2007-08-31 15:04:03

El enviado del Papa a Perú recuerda al final de su viaje que la Eucaristía es la más alta escuela de humildad, sabiduría espiritual y fuente de la paz del corazón. Oración de consagración


Viernes, 31 ago (RV).- Con una Misa solemne, presidida por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado y enviado especial del Santo Padre, se clausuró el IX Congreso Eucarístico Nacional de Perú. Más de 40 Cardenales, arzobispos y obispos concelebraron con el Legado Pontificio en las afueras de la Catedral de Chimbote.

En la homilía de la misa, el cardenal Bertone manifestó, entre otras cosas que, “mientras el rostro de Jesucristo ilumina la Palabra de Dios, ésta nos permite contemplar la profundidad del misterio eucarístico”. La Eucaristía, dijo, “es la más alta escuela de humildad y sabiduría espiritual y fuente de la paz del corazón”. En la Eucaristía “nos alimentamos de Jesucristo, manifestación suprema de la humildad misma de Dios. Recibiéndolo a Él podemos asimilar su humildad divina y siguiendo su ejemplo podemos convertirnos en constructores de paz y de amor”.

“Solamente Cristo -afirmó el purpurado italiano- puede dar esperanza verdadera a las poblaciones de Latinoamérica, permaneciendo fieles a su Evangelio y fieles a Él, podrán caminar en sintonía con la Iglesia. María, Madre Nuestra haz que todos los cristianos sean discípulos de Cristo y alcanza la concordia y la paz al Perú y Latinoamérica”.

Tras el acto de clausura, los miles de feligreses acompañaron en procesión al Santísimo Sacramento, que entre vivas y cantos pasó por las numerosas alfombras preparadas por los equipos pastorales de la Diócesis de Chimbote. Después en la Plaza de Armas de Chimbote, abarrotada por miles de files, tuvo lugar el acto de consagración de Perú a la Virgen María, presidido por el cardenal Bertone. Les ofrecemos a continuación la oración de consagración:
“Hoy, María, se vuelven hacia ti los ojos de los hermanos de Jesús, Hijo Único del Padre Eterno, y de ti, siempre Virgen. En esta hora de gracia y bendición para el Perú, deseamos reafirmar nuestra fe en Cristo, Camino, Verdad y Vida, cuya Palabra queremos acoger en nuestro corazón como Tú la acogiste, renovándonos por la Eucaristía”. Hoy queremos confiarte el futuro que nos espera, rogándote que nos acompañes en nuestro compromiso. Santa María, sabemos que el camino es arduo; esta tierra gloriosa, cuna de santos, se ve ahora afligida por la violencia y la muerte, por la pobreza y la injusticia.

 
¡Madre de la Iglesia, ilumina al Pueblo de Perú por los caminos de la fe, la esperanza y la caridad! ¡Ayúdanos a vivir el compromiso de nuestra consagración en favor de todo el pueblo peruano, de nuestra costa, sierra y selva. Conforta al que está triste y deprimido, al que no tiene familia, ni seres queridos, ni amigos. Despierta las conciencias de todos nosotros para poder responder a las necesidades de los demás, con justicia, misericordia y amor.

 
Enséñanos a renunciar a nuestras ambiciones egoístas para buscar con generosidad lo que sea útil a nuestros hermanos. María, mujer de corazón, queremos ser como tú, buenos y sencillos, aún cuando nuestro ánimo está abrumado por las preocupaciones y dificultades.

 
En tus manos, Oh Virgen, ponemos las esperanzas y las fatigas, las alegrías y las tristezas de las familias que viven en esta tierra que Tú tanto quieres. María, madre atenta y diligente, no permitas que nuestros hijos, confundidos por tantos peligros, se olvidan de Jesús.

 
Que los jóvenes del Perú busquen la voluntad de Dios en su vida y construyan un futuro radiante de esperanza para todos. Sabemos que Tú cuidas a nuestros niños, a los jóvenes, a los ancianos, a todas las familias y comunidades; a los que trabajan por la dignidad humana y por la vida: a nuestros gobernantes y a los constructores de la sociedad.

 
Consoladora de los afligidos, se sufre en esta nación, donde los hombres suspiran por un orden social, un progreso y un equilibrio cada vez más humano en la libertad: por encontrar la paz, fundada en la verdad, edificada en la justicia y vivificada por el amor.

 
Madre de la Iglesia y Madre nuestra, María, tenemos en nuestras manos todo lo que un pueblo es capaz de ofrecerte: la inocencia de los niños, la generosidad y el entusiasmo de los jóvenes, los afectos más auténticos cultivados en las familias, la ilusión de los trabajadores, los temores de los desocupados, la soledad de los ancianos, la angustia de quien busca el sentido verdadero de la existencia, el arrepentimiento sincero de quien se ha extraviado en el pecado.

 Por eso queremos ofrendar a Ti todo el Pueblo de Dios que peregrina en el Perú y ponernos cerca de tu Corazón Inmaculado de Madre, para que sigamos siendo valientes testigos de la verdad, defensores de la dignidad de nuestros hermanos, y constructores de la unidad. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios Queremos vivir para Cristo. Amén”.







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