2007-09-15 16:27:39

El Papa renueva su sincera y profunda gratitud a las clarisas del Monasterio de la Inmaculada Concepción, de Castelgandolfo, y subraya la importancia de esta Fraternidad en la misión del Pastor de la Iglesia Universal


Sábado, 15 sep (RV).- Benedicto XVI ha renovado su sincera y profunda gratitud a las clarisas del Monasterio de la Inmaculada Concepción, que se encuentra en Albano Laziale, en las Villas Pontificias de Castelgandolfo, «a la sombra de la casa del Papa». El Santo Padre ha hecho hincapié en la importancia de la oración cotidiana e intensa participación espiritual de esta Fraternidad en la misión del Pastor de la Iglesia Universal. Pues, en el silencio de la clausura y en la entrega total y exclusiva de sí mismas a Cristo, según el carisma franciscano, estas religiosas brindan «a la Iglesia un servicio precioso»

En su audiencia a estas 22 clarisas, que ha recibido al final de esta mañana, en el Palacio Apostólico de Castelgandolfo, Benedicto XVI ha evocado el profundo aprecio de sus Predecesores por el apostolado y testimonio de las religiosas contemplativas. Citando, en particular, a los Siervos de Dios Pablo VI y Juan Pablo II.

Recordando luego las palabras con las que el amado Juan Pablo II encomendó a la oración de las clarisas a su persona, a la Iglesia y a toda la humanidad, Benedicto XVI ha reiterado que ellas no han abandonado el mundo, para no sufrir las angustias del mundo. sino que lo llevan en su corazón y, en el atormentado escenario de la historia, acompañan a la humanidad con su oración.

Por esa presencia ‘escondida y auténtica’, en la sociedad y aún más en la Iglesia», el Papa mira con confianza esas manos juntas que rezan: «He aquí, queridas hermanas, lo que el Papa espera de vosotras: que seáis antorchas ardientes de amor, ‘manos juntas’ que velan en oración incesante, desprendidas totalmente del mundo, para sostener el ministerio de aquel que Jesús ha llamado a guiar a su Iglesia. ‘Hermanas pobres’ que, siguiendo el ejemplo de san Francisco y de santa Clara, observan ‘el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin ninguna propiedad y en castidad. Aunque no siempre la opinión pública recibe el eco del compromiso silencioso de quienes, como vosotras, anhelan vivir con sencillez y alegría el Evangelio, estad seguras de que es verdaderamente extraordinaria la aportación que dais a la obra apostólica y misionera de la Iglesia en el mundo, y Dios seguirá bendiciéndoos con el don de tantas vocaciones, como ha hecho hasta ahora».

Con el anhelo de que san Francisco, santa Clara y los numerosos santos de esta Orden las ayuden a ‘peseverar fielmente hasta el fin’ en su vocación, el Papa ha encomendado, en particular, a las clarisas a la Virgen María, que hoy la liturgia contempla a los pies de la Cruz, asociada íntimamente a la misión de Cristo y copartícipe en la obra de la salvación, con su dolor de madre. En el Calvario, Jesús nos la donó como madre y nos encomendó a Ella como hijos, ha recordado Benedicto XVI, deseando que la Virgen de los Dolores obtenga para estas religiosas el don de seguir a su Hijo divino crucificado y de abrazar con serenidad las dificultades y pruebas de la vida cotidiana.







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