2007-08-28 15:25:58

Santa Mónica y San Agustín


Martes, 28 ago (RV).- Les ofrecemos unas palabras del agustino Pedro Langa sobre la figura de santa Mónica, cuya memoria litúrgica celebró ayer la Iglesia RealAudioMP3
Celebramos un año más la memoria de santa Mónica, piadosa madre de san
Agustín, ejemplo de mujer fuerte, de la mujer fuerte de los Proverbios, de
la piadosa viuda de Naín, de la solícita Marta del Evangelio sirviendo al
Señor y a sus discípulos, de la contemplativa María hermana de Lázaro,
siendo paradigma, también, de contemplativos.


Un año más se nos allega corazón adentro esta excepcional mujer, y lo hace,
diría yo, como acabado paradigma de abundantes lágrimas derramadas y hechas
oración, de maternal solicitud hacia el hijo perdido, de estrecha compañía
con el ser querido, eso que tanto se echa de menos ahora, en estos tiempos
confusos, y, en fin, de piedad en la oración, y de fe en el más allá.


Santa Mónica sigue siendo en el mundo de hoy el camino a seguir por tantas y
tantas madres en apuros con sus hijos, en estos momentos tan difíciles para
la educación, para la pedagogía. Y ejemplo también de tantos contertulios en
el difícil arte de dialogar, eso que tanto necesitamos: saber dialogar, Y,
en fin, de tantas mujeres en el duro trance de soportar infidelidades
matrimoniales. De seguir el ejemplo de santa Mónica, muchos matrimonios hoy
rotos no lo estarían.


Mónica, la africana, la santa, la esposa, la madre junto a su hijo Agustín
de Hipona, se sigue enseñando al mundo de este siglo XXI, siglo de la
posmodernidad, se sigue enseñando, digo, desde su fe y sus costumbres,
dechado de virtudes y modelo de perfecta alabanza al nombre de Dios.

Asimismo el Padre Langa nos explica así la figura de San Agustín, cuya memoria litúrgica la Iglesia recuerda hoy RealAudioMP3
San Agustín. Saludable y luminoso magisterio el de san Agustín. Lo dijo el
Concilio Vaticano II. Lo recordó muchas veces aquel agustinólogo que fue
Pablo VI. Y lo sigue proclamando a menudo su gran discípulo y admirador el
Papa Benedicto XVI. Todavía resuenan los ecos de su discurso durante la
visita a la tumba del Santo en Pavía. La fecha del 28 de agosto, pleno
corazón del verano, es buena para recordar al autor de una Regla monástica
que abrazan actualmente en la Iglesia más de 400 familias religiosas. Un
documento, éste, breve, sencillo, lleno de unción y de armonía, rico de
sabias normas y antiguo el que más entre las reglas monásticas de Occidente.
La Regla de san Agustín revela a un autor amigo de Dios, al nauta del
corazón humano hecho a tantas navegaciones y a tantas borrascas en la vida,
y, en fin, al trovador de la razón y de la fe, actualísimo teniendo en
cuenta la encíclica del siervo de Dios Juan Pablo II, Fides et Ratio.


Dice san Agustín en la Ciudad de Dios que la Iglesia «peregrina entre las
persecuciones del mundo y los consuelos de Dios» (ciu. Dei XVIII, 51, 2). Un
principio, éste, que hizo suyo el Concilio Vaticano II en la LG 8. Su
apasionado amor a la Iglesia, lo mismo de joven monje, que de presbítero y
de obispo, hizo de él su más grande teólogo y su más inspirado cantor. El
ecumenismo actual, por eso, encuentra en su disputa con los donatistas una
fuente de cristalinas aguas para el diálogo, para el íntimo fervor por
Cristo y para el camino hacia la unidad en la verdad.


Otro filón que hace a san Agustín muy actual es el de la búsqueda. San
Agustín planteó su vida como búsqueda. Sin esta clave no podría entenderse
su conversión. Por eso es el santo de la perfección perfectible: el santo
que, una vez convertido, siguió convirtiéndose. Por eso también es el santo
tan entrañable que tanto enseña hoy para también nosotros seguir en este
proceso diario de conversión. Estudió y entendió la vida espiritual como un
proceso de búsqueda, pues, para él encontrar luego, también un motivo de
sosiego y de revelación, de búsqueda para el encuentro, y de encuentro para
la búsqueda, para seguir buscando.


Hay por ahí, acaba de salir, un libro publicado por la Conferencia
Episcopal, titulado Quiénes son y de dónde vienen. 498 mártires del siglo XX
en España, en cuya contraportada aparece una frase, lamentablemente omitidos
su autor y su fuente. La frase es noverim me, noverim, que en español quiere
decir: «conózcame a mí, conózcate a ti». Esta frase no es ni más ni menos
que la frase de san Agustín esculpida en el libro II de los Soliloquios,
capítulo 1, número 1, y guarda estrecha relación con su principio de la
interioridad, el cual, a su vez, lo hace con el fundamento de la búsqueda
divina. Genial san Agustín en esa búsqueda de Dios; búsqueda de la verdad y
búsqueda asimismo compartida. Su biografía, por eso, podría resumirse en un
proceso de incesante búsqueda de Dios y de continuada e ininterrumpida
búsqueda del hombre por Dios y para Dios.
 







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