El Papa agradece la labor de la Fundación Populorum Progressio en Latinoamérica y
el Caribe y subraya que en esta parte del mundo, rica de recursos naturales, las diferencias
en el nivel de vida deben dejar paso al espíritu de compartir los bienes
Jueves, 14 jun (RV).- Esta mañana el Santo Padre ha recibido a los miembros del consejo
de administración de la Fundación “Populorum Progressio” para América Latina y el
Caribe, reunidos estos días con ocasión de su encuentro anual. En su discurso el Papa
ha subrayado la urgencia de formar comunidades unidas en la fe, a imagen de la Sagrada
Familia de Nazaret, para contrarrestar la secularización, la proliferación de las
sectas y la indigencia de tantos hermanos. En este sentido, el Santo Padre ha considerado
fundamental que “el testimonio alegre de quien se ha encontrado con el Señor sea la
luz que ilumine a quien están buscando una vida más digna”.
Precisamente este
año se celebra el cuadragésimo aniversario de la encíclica de Pablo VI “Populorum
Progressio”, que da nombra a esta Fundación instituida por Juan Pablo II, hace quince
años, y confiada a la responsabilidad del Consejo Pontificio Cor Unum. Desde entonces
se ha dedicado a promover la misión de la Iglesia sosteniendo iniciativas específicas
en favor de las poblaciones indígenas, campesinas y afroamericanas de los países latinoamericanos
y caribeños,
“Al instituir esta Fundación, el Papa pensaba en los pueblos que,
amenazados en sus costumbres ancestrales por una cultura postmoderna, pueden ver destruidas
sus propias tradiciones, tan dispuestas a acoger la verdad del Evangelio. La Fundación
es fruto de la gran sensibilidad que Juan Pablo II demostraba por los hombres y mujeres
que más sufren en nuestra sociedad. Este trabajo, emprendido hace quince años, debe
continuar siguiendo los principios que han distinguido su empeño en favor de la dignidad
de todo ser humano y de la lucha contra la pobreza”.
El Papa ha subrayado
después dos características de la Fundación, la primera de ellas, el desarrollo de
los pueblos, que debe tener como principio pastoral una visión antropológica global
del ser humano, y aspecto que el artículo segundo de los estatutos de la Fundación
denomina “promoción humana”. La segunda característica es la ejemplaridad del método
de trabajo de la Fundación, modelo para toda estructura de ayuda.
Benedicto
XVI ha explicado que “los proyectos son estudiados por un Consejo de Administración,
compuesto por obispos de diversas áreas de América Latina, los cuales hacen una valoración
de los mismos. De este modo, la decisión está en manos de quienes conocen bien los
problemas de aquellas poblaciones y sus necesidades concretas. Así, por un lado, se
evita un cierto paternalismo, siempre humillante para los pobres y que frena su propia
iniciativa y, por otro, los fondos llegan en su totalidad a los más necesitados sin
perderse en grandes procesos burocráticos”.
La Iglesia en aquellas naciones
afronta enormes desafíos, pero al mismo tiempo es la “Iglesia de la esperanza”, que
siente la necesidad de luchar en favor de la dignidad de todo hombre, de una verdadera
justicia y contra la miseria de nuestros semejantes. América Latina es una parte del
mundo, rica por sus recursos naturales, donde las diferencias en el nivel de vida
deben dar paso a ese espíritu de compartir los bienes.
El Pontífice ha dado
las gracias de forma especial a todos aquellos que ayudan a realizar esta misión tan
significativa y a los colaboradores de Cor Unum por el continuo trabajo que están
llevando a cabo en favor de los más pobres. Además ha querido agradecer la presencia
de varios obispos provenientes del “Continente de la esperanza”, con algunos de los
cuales ha podido encontrarse durante su reciente visita apostólica a Brasil en mayo.
Discurso completo
Queridos hermanos en el Episcopado, Amados
hermanos y hermanas:
Me es muy grato recibir y saludar con afecto a los miembros
del Consejo de Administración de la Fundación “Populorum Progressio” para América
Latina y los Países del Caribe, con ocasión de su reunión anual. Este año celebramos
el cuadragésimo aniversario de la encíclica de mi predecesor Pablo VI, que da nombre
a la Fundación. Deseo agradecer a su Presidente, el Arzobispo Mons. Paul Josef Cordes,
las amables palabras que me ha dirigido en nombre también de todos vosotros. Agradezco
además la presencia de varios Obispos que vienen del “Continente de la esperanza”,
algunos de los cuales he podido saludar en mi reciente visita apostólica al Brasil.
