En el aniversario de la proclamación de santa Teresa de Lisieux como co-patrona de
las Misiones el Papa invita a los jóvenes europeos a entregarse sin desfallecer para
anunciar en todos los continentes la salvación de Cristo
Lunes, 1 oct (RV).- «Que el Señor siembre en el corazón de numerosos jóvenes europeos
el anhelo de entregarse sin desfallecer para anunciar en todos los continentes la
salvación de Cristo». Es el anhelo que escribe Benedicto XVI en una carta enviada
al cardenal Ivan Dias, en ocasión del Año de la Misión en Francia. El Papa pone de
relieve que este año coincide con el 80 aniversario de la proclamación de Santa Teresa
de Lisieux como patrona de las Misiones junto con Francisco Javier, por parte de Pío
XI - «que respondió así a las solicitudes que le llegaban de todo el mundo» - y con
el reconocimiento con el que Juan Pablo II proclamaba, hace diez años, a Santa Teresita
como Doctora de la Iglesia.
En su carta al cardenal Prefecto de la Congregación
para la Evangelización de los Pueblos - hecha pública hoy precisamente en la festividad
de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz - el Papa señala que por voluntad
de los encargados de las peregrinaciones a Lisieux y de los servicios de cooperación
misionera de la Conferencia Episcopal de Francia, este Año 2007 es un año misionero.
Tras destacar la importancia de «seguir los pasos de Teresita y de las primeras
comunidades cristianas, para que Cristo sea conocido y amado por doquier», Benedicto
XVI recuerda también que fue este mismo anhelo el que impulsó a su predecesor, Pío
XII, a donar a la Iglesia la Encíclica Fidei donum, hace ahora 50 años. Invitando,
con este documento, a todos los cristianos a una atención renovada en lo que respecta
a las misiones, hasta los extremos confines de la tierra.
«Por su parte, santa
Teresa de Lisieux – recuerda Benedicto XVI – sin salir jamás del Carmelo, por medio
de su oración contemplativa y de la correspondencia que mantenía con los misioneros,
vivió a su manera, un auténtico espíritu misionero, acompañando a cada uno en su servicio
al Evangelio y donando al mundo una nueva vida espiritual».
«Desde Pío XI hasta
nuestros días, los Papas nunca han dejado de recordar los lazos entre oración, caridad
y acción en la misión de la Iglesia», reitera Benedicto XVI, deseando luego que las
celebraciones que tienen lugar en Lisieux «afiancen en todos los bautizados su sentido
misionero, por medio de la oración, del testimonio de vida y del compromiso cristiano
en todas sus formas. Para que todos los fieles sean misioneros en su vida cotidiana
y con el fin de que nazcan vocaciones para el anuncio del Evangelio a los hombres
que todavía no lo conocen».
La carta del Papa termina rogando a la «Virgen
María, Madre de la Iglesia, y a santa Teresa del Niño Jesús para que obtengan numerosos
frutos espirituales en este Año de la Misión, en el que todos los fieles están invitados
a cooperar con mayor impulso en el dichoso anuncio del Evangelio».