2007-07-01 15:26:58

El P. Juan José Fernández resume para Radio Vaticano la carta del Papa a los católicos en China


Domingo, 1 jul (RV).- A continuación les ofrecemos un resumen realizado por el director de los programas en lengua española de Radio Vaticano, el padre Juan José Fernández, de la densa “Carta a los Obispos, a los presbíteros, a las personas consagradas y a los fieles laicos de la Iglesia católica en la República Popular China”, que Benedicto XVI publicó ayer y a través de la cual ha querido manifestar su amor y su cercanía a los católicos que están en China.

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Carta del Papa a la Iglesia de China
P. Fernández Ibáñez

La carta manifiesta un profundo afecto hacia toda la comunidad católica en China y una apasionada fidelidad a los grandes valores de la tradición católica en el campo eclesiológico: son los dos principios en los que se inspira Benedicto XVI en la Carta a los católicos chinos. El Papa manifiesta su intensa gozo por la fidelidad de los católicos chinos a Cristo y a la Iglesia, “a veces también a precio de graves sufrimientos”.

A los fieles, el Santo padre les pide actitud de diálogo, comprensión y perdón y les invita a recorrer un camino hacia la plena comunión para permanecer fieles a Cristo y al Sucesor de Pedro, en un dialogo “respetuoso y constructivo” con el gobierno.

Por otra parte, el Papa envía un particular mensaje a las autoridades civiles y reafirma su disponibilidad al diálogo y no querer interferir en los asuntos internos de las comunidades políticas. “Que lo sepa toda la China, -afirma el Papa- la Iglesia católica tiene el vivo propósito de ofrecer una vez más, una humilde y desinteresado servicio, en lo que le concierne, para el bien de los católicos chinos y el de todos los habitantes el País”.

Las autoridades civiles, escribe Benedicto XVI, “son bien conscientes de que la Iglesia, en su enseñanza, invita a los fieles a ser buenos ciudadanos”, “pero también es claro que la Iglesia pide al Estado que garantice a los ciudadanos católicos “el pleno ejercicio de su fe, en el respeto a una auténtica libertad religiosa”.

La Santa Sede, por tanto, en nombre de toda la Iglesia católica, desea la apertura de un espacio de dialogo con las autoridades de Pekín, para que, superadas las incomprensiones del pasado, se pueda trabajar juntos por el bien del pueblo chino.

El Papa reconoce que tal normalización de las relaciones requiere tiempo, pero será, como lo esperaba también Juan Pablo II, una gran contribución a la paz en el mundo.

Viniendo a los aspectos más específicamente eclesiales, el Papa se detiene en la “situación de fuertes contrastes que afecta a los fieles laicos y a los pastores” chinos. El Papa recuerda que para la unidad de la Iglesia en cada una de las naciones, cada obispo debe estar en comunión con los demás obispos y todos, a su vez, en comunión visible y concreta con el Papa. En el capítulo séptimo el documento pontificio se detiene sobre la Asociación Patriótica, que, viene reafirmado, es un organismo querido por el Estado, extraño a la estructura de la Iglesia, con la pretensión de colocarse sobre los mismos obispos y de guiar a la comunidad eclesial. Las declaraciones de independencia y autonomía, autogestión y administración de la Iglesia son irreconciliables con la doctrina católica y además, han “causado divisiones entre el clero y los fieles”. La Carta pone en evidencia que la comunión y la unidad “son elementos esenciales e integrales de la Iglesia católica; por tanto el proyecto de una Iglesias ‘independiente’ en el ámbito religioso da la Santa Sede es incompatible con la doctrina católica”.

En los capítulos octavo y noveno el Papa afronta el delicado tema de las ordenaciones episcopales, que afecta al corazón mismo de la vida de la Iglesia y representa “un elemento constitutivo del pleno ejercicio del derecho a la libertad religiosa”. El capítulo décimo viene dedicado íntegramente a las Orientaciones para la vida pastoral, la formación del clero y de los laicos, el valor de la familia en la transmisión de la fe, que representa el ejemplo y el sostén de la nueva evangelización.

El Papa concluye convocando a todos los católicos a una Jornada de oración por la Iglesia en China, el 24 de mayo.







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