Cultura y humanismo: Día Internacional de la Juventud
Miércoles, 8 ago (RV).- Conscientes de que la juventud no es sólo la causa sino también
la solución a sus propios problemas, la ONU decidió establecer el 12 de agosto como
el Día Internacional de la Juventud. Esta celebración se une a las Jornadas de la
Juventud que la Iglesia promueve cada año en todo el mundo y que sirven para transmitir
a los jóvenes la importancia que éstos tienen en la sociedad, como principales transmisores
del Evangelio, y como santos y misioneros de la esperanza en una futuro mejor, en
el que los valores de la solidaridad, la hermandad y el amor sean los que prevalezcan
frente a la desesperación, el egoísmo o la incertidumbre.
“Como yo os he amado,
amaos los unos a los otros” (Jn 13,34). Este es el mensaje para la XXII Jornada Mundial
de la Juventud de este año que sirve de preparativo para la celebración internacional
de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, la XXIII, en Sydney, Australia, del
15 al 20 de julio de 2008.
El Espíritu Santo es el hilo conductor de las últimas
Jornadas Mundiales de la Juventud, porque redescubriéndolo a través de los Sacramentos,
es cómo el hombre el general, y los jóvenes en particular, son capaces de madurar
una comprensión de Jesús cada vez más profunda.
Con esta premisa de que Dios
es amor, Benedicto XVI invita a los jóvenes a analizar, que la esencia propia de Dios,
consiste en su “ser amor”, como ya lo resalto el Pontífice en su Encíclica Deus
Caritas est. Por este motivo, en la reflexión que el Obispo de Roma lanza a los
jóvenes para esta Jornada Mundial de la Juventud, el Pontífice invita a aprender del
amor, “única fuerza capaz de cambiar el corazón del hombre”, dado por los santos,
en especial, Benedicto XVI evoca como modelo para los jóvenes, a la madre Teresa de
Calcuta. Precisamente estos son los modelos que volvió a recordar el Papa en su
recién publicado mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud 2008 en Sydney, Australia.
Muchos
jóvenes ven su vida con aprensión y se hacen tantas preguntas sobre su futuro, y se
interrogan preocupados: ¿Cómo nos podemos insertar en un mundo marcado por numerosos
y graves sufrimientos e injusticias? ¿Cómo actuar ante el egoísmo y la violencia que
parecen prevalecer? ¿Cómo contribuir para que los frutos del Espíritu inunden este
mundo herido y frágil, sobre todo el mundo de los jóvenes?. Ante estos interrogantes
Benedicto XVI insta en su mensaje a no olvidar que cuanto más grande es el don de
Dios, asimismo es grande la necesidad de recibirlo y por lo tanto más grande es la
misión de la Iglesia de dar un testimonio creíble. “Y vosotros jóvenes –se lee en
el mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud de Sydney- con la Jornada Mundial
de la Juventud, en cierta manera sois testigos de la voluntad de participar en esta
misión”.
“Queridos jóvenes os espero numerosos en Sydney –finaliza la misiva-
Será una ocasión providencial para experimentar de lleno la potencia del espíritu
Santo. Os invito a dedicar tiempo a la oración y a vuestra formación espiritual en
esta última parte del camino que nos conduce a la XXIII Jornada Mundial de la Juventud,
para que en Sydney podáis renovar la promesa de vuestro Bautismo y Confirmación. Juntos
invocaremos el Espíritu Santo, pidiendo con confianza en Dios, el don de una renovada
Pentecostés para la Iglesia y para la humanidad del tercer milenio”.