El Papa recuerda que, para construir una Unión Europea pacífica y justa, son necesarias
políticas económicas y sociales que tutelen el matrimonio y la familia, las raíces
cristianas de Europa, el derecho a la vida, a la libertad religiosa y la caridad
Jueves, 13 sep (RV).- Benedicto XVI ha dado su bienvenida, esta mañana, al nuevo embajador
de Eslovaquia ante la Santa Sede, Josef Dravecký. En una audiencia que ha tenido lugar
en el Palacio Apostólico de Castelgandolfo, con motivo del acto de presentación de
las Cartas Credenciales, el Papa ha puesto de relieve, en su discurso, los antiguos
lazos que unen al Obispo de Roma con el pueblo eslovaco, gracias a los santos Cirilo
y Metodio.
Recordando luego que el próximo año se cumple el décimo quinto aniversario
del establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y Eslovaquia, el
Pontífice ha hecho hincapié en el respeto mutuo y afecto que impulsan estas relaciones
y que han dado vida a una fructuosa colaboración. Como la ratificación, por parte
del gobierno eslovaco, de dos de los cuatro artículos del Acuerdo, que se firmó el
año 2000 y que se refieren al servicio espiritual que se brinda a los católicos y
a la educación católica en esta nación.
En este contexto, Benedicto XVI ha
expresado su gratitud por las palabras con que el nuevo embajador de Eslovaquia ha
asegurado el compromiso de su gobierno en lo que respecta a los otros dos temas del
mismo acuerdo. Los que contemplan la objeción de conciencia y la financiación de las
actividades de la Iglesia.
Asegurando la completa disponibilidad de la Santa
Sede para asistir al nuevo embajador de Eslovaquia y a los demás miembros de su misión
diplomática, con el fin de que se alcancen estos importantes objetivos, Benedicto
XVI ha reiterado, luego, la importancia de que «los estados sigan garantizando a la
Iglesia la libertad de establecer y administrar escuelas católicas que brinden a los
padres la oportunidad de elegir medios de educación que impulsen la formación cristiana
de sus hijos». Una educación sólida alimenta todas las dimensiones - incluso la religiosa
y la espiritual - de la persona y de su dignidad humana, ha recordado el Papa, destacando
que «es interés de la Iglesia y del estado, ofrecer a los jóvenes aquellos valores
que redundarán en sus deberes civiles y en sus vidas como adultos».
Refiriéndose
también a otros temas de apremiante actualidad, como el matrimonio y la familia -
tan importantes para el futuro feliz de los jóvenes y para la estabilidad social de
la nación - el Santo Padre ha insistido en la necesidad de que «las comunidades civiles
hagan todo lo posible para promover políticas económicas y sociales que ayuden a los
matrimonios jóvenes, favoreciendo así su legítimo anhelo de formar una familia». «Las
familias sólidas se fundan en matrimonios sólidos y las sociedades sólidas se afianzan
en familias sólidas», ha recordado el Papa, refiriéndose a la preocupación de los
obispos eslovacos por el aumento de los divorcios y del número de niños concebidos
fuera del matrimonio.
Lejos de permanecer indiferente ante el matrimonio,
el estado debe reconocer, respetar y sostener esta institución, como unión estable
entre un hombre y una mujer, que se comprometen voluntariamente en compartir una vida
de amor y fidelidad, ha afirmado una vez más Benedicto XVI. Destacando además que,
también este ámbito, abre la puerta para una mayor colaboración entre la Iglesia católica
y el estado, ayudando así a asegurar un futuro sereno a la nación eslovaca.
Antes
de concluir su denso discurso, Benedicto XVI ha puesto de relieve también los esfuerzos
de la República Eslovaca en la promoción del progreso social, sin olvidar su importante
papel en la comunidad internacional y en dar un nuevo impulso al alma del continente
europeo. En particular, gracias a su rica herencia cultural y espiritual, ha señalado
el Papa.
El Pontífice ha evocado el «heroico sacrificio de los innumerables
hombres y mujeres» que - como había recordado el mismo embajador eslovaco - durante
los largos años de régimen comunista - en tiempos tan difíciles que no contemplaban
ni los derechos humanos ni la libertad religiosa, en particular de la Iglesia católica
- «testimoniaron su arraigo en la fe cristiana». Defendiendo el derecho a la vida,
a la libertad religiosa y al servicio caritativo en favor del prójimo, «valores esenciales,
que son imperativos para construir una Unión Europea pacífica y justa».