2007-06-18 15:54:02

Día Mundial del Refugiado 2007


Lunes, 18 jun (RV).- Cada año, el 20 de junio, el mundo honra el valor, la resistencia y la fuerza de los refugiados. En este sexto aniversario del Día Mundial del Refugiado miles de organizaciones en cientos de países se unirán para hacer notar no sólo las duras pruebas por las que pasan los refugiados y las causas de su exilio, sino también su determinación y voluntad para sobrevivir y las contribuciones que hacen a sus comunidades de acogida.

A menudo los refugiados huyen de su país no con fines económicos, sino porque huyen de la persecución, de la amenaza del encarcelamiento e incluso de las amenazas contra sus vidas. Necesitan un lugar seguro donde puedan recuperarse de los traumas mentales y físicos, y reconstruir sus esperanzas de un futuro mejor.

En el Día Mundial del Refugiado, no hay que olvidarse de que, tal vez, un día, nosotros nos podríamos ver en la necesidad de golpear la puerta de un extranjero esperando encontrar un techo seguro y afable. Debemos ofrecer a los refugiados la misma acogida que quisiéramos recibir si estuviéramos en su lugar.

Mientras que la mayoría de los refugiados desean volver a casa, algunos no pueden hacerlo por cuestiones de seguridad. Pero dondequiera que estén, los refugiados se esfuerzan siempre por levantarse de las cenizas y empezar de nuevo. El valor y la determinación demostrados durante sus horas más oscuras les servirán para reconstruir una nueva vida. En el Día Mundial del Refugiado, honremos estas cualidades y reconozcamos la riqueza y la diversidad que traen a nuestras sociedades.

Pero nos podemos preguntar, cómo puedo yo ayudar a un refugiado. El programa de Naciones Unidas para los refugiados, ACNUR, da algunas claves al respecto. El primer paso es entender que los refugiados no son una amenaza. Ellos sufren persecuciones y amenazas y necesitan ayuda y protección. Los refugiados son personas que bien podrían ser elementos positivos en su comunidad. Tras la aceptación está la ayuda real, que se puede canalizar a través de actividades tan diversas como apoyar a una organización no gubernamental, presionar a los gobiernos en asuntos de refugiados, o a través de cartas a los representantes locales o nacionales.

Igualmente, podría ser algo tan sencillo como incentivar a miembros de su comunidad a ayudar a las personas refugiadas, o ayudar a organizar la estadía de un refugiado en su comunidad.
La Iglesia se ha ocupado siempre de la realidad de los refugiados, de ahí que se creara el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, que en 2000, durante el Jubileo de los refugiados, presentó su carta jubilar de los derechos de los desplazados, con la que, basados en nuestra la fe religiosa y en los principios humanitarios, son reafirmados dichos derechos, entre los que figuran: el derecho a no ser devuelto a la frontera del país en el cual solicita protección y a recibir una respuesta atenta y rápida a su solicitud de ser reconocido como refugiado y obtener asilo; el derecho a ser atendido por funcionarios competentes y de buena disposición, y a no recibir trato de detenido durante el examen de su petición de asilo; el derecho a la reserva sobre las informaciones proporcionadas; el derecho a vivir con dignidad y a recibir las ayudas necesarias durante la espera de la decisión sobre su petición de asilo; el derecho de recurso en el caso de una resolución negativa acerca del reconocimiento del estatuto de refugiado y a residir en el territorio del país de asilo durante la vista del recurso; el derecho de los países más pobres – sobre los que pesa la acogida de la mayor parte de refugiados del mundo – a ser sostenidos por parte de los países ricos en su esfuerzo por cumplir las obligaciones asumidas con su adhesión a las convenciones internacionales sobre refugiados; el derecho a llevar una vida digna en el país de asilo entretanto duren las condiciones de inseguridad en el país de origen, participando activamente en la vida social y productiva del país de acogida; el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, incluido el derecho a recibir una adecuada asistencia religiosa por parte de ministros del propio credo; y el derecho de las familias separadas a saber cuanto antes donde se encuentran sus familiares dispersos y a establecer contacto con ellos; así como a ser reunificadas lo más pronto posible y protegidas como núcleo fundamental de la sociedad, entre otros muchos.

Está en manos de las personas de buena voluntad el cumplimiento de estos derechos, y sobre todo la concienciación a la sociedad de que estas personas se han encontrado con este destino, no es que lo hayan buscado, por eso merecen nuestra máxima atención.







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