Desde la ciudad de san Francisco, el Papa subraya el significado de Asís, que nos
recuerda que la fidelidad a la propia convicción religiosa se expresa en el respeto
sincero del otro, en el diálogo, en el compromiso por la paz y la reconciliación
Domingo, 17 jun (RV).- Benedicto XVI ha llegado esta mañana en helicóptero desde el
Vaticano al campo de deportes de Rivotorto. El Pontífice ha sido acogido por las autoridades
civiles italianas y el Nuncio Apostólico en Italia. Benedicto XVI al llegar a Asís,
ha visitado la Basílica de Santa Clara, donde se encuentra el cuerpo de la Fundadora
de las clarisas y está el crucifijo de san Damián, ante el cual el Papa se ha detenido
en oración. Después se ha dirigido a la comunidad de religiosas de clausura que al
final han tenido la posibilidad de saludarle personalmente.
Seguidamente,
mientras todas las campanas de Asís volteaban, el Papa se ha dirigido a la plaza de
la Basílica Inferior, donde a las 10 ha celebrado la Santa Misa, ante miles de fieles.
En la homilía el Santo Padre ha aludido varias veces al “Espíritu de Asís”, que desde
aquel evento de oración entre los representantes de las confesiones cristianas y de
las diversas religiones continúa difundiéndose en el mundo, oponiéndose “al espíritu
de violencia y al abuso de la religión como pretexto para la violencia”. “Asís – ha
explicado el Papa recordando las enseñanzas de Francisco – nos dice que la fidelidad
a la propia convicción religiosa se expresa en el respeto sincero del otro, en el
diálogo, en el compromiso por la paz y la reconciliación. La vida es el mensaje de
Francisco – manifiesta Benedicto XVI – “apoyada visiblemente sobre la opción de Cristo,
rechazando a priori cualquier tentación de indiferencia religiosa, que nada tiene
que ver con el auténtico diálogo interreligioso”.
No podría ser un planteamiento
evangélico, ni franciscano, el no alcanzar conjugar la acogida, el diálogo y el respeto
por todos con la certeza de fe que cada cristiano, al igual que el Santo de Asís,
está llamado a cultivar, anunciando a Cristo como camino, verdad y vida del hombre,
único Salvador del mundo.
La intensa Lectio del Papa en el curso de la homilía
ha tenido como tema central el de la conversión explicada por medio de la figura de
tres personajes: la de David. Referida al Antiguo Testamento; la de Francisco y, finalmente,
la del apóstol Pablo en la Carta a los Gálatas. El camino de la conversión – que el
mismo Benedicto XVI ha descrito, en su encuentro con las monjas clarisas esta mañana,
como muy arduo – es un tema particularmente querido por el Papa, y con mayor razón
en este año dedicado al octavo centenario de la conversión de san Francisco.
El
hombre es verdaderamente grandeza y miseria: es grandeza porque lleva en sí la imagen
de Dios y es objeto de su amor; es miseria porque puede hacer mal uso de su libertad
que es su gran privilegio, terminando por enfrentarse a su Creador.
El mismo
Francisco admite en su Testamento el tiempo en el que “vivía en el pecado”. Pecados,
que Benedicto XVI describe como “su manera de concebir y organizar una vida centrada
sobre sí mismo, persiguiendo vanos sueños de gloria terrena”. Hasta el momento en
el que, iniciado el camino de conversión iluminado por la gracia y por el amor de
Dios, Francisco experimentó y ejerció la misericordia hacia los leprosos.
Fue
entonces cuando la amargura mutó en “dulzura de alma y de cuerpo”. Sí, mis queridos
hermanos y hermanas, convertíos al amor y pasar de la amargura a la “dulzura”, de
la tristeza a la alegría verdadera. El hombre es verdaderamente sí mismo, y se realiza
plenamente, en la medida en la que vive con Dios, reconociéndole y amándole en los
hermanos.
Llegando luego al corazón evangélico de la Palabra de Dios de hoy,
Benedicto XVI, para explicar el dinamismo de la auténtica conversión, se ha referido
al Evangelio de Lucas exponiendo como ejemplo el episodio de la mujer pecadora rescatada
por el amor por Jesús. La misericordia que Jesús reserva a esta mujer, explotada por
tantos y juzgada por todos, no se expresa poniendo entre paréntesis la ley moral.
Para
salir de equívocos, hay que anotar que la misericordia de Jesús no se expresa colocando
entre paréntesis la ley moral. Para Jesús, el bien es bien, el mal es mal. La misericordia
no cambia las características del pecado, pero lo quema con un fuego de amor. Este
efecto purificante y sanador se realiza si hay en el hombre una correspondencia de
amor, que implica el reconocimiento de la ley de Dios, el arrepentimiento sincero,
el propósito de una nueva vida.
Y fue precisamente una vida nueva, conducida
con la opción de vivir el Evangelio cotidianamente, aquella que caracterizó el camino
de conversión de san Francisco, totalmente entregado a Cristo y al deseo de “transformarse”
en Él. Este es el ejemplo que el Papa ha exhortado a seguir para afrontar, en el
pleno espíritu de Asís, los grandes temas de nuestro tiempo, como la búsqueda de la
paz, la salvaguarda de la naturaleza, la promoción del diálogo entre todos los hombres.
El
Santo Padre tras la celebración eucarística ha venerado, en la Basílica de San Francisco,
los restos mortales del “poverello” de Asís.
Por la tarde el Papa encontrará
a un grupo de religiosas alemanas y en la Basílica superior saludará al capítulo general
de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales. Y, siempre por la tarde, el Pontífice
se reunirá asimismo, en la Catedral de San Rufino, con el clero y los religiosos.
Finalizará la jornada con otro encuentro, esta vez, con los jóvenes en la plaza de
la Basílica de Santa María de los Ángeles donde se encuentra la famosa porciúncula.