El Papa en la homilía de clausura en Loreto, insta a los jóvenes a rechazar los comportamientos
arrogantes, a escoger la humildad, y a tutelar la creación
Domingo, 2 sep (RV).- Benedicto XVI ha presido esta mañana en la explanada de Montorso
de Loreto la Santa Misa en la que han participado más de 300 mil jóvenes con motivo
del Ágora de los jóvenes italianos, con los que se encuentra desde ayer. En la homilía
el Santo Padre ha reflexionado sobre los textos que nos propone la Liturgia de la
Palabra de hoy.
En primer lugar el Pontífice ha recordado que tras la vigilia
de la pasada noche, el encuentro lauretano se concluía con la solemne celebración
eucarística, y después de saludar y dar las gracias de manera particular a los obispos
y a cuantos han hecho posible el desarrollo de este encuentro, ha aludido a la Carta
a los hebreos: “Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo.
Celebrando la Eucaristía a la sombra de la Santa Casa, también nosotros nos acercamos
a la reunión festiva y a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo”.
Con
María, Madre del Redentor y Madre nuestra, vamos sobre todo al encuentro “al mediador
de la Nueva Alianza”, nuestro Señor Jesucristo. Jesucristo, Dios hecho hombre, ha
asumido en María la misma carne, ha tomado parte de nuestra vida y ha querido compartir
nuestra historia. Para realizar su Alianza, Dios ha buscado un corazón joven y lo
ha encontrado en María, “mujer joven”.
“También hoy Dios busca corazones jóvenes,
busca jóvenes de corazón grande, capaces de hacerle espacio a Él en su vida para ser
protagonistas de la Nueva Alianza”, ha exclamado el Papa, recordando que para acoger
una propuesta fascinante como aquella que nos hace Jesús, para estrechar Alianza con
Él, “es menester ser jóvenes interiormente capaces de dejarse interpelar por su novedad,
para emprender con Él caminos nuevos”. Jesús tiene predilección por los jóvenes, como
se evidencia en el diálogo con el joven rico: “respeta la libertad pero no se cansa
jamás de proponerles metas más altas para la vida, la novedad del evangelio y la belleza
de una conducta santa.”
Seguidamente el Santo Padre se ha preguntado sobre
lo que nos hace verdaderamente “jóvenes” en sentido evangélico y, como respuesta,
ha aludido al Santuario mariano, que nos invita a mirar a la Virgen y al canto del
Magnificat: Dios “ha mirado la humildad de su esclava”. La humildad de María, ha explicado
el Papa, es lo que más aprecia Dios de Ella
Precisamente de la humildad, ha
recordado, nos hablan las otras dos lecturas. Aquí nuestro pensamiento va naturalmente
a la Santa Casa de Nazaret que es el santuario de la humildad. Esta perspectiva indicada
por las Escrituras aparece hoy como una provocación para la cultura y la sensibilidad
del hombre contemporáneo: “Al humilde se le percibe como uno que ha renunciado, un
fracasado, uno que no tiene nada que decir al mundo. Sin embargo ésta es la vía maestra,
no solamente porque la humildad es una gran virtud humana, sino porque, en primer
lugar, representa el modo de actuar de Dios mismo. Es el camino elegido por Cristo,
el Mediador de la Nueva Alianza, el cual apareciendo en su porte como hombre, se humilló
a sí mismo obediente hasta la muerte y en la Cruz”.
Me parece ver en esta
palabra de Dios sobre la humildad, les ha dicho Benedicto XVI a los jóvenes, un mensaje
importante y muy actual para vosotros, que queréis seguir a Cristo y formar parte
de su Iglesia. El mensaje es este: “no sigáis la vía del orgullo, sino la de la humildad.
Id contra corriente, no escuchéis las voces interesadas y sugerentes que hoy desde
muchas partes propagan modelos de vida impregnados de arrogancia y de violencia, de
prepotencia y de éxito a cualquier precio, el aparentar y el tener, en detrimento
del ser”.
