2007-10-18 16:01:06

Jornada Mundial de las Misiones 2007: “Dichosos los que creen”


Jueves, 18 oct (RV).- Este domingo se celebra la Jornada Mundial de las Misiones, el DOMUND 2007, bajo el tema: Dichosos los que creen.

A partir de los testimonios recibidos en la Dirección Nacional de las Obras Misionales Pontificias agradeciendo las ayudas recibidas, se puede apreciar claramente cómo la fe es verdaderamente un don que no sólo llena de dicha el corazón del que cree, sino que se irradia a todos los hombres. Estos breves párrafos, entresacados de las numerosas y largas cartas recibidas, son sólo una pequeña muestra de esa irradiación que tienen las donaciones que de forma espontánea se hacen desde la Iglesia en España para ayudar a que la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe cumpla su cometido.

En este sentido, la Iglesia española invita a Vivir la Jornada del DOMUND con la intensidad de quien se reconoce agradecido por el don de la fe y desea transmitirlo a los demás. Asimismo se recuerda que la Jornada Mundial de las Misiones (DOMUND) se lleva a cabo en el contexto del “Octubre misionero”, implicando de este modo a los fieles en la oración, el sacrificio y la cooperación económica por las misiones. De ahí que el llamamiento sea a promover en las comunidades cristianas el ejercicio de la caridad como “el alma de toda actividad misionera”, y a ser solidarios con los pobres a través de los misioneros, que no sólo dan lo que tienen, sino que se dan a sí mismos.

El tema elegido para la esta Jornada mundial de las misiones —«Todas las Iglesias para todo el mundo»— lo explicaba muy bien el propio Benedicto XVI cuando en su mensaje para esta celebración recordaba que a través de esta Jornada “se invita a las Iglesias locales de los diversos continentes a tomar conciencia de la urgente necesidad de impulsar nuevamente la acción misionera ante los múltiples y graves desafíos de nuestro tiempo. Ciertamente, han cambiado las condiciones en que vive la humanidad, y durante estos decenios, especialmente desde el concilio Vaticano II, se ha realizado un gran esfuerzo con vistas a la difusión del Evangelio”.

El Santo Padre recordaba asimismo en su mensaje la necesidad de llevar la misión ad gentes sobre todo en una sociedad como la nuestra en la cada vez avanza de forma más rápida “la cultura secularizada, que a veces parece penetrar cada vez más en las sociedades occidentales, considerando además la crisis de la familia, la disminución de las vocaciones y el progresivo envejecimiento del clero, esas Iglesias corren el peligro de encerrarse en sí mismas, de mirar con poca esperanza al futuro y de disminuir su esfuerzo misionero”. Pero ante estas incertidumbre, el Papa recuerda que “este es precisamente el momento de abrirse con confianza a la Providencia de Dios, que nunca abandona a su pueblo y que, con la fuerza del Espíritu Santo, lo guía hacia el cumplimiento de su plan eterno de salvación”.

El mensaje del Obispo de Roma finaliza invitando a todas las comunidades, a que “eleven su oración al «Padre nuestro que está en el cielo», para que venga su reino a la tierra. Hago un llamamiento en particular a los niños y a los jóvenes, siempre dispuestos a generosos impulsos misioneros. Me dirijo a los enfermos y a los que sufren, recordando el valor de su misteriosa e indispensable colaboración en la obra de la salvación. Que la Virgen María, que acompañó con solicitud materna el camino de la Iglesia naciente, guíe nuestros pasos también en esta época y nos obtenga un nuevo Pentecostés de amor. En particular, que nos ayude a todos a tomar conciencia de que somos misioneros, es decir, enviados por el Señor a ser sus testigos en todos los momentos de nuestra existencia”.







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