Saludo asimismo a los representantes de la Conferencia Episcopal Italiana, que tan
generosamente contribuye a que se hagan realidad las palabras de san Ignacio de Antioquía,
cuando dice que la Iglesia de Roma «preside a la caridad» (A los Romanos, Proemio).
De modo especial, doy las gracias a todos aquellos que nos ayudan a realizar esta
misión tan significativa. Deseo saludar, por fin, a los colaboradores del Consejo
Pontificio Cor Unum, presentes también en este encuentro con el Sucesor de Pedro.
Gracias por el continuo trabajo que estáis llevando a cabo en favor de los más pobres.
Desde
hace quince años, cuando mi amado predecesor Juan Pablo II erigió la Fundación “Populorum
Progressio” confiándola a la responsabilidad del Consejo Pontificio Cor Unum, ésta
se ha dedicado a promover la misión de la Iglesia sosteniendo iniciativas específicas
en favor de las poblaciones indígenas, campesinas y afroamericanas de los Países latinoamericanos
y caribeños. Al instituir esta Fundación, el Papa pensaba en los pueblos que, amenazados
en sus costumbres ancestrales por una cultura postmoderna, pueden ver destruidas sus
propias tradiciones, tan dispuestas a acoger la verdad del Evangelio. La Fundación
es fruto de la gran sensibilidad que Juan Pablo II demostraba por los hombres y mujeres
que más sufren en nuestra sociedad. Este trabajo, emprendido hace quince años, debe
continuar siguiendo los principios que han distinguido su empeño en favor de la dignidad
de todo ser humano y de la lucha contra la pobreza.
Quiero subrayar aquí dos
características de la Fundación. En primer lugar, el desarrollo de los pueblos debe
tener como principio pastoral una visión antropológica global de la persona humana,
aspecto que el artículo segundo de los Estatutos de la Fundación llama “promoción
integral”. En este sentido, al definir este concepto el Papa Pablo VI afirmaba en
su encíclica: «Es un humanismo pleno el que hay que promover. ¿Qué quiere decir esto
sino el desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres? Un humanismo
cerrado, impenetrable a los valores del espíritu y a Dios, que es la fuente de ellos,
podría aparentemente triunfar. [...] No hay, pues, más que un humanismo verdadero,
que se abre al Absoluto en el reconocimiento de una vocación que da la idea verdadera
de la vida humana» (n. 42). Esta promoción integral tiene en cuenta el aspecto social
y material de la vida, así como el anuncio de fe, la cual da al hombre el sentido
pleno de su ser. A menudo, la verdadera pobreza del hombre es la falta de esperanza,
la ausencia de un Padre que dé sentido a la propia existencia: «con frecuencia, la
raíz más profunda del sufrimiento es precisamente la ausencia de Dios» (Deus caritas
est, 31).
La segunda característica es la ejemplaridad del método de trabajo
de la Fundación, modelo para toda estructura de ayuda. Los proyectos son estudiados
por un Consejo de Administración, compuesto por Obispos de diversas áreas de América
Latina, los cuales hacen una valoración de los mismos. De este modo, la decisión está
en manos de quienes conocen bien los problemas de aquellas poblaciones y sus necesidades
concretas. Así, por un lado, se evita un cierto paternalismo, siempre humillante para
los pobres y que frena su propia iniciativa y, por otro, los fondos llegan en su totalidad
a los más necesitados sin perderse en grandes procesos burocráticos.
Como he
afirmado en mi reciente viaje pastoral a Aparecida, la Iglesia en aquellas naciones
afronta enormes desafíos, pero al mismo tiempo es la “Iglesia de la esperanza”, que
siente la necesidad de luchar en favor de la dignidad de todo hombre, de una verdadera
justicia y contra la miseria de nuestros semejantes. América Latina es una parte del
mundo, rica por sus recursos naturales, donde las diferencias en el nivel de vida
deben dar paso a ese espíritu de compartir los bienes, como se manifiesta en la conversión
y posterior actitud de Zaqueo, el publicano del Evangelio: «La mitad de mis bienes,
Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro
veces más» (cf. Lc 19,8). Frente a la secularización, la proliferación de las sectas
y la indigencia de tantos hermanos, es apremiante formar comunidades unidas en la
fe, como la Sagrada Familia de Nazaret, en las que el testimonio alegre de quien se
ha encontrado con el Señor sea la luz que ilumine a quienes están buscando una vida
más digna.
Encomiendo los trabajos de este Consejo Pontificio Cor Unum y de
la Fundación “Populorum Progressio” a la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe,
patrona de toda América. Que Ella os asista y os guíe siempre. Como expresión de estos
vivos deseos, imparto con afecto a todos vosotros, a vuestros familiares y colaboradores,
la Bendición Apostólica.