Apremiante llamamiento de Benedicto XVI en Asís para que cesen todos los conflictos
armados que ensangrientan la tierra, de forma particular en Tierra Santa, Irak, Líbano
y en todo Oriente Medio
Domingo, 17 jun (RV).- Antes de la oración mariana del Ángelus, Benedicto XVI se ha
dirigido a los fieles presentes en la plaza de la basílica donde se encuentran los
restos mortales de San Francisco de Asís, definiéndolo, a ocho siglos de la conversión
del santo, en un verdadero “lugar del alma”. En este contexto el Pontífice ha recordado
la vida de Francisco antes de su conversión, marcada por la búsqueda de alegrías y
éxitos mundanos: “Francisco se abrió a la gracia, y entró gradualmente en el reconocimiento
de Cristo, el ideal de su vida. Mi peregrinación hoy a Asís – ha dicho textualmente
el Papa – quiere recordar aquel acontecimiento, para revivir su significado y su repercusión”.
Me he detenido con particular emoción en la pequeña iglesia de san Damián,
en la que Francisco escuchó del Crucifijo la palabra programática: “Ve, Francisco,
y repara, mi casa”. Era una misión que iniciaba con la total conversión de su corazón,
para convertirse después en fermento evangélico para esparcirlo a manos llenas en
la Iglesia y en la sociedad.
También el Papa ha aludido a Rivotorto, lugar
donde estaban los leprosos, a los que el santo se acercó con misericordia, comenzando
de esta manera su vida de penitente, y también el santuario donde se evoca la pobre
demora de Francisco y sus primeros discípulos. Asimismo el Pontífice ha recordado
su estancia en la Basílica de Santa Clara así como los lugares que visitará esta tarde.
Francisco de Asís es un gran educador de nuestra fe y de nuestra alabanza:
enamorándose de Jesucristo encontró el rostro de Dios-Amor, se convierte en un apasionado
cantor, como verdadero “juglar de Dios”. A la luz de las bienaventuranzas evangélicas
se comprende la mansedumbre con la que supo vivir las relaciones con los demás, presentándose
a todos con humildad y haciéndose testigo y agente de paz”.
Desde esta Ciudad
de la paz quiero enviar un saludo a los exponentes de las demás confesiones cristianas
y de las demás religiones que en 1986 acogieron la invitación de mi venerado Predecesor
a vivir aquí, en la patria de san Francisco, una jornada Mundial de Oración por la
Paz.
Considero un deber lanzar desde aquí un apremiante y apasionado llamamiento
para que cesen todos los conflictos armados que ensangrientan la tierra, callen las
armas, y por todas partes el odio ceda al amor, la ofensa al perdón y la discordia
a la unión. Sentimos aquí, espiritualmente presentes, a todos aquellos que lloran,
sufren y mueren a causa de la guerra y de sus trágicas consecuencias, en cualquier
parte del mundo. Nuestro pensamiento se dirige de manera particular a Tierra Santa,
tan amada por San Francisco, a Irak, al Líbano, a todo Oriente Medio.
Las
poblaciones de estos países conocen, desde hace, por desgracia, demasiado tiempo,
los horrores de los combates, del terrorismo, de la violencia ciega, el espejismo
de que la fuerza puede resolver los conflictos, el rechazo a escuchar las razones
del otro y de hacer justicia. Solamente un dialogo responsable y sincero - ha afirmado
Benedicto XVI – apoyado por el generoso sostén de la Comunidad internacional, podrá
poner fin a tanto dolor y dar vida y dignidad a personas, instituciones y pueblos”.
El
Pontífice ha finalizado su alocución previa al Ángelus pidiendo a san Francisco, hombre
de paz, que obtenga del Señor que se multipliquen aquellos que acepten hacerse “instrumento
de su paz”, por medio de miles de acciones de la vida cotidiana; que cuantos ocupan
puestos de responsabilidad estén animados por un amor apasionado por la paz y por
una voluntad indómita de alcanzarla, eligiendo medios adecuados para obtenerla. Que
la Virgen santa, que el Poverello amó con corazón tierno y cantó con acentos inspirados,
nos ayude a descubrir el secreto de al paz en el milagro del amor que se cumplió en
su seno con la encarnación del Hijo de Dios.