2007-10-04 15:14:38

Universalidad de san Francisco de Asís


Jueves, 4 oct (RV).- En esta festividad de san Francisco, patrono de Italia y fundador de la Orden Franciscana tenemos con nosotros al ministro general de la Orden de los Franciscanos de los Hermanos Menores, padre José Rodríguez Carballo, que nos habla de la universalidad del Pobrecito de Asís. RealAudioMP3

San Francisco de Asís
Francisco nace en Asís 1182. Cuando cumplió 24 años tuvo sueño revelador, que le llevó a renunciar los bienes paternos y a la familia, y poco después del escándalo que organizó cuando se presentó desnudo en la plaza de su ciudad, varios jóvenes se le unieron para dedicarse a una vida según el evangelio. Murió muy joven, a los 44 años.

Patrono de Italia. Se convirtió al Evangelio y lo vivió en libertad y alegría, siguiendo a Cristo humilde, pobre y casto, según el espíritu de las bienaventuranzas. Predicó por todas las calles el amor del Señor, contribuyendo a la renovación de la Iglesia.

A San Francisco lo declaró santo el pueblo, antes de que el Sumo Pontífice le concediera ese honor. Todos, aun los no católicos, lo quieren y lo estiman. Lo quieren los pobres, porque él se dedicó a vivir en total pobreza, pero con gran alegría. Lo estiman los ecologistas porque él fue el amigo de las aves, de los peces, de las flores, del agua, del sol, de la luna y de la madre tierra. Y con el rezan los corazones sinceros agradecidos:

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, que yo lleve Amor.
Donde haya discordia, que yo lleve la unión.
Donde haya duda, que yo lleve la Fe.
Donde haya desesperación, que yo lleve la Esperanza.
Donde haya tristeza, que yo lleve la Alegría.
Donde haya tinieblas, que yo lleve la Luz.


En su Testamento escribió:

Éramos iletrados y súbditos de todos. Yo trabajaba con mis manos, y quiero firmemente que todos los otros hermanos trabajen en trabajo que conviene al decoro. Los que no saben, que aprendan, no por la codicia de recibir el precio del trabajo, sino por el ejemplo y para rechazar la ociosidad. Y cuando no se nos dé el precio del trabajo, recurramos a la mesa del Señor, pidiendo limosna de puerta en puerta. El Señor me reveló que dijésemos el saludo: El Señor te dé la paz.







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