“¡Vigilad! ¡Sed críticos!”, les ha exhortado el Pontífice. No tengáis
miedo de preferir caminos “indicados por el amor verdadero. No tengáis miedo de parecer
distintos y de ser criticados por aquello que puede parecer fracaso y fuera de moda”.
Vuestros coetáneos, y también los adultos, y especialmente los que parecen más alejados
de los valores del Evangelio, necesitan profundamente “ver a alguien que se atreva
a vivir en plenitud la humildad manifestada por Jesucristo”.
Llegados a este
punto de la homilía, que ha tenido como telón de fondo la humildad de María, el Santo
Padre ha afirmado que la humildad no es un camino de renuncia sino de valentía. Es
el resultado de una victoria del amor sobre el egoísmo y de la gracia sobre el pecado.
Siguiendo a Cristo e imitando a María debemos tener la valentía de la humildad. Grandes
prodigios ha hecho el Señor en María y en los Santos.
Seguidamente el Papa
ha recordado a algunos santos emblemáticos italianos comenzando por Francisco de Asís
y Catalina de Siena, patronos de Italia. Y pienso, ha dicho textualmente, a tantos
muchachos y muchachas que están en el catálogo de los santos “anónimos”, pero no son
anónimos para Dios. “Para Él cada persona es única, con su nombre y su rostro –ha
insistido Benedicto XVI- Todos, y vosotros lo sabéis, ¡estamos llamados a ser santos!”.
Después el Papa ha enumerado algunos desafíos que deben afrontar: “El primero, el
de seguir a Cristo hasta el final, sin reservas ni compromisos. Y seguir a Cristo
significa sentirse parte viva de su cuerpo, que es la Iglesia. No se puede ser discípulo
de Jesús si no se quiere y no se sigue a su Iglesia. La Iglesia es nuestra familia,
en la que el amor hacia el Señor y hacia los hermanos, sobre todo en la participación
en la Eucaristía, nos hace experimentar la alegría de poder pregustar, ya ahora, la
vida futura que será iluminada por el amor. Que nuestro compromiso sea el de vivir
aquí como si estuviéramos ya allí. Sentirse Iglesia es por lo tanto vocación a la
santidad para todos; es el esfuerzo cotidiano para construir la comunión y la unidad
venciendo toda resistencia y superando toda incomprensión”.
Seguir a Cristo,
comporta, les ha dicho el Papa a los jóvenes, además el esfuerzo constante de dar
la propia contribución en la edificación de una sociedad más justa y solidaria, donde
todos puedan gozar de los bienes de la tierra. A este punto Benedicto XVI ha subrayado
la urgencia de trabajar en la salvaguarda de la creación: “A las nuevas generaciones
se les confía el futuro del planeta, en el que se evidencian signos de un desarrollo
que muchas veces no ha sabido tutelar los delicados equilibrios de la naturaleza”.
Antes de que sea demasiado tarde, ha insistido el Papa, es menester adoptar desafíos
valientes, que sepan recrear una fuerte alianza entre el hombre y la tierra: “Sirve
un sí decidido a la tutela de la creación y un compromiso fuerte para invertir aquellas
tendencias que corren el riesgo de llevar a situaciones de degrado irreversible”.
Benedicto XVI ha apreciado la iniciativa de la Iglesia italiana el haber promovido
la sensibilidad sobre las problemáticas de la salvaguarda de la creación dedicando
una Jornada nacional fijada el 1 de septiembre. Este año, ha recordado el Papa, dicha
jornada ha estado dedicada sobre todo al agua, un bien precioso que, si no se comparte
de manera equitativa y pacífica, se convertirá por desgracia, en motivo de duras tensiones
y ásperos conflictos.
El Santo Padre ha finalizado su homilía recordándoles
que les confiaba estas consideraciones, como empuje para seguir a Cristo para ser
testigos de su esperanza y de su amor. También les ha invitado a la Jornada Mundial
de la Juventud el próximo año en Sydney, en el segundo año del Ágora y ha pedido a
la Virgen de Nazaret que ayude a los jóvenes a ser dóciles a la obra del Espíritu
Santo como lo fue Ella y a ser misioneros del Evangelio entre sus coetáneos en todos
los rincones de Italia.