Benedicto XVI anuncia la dedicación de un año jubilar especial a san Pablo, en el
que se destacará la dimensión ecuménica del Apóstol de las Gentes, que se prodigó
por la unidad y la concordia de todos los cristianos
Jueves, 28 jun (RV).- El Papa empezó su homilía de esta tarde observando que estas
Primeras Vísperas de la Solemnidad de los santos Pedro y Pablo hacemos grata memoria
de estos dos Apóstoles, cuya sangre, junto a la de tantos otros testimonios del Evangelio,
ha hecho fecunda la Iglesia de Roma. Benedicto XVI ha dirigido luego un saludo particular
a la Delegación del Patriarcado ecuménico de Constantinopla, que intercambia la presencia
de la Delegación de la Santa Sede en Estambul, con ocasión de la fiesta de san Andrés.
El Pontífice ha vuelto a decir que estos encuentros e iniciativas no constituyen simplemente
un intercambio de cortesía entre Iglesias, sino que desean expresar el compromiso
común de hacer todo lo posible para apresurar la plena comunión entre el Oriente y
el Occidente cristianos.
Refiriéndose a San Pablo extramuros, el Papa observó
que esta Basílica, que ha visto eventos de profundo significado ecuménico, nos recuerda
cuanto sea importante orar juntos para implorar el don de la unidad, aquella unidad
por la cual san Pedro y san Pablo dieron su existencia hasta el supremo sacrificio
de la sangre. Una antiquísima tradición, que se remonta a los tiempos apostólicos,
narra que a poca distancia de este lugar se llevó a cabo su último encuentro antes
del martirio: los dos se habrían abrazado, bendiciéndose el uno al otro. Desde el
inicio la tradición cristiana ha considerado a Pedro y Pablo inseparables el uno del
otro, - añadió el Papa- si bien cada uno tuvo una misión diversa: Pedro el primero
confesó la fe en Cristo, Pablo obtuvo como don el poder profundizar en su riqueza.
Pedro fundó la primera comunidad de cristianos provenientes del pueblo elegido, Pablo
se convirtió en el apóstol de los paganos. Con diversos carismas operaron por una
única causa: la construcción de la Iglesia de Cristo.
El Santo Padre observó
además que en Roma el lazo que acomuna Pedro y Pablo en la misión, ha asumido desde
los primeros siglos un significado muy específico. Como la mítica pareja de hermanos
Rómulo y Remo, a los cuales se atribuía el nacimiento de Roma, así Pedro y Pablo fueron
considerados los fundadores de la Iglesia de Roma. Por cuanto humanamente diversos
el uno del otro, y si bien la relación entre ellos no estuviese libre de tensiones,
Pedro y Pablo aparecen como los iniciadores de una nueva ciudad, como quienes hicieron
de manera concreta nueva y auténtica el ser hermanos, hecho posible del Evangelio
de Jesucristo. Por esto se podría decir que hoy la Iglesia de Roma celebra el día
de su nacimiento, por que los dos Apóstoles colocaron las bases.
El Papa citó
entre otros a san Juan Crisóstomo, quien dijo que “el cielo no es espléndido cuando
el sol difunde sus rayos, como lo es la ciudad de Roma, que irradia el esplendor de
aquellas antorchas ardientes (Pedro y Pablo) por todo el mundo… Este es el motivo
por el cual amamos esta ciudad… por estas dos columnas de la Iglesia” (Comm.a Rm 32),
agregó
Esta tarde nuestra mirada se dirige a san Pablo, cuyas reliquias son
custodiadas en esta Basílica. Al inicio de la Carta a los Romanos él saluda a la comunidad
de Roma presentándose como «siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación» (1,1)...
Pablo es consiente de ser “apóstol por vocación”, o sea no por auto candidatura ni
por encargo humano, sino sólo por llamada y elección divina. El fue elegido «para
anunciar el evangelio de Dios» (Rm 1,1), para propagar el anuncio de la Gracia divina
que reconcilia en Cristo al hombre con Dios, consigo mismo y con los otros.
Más
adelante el Pontífice observó que por sus Cartas, sabemos que Pablo fue todo el contrario
a un hábil orador; es más: compartía con Moisés y con Jeremías la falta de este talento.
«Su presencia física es débil y la palabra menospreciable» (2 Cor 10,10), decían de
él sus adversarios… Los extraordinarios resultados apostólicos que pudo conseguir
no son por lo tanto de atribuir a una brillante retórica o a refinadas estrategias
apologéticas y misioneras. El éxito de su apostolado depende sobretodo de un empeño
personal en el anunciar el Evangelio con total dedicación a Cristo; dedicación que
no temía riesgos, dificultades y persecuciones. De esto podemos extraer una lección
importante para cada cristiano: Que La acción de la Iglesia es creíble y eficaz sólo
en la medida en la que aquellos que la conforman estén dispuestos a pagar en persona
su fidelidad a Cristo, en toda situación. Donde falta tal disponibilidad, viene a
menos el argumento decisivo de la verdad de la que la misma Iglesia depende.
Como
a los inicios, también hoy Cristo necesita de apóstoles dispuestos a sacrificarse
a sí mismos. Necesita de testimonios y de mártires como san Pablo: un tiempo violento
perseguidor de cristianos, que cuando en el camino de Damasco cayó a tierra cegado
por la luz divina, pasó sin dudar de la parte del Crucificado y lo siguió sin pensarlo.
Vivió y trabajó por Cristo; por Él sufrió y murió. ¡Cuán actual es hoy su ejemplo!,
observó el Pontífice.
Precisamente por esto el Papa dijo sentirse feliz de
poder anunciar oficialmente que al apóstol Pablo dedicaremos un especial año jubilar
del 28 de junio 2008 al 29 de junio 2009, en ocasión de los dos mil años de su nacimiento,
situado por los historiadores entre el 7 y el 10 d.C. Este “Año Paulino” podrá desarrollarse
de manera privilegiada en Roma, donde desde hace veinte siglos se conserva bajo el
altar papal de San Pablo extramuros el sarcófago, que a decir de los expertos y de
la tradición conserva los restos del apóstol. En la Basílica Papal y en la vecina
homónima Abadía Benedictina podrán tener lugar una serie de eventos litúrgicos, culturales
y ecuménicos, así como varias iniciativas pastorales y sociales, todas inspiradas
en la espiritualidad paulina. Además, una especial atención podrá ser dada a las peregrinaciones
que de varias partes querrán dirigirse en forma penitencial ante la tumba del Apóstol
para encontrar gozo espiritual.
Se promoverán asimismo convenios de estudio
y especiales publicaciones sobre los textos paulinos, para conocer siempre mejor la
inmensa riqueza de la enseñanza encerradas en ella, verdadero patrimonio de la humanidad
redentora de Cristo. Además, en todas partes del mundo, sendas iniciativas podrán
ser realizadas en las diócesis, en los santuarios, en los lugares de culto por parte
de Instituciones religiosas, de estudio o de asistencia, que llevan el nombre de san
Pablo o que se inspiran en su figura y enseñanza. Por último, el Papa indicó un particular
aspecto que deberá ser curado con singular atención durante la celebración de los
varios momentos de los dos mil años paulinos: la dimensión ecuménica. El Apóstol de
las gentes, particularmente comprometido a llevar la Buena Nueva a todos los pueblos,
se prodigó por la unidad y la concordia de todos los cristianos, terminó recordando
Benedicto XVI.