2007-10-14 15:33:34

Inauguración del año académico de la Pontificia Universidad Gregoriana


Domingo, 14 oct (RV).- «Muchos de nosotros llevamos, quizá, las heridas de nuestros pueblos, las de guerras, enfermedades, condiciones materiales difíciles, que llegan incluso a la persecución. No estamos aquí para olvidar o para huir de condiciones complicadas, sino para prepararnos a volver a nuestros países y a las situaciones de donde provenimos como misioneros, hombres y mujeres cultos y santos, que no viven para sí mismos, sino para el Señor que murió y resucitó por nosotros». Con estas palabras se dirigió el Card. Ivan Dias, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, a la comunidad universitaria de la Pontificia Universidad Urbaniana, en la Santa Misa que presidió para la inauguración del año académico 2007-2008.

«Venimos de tantos países que representan mundos y culturas diversas y sin embargo, pertenecemos a una única familia sin confines, en la cual lo que nos podría separar se compone en la comunión con el Señor y en la escucha fiel de su palabra», señaló el purpurado, reflexionando luego sobre la página del Evangelio en la que Jesús nos habla del Buen Samaritano.

Aquella en la que los Padres de la Iglesia vieron «al mismo Señor que se inclina ante las heridas de la humanidad, como sanador y como salvador». El Card. Dias, enfatizó que «el Evangelio nos interpela en un mundo en el que la distancia con los pobres se ha vuelto un abismo, en el que el miedo lleva al fastidio, al desprecio e incluso a la violencia con respecto a los mismos pobres».

Ante este mundo, recordó también el prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos «la compasión es la característica del cristiano, es el camino al amor hacia el prójimo, que, como vemos en la parábola que nos presenta Jesús, pasa a través del cuidado y de la atención al pobre». A los queridos amigos profesores y alumnos universitarios el Card. Dias les recordó que «sin el amor al prójimo, en particular a los pobres, toda ciencia es inútil».

Exhortando a una vida en la caridad e invitando a no dejarse vencer por el mal, sino a vencer el mal con el bien, el purpurado recordó que «estamos en un mundo en el que todo parece provisorio, en el que el hombre se siente dueño absoluto de la vida y de la muerte», por lo que alentó a permanecer anclados al Señor, fortaleciendo nuestro conocimiento sobre Él, amándolo como Él nos amó y amándonos todos los unos a los otros sin distinción, para ser anunciadores infatigables del Evangelio.







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