegura que Dios escucha nuestra oración y nos oye en el momento oportuno,
aunque la experiencia de cada día parece desmentir esta certeza. En efecto, ante ciertos
hechos de crónica, o ante tantos desastres cotidianos de los que los periódicos ni
siquiera hablan, enseguida sube al corazón la súplica del antiguo profeta: “¿Hasta
cuándo, Señor, te suplicaré y no me escuchas; a ti levantaré el grito: ‘Violencia!,
y no nos socorres?”.
“La respuesta a esta invocación suplicante es una sola”
ha afirmado Benedicto XVI: Dios no puede cambiar las cosas sin nuestra conversión,
y nuestra verdadera conversión comienza con el “grito” del alma, que implora perdón
y salvación. La oración cristiana no es, por tanto, expresión de fatalismo o de inercia,
al contrario, es lo opuesto. A la evasión de la realidad, del intimismo consolador:
es fuerza de esperanza, máxima expresión de la fe en la potencia de Dios que es Amor
y no nos abandona.
La oración que Jesús nos enseñó, culminada en Getsemaní,
tiene carácter agónico, es decir, de lucha, porque se alinea decididamente del lado
del Señor para combatir la injusticia y vencer el mal con el bien; es el arma de
los pequeños y de los pobres de espíritu, que repudian todo tipo de violencia. Más
aún, que responde a ella con la no violencia evangélica, testimoniando así que la
verdad del Amor es más fuerte que el odio y que la muerte.
Esto emerge también
de la primera Lectura, el célebre relato de la batalla entre los Israelitas y los
Amalecitas. Determinante en la suerte de aquel duro conflicto fue justamente la oración
dirigida con fe al verdadero Dios. Dios tiene necesidad de las manos alzadas de su
siervo! Los brazos en alto de Moisés nos hacen pensar en los de Jesús en la cruz:
brazos extendidos y clavados con los que el Redentor ha vencido la batalla decisiva
contra el enemigo infernal. Y ahora, interiormente iluminados por la Palabra de Dios,
volvamos a mirar la realidad de vuestra Ciudad, donde no faltan energías sanas, gente
buena, culturalmente preparada y con un sentido vivo de la familia.
“Para
muchos sin embargo vivir no es simple: son tantas las situaciones de pobreza, de carencia
de alojamiento, de desempleo o subempleo, di falta de perspectivas de futuro. Existe
además el triste fenómeno de la violencia. No se trata solo del lamentable numero
de los delitos de la camorra, sino también del hecho que la violencia tiende cada
vez más a convertirse en una mentalidad extendida, insinuándose en los pliegues del
vivir social, en los barrios históricos del centro y en las nuevas y anónimas periferias,
con el riesgo de atraer especialmente a la juventud, que crece en ambientes en los
que prospera la ilegalidad, lo sumergido y la cultura del arreglárselas”.
Ante
esta situación el Papa ha invitado a los hombres y mujeres de buena voluntad, mientras
se celebra en Nápoles el Encuentro de los líderes religiosos por la paz, que tiene
como lema: “Por un mundo sin violencia. – Religiones y culturas en diálogo” a intensificar
los esfuerzos para una seria estrategia de prevención, que se dirija a la escuela,
hacia el trabajo y en el ayudar a los jóvenes a gestionar el tiempo libre. Es necesaria
una intervención que implique a todos en la lucha contra cualquier forma de violencia,
partiendo desde la formación de las conciencias y transformando las mentalidades,
las actitudes y los comportamientos de cada día.
Benedicto XVI también en
su homilía ha recordado las dos visitas que realizó a Nápoles Juan Pablo II y ha finalizado
aludiendo a una expresión que aparece en la Carta pastoral del cardenal Arzobispo
de Nápoles, Crescenzio Sepe: “La semilla de la esperanza es tal vez la más pequeña,
pero puede dar vida a un árbol frondoso y dar mucho fruto”. Esta semilla existe y
actúa en Nápoles, a pesar de los problemas y las dificultades. Oremos al Señor para
que haga crecer en la comunidad cristiana una fe auténtica y una firme esperanza,
capaz de contrastar eficazmente el desánimo y la violencia. Nápoles tiene, ciertamente,
necesidad de adecuadas intervenciones políticas, pero también y antes que nada de
una profunda renovación espiritual; tiene necesidad de creyentes que ponga su confianza
plenamente en Dios, y con su ayuda se comprometan en defender los valores del Evangelio
en la Sociedad, Pidamos para esto la ayuda de María y la de vuestros santos Protectores,
en particular la de San Genaro.