2007-06-12 15:18:33

El Papa subraya que en una época dominada por el relativismo y el consumismo desenfrenado, cada vez es más difícil transmitir a las nuevas generaciones los valores y el significado de la existencia


Martes, 12 jun (RV).- «Acercar a Cristo y al Padre a la nueva generación, que vive en un mundo que en gran parte está alejado de Dios Amor», es el «desafío decisivo para el futuro de la fe, de la Iglesia y del cristianismo y, por lo tanto, es una prioridad esencial de nuestro trabajo pastoral». Era la exhortación de Benedicto XVI al inaugurar ayer el Encuentro pastoral de la diócesis de Roma.

«Educar en la fe, en el seguimiento y en el testimonio quiere decir ayudar a nuestros hermanos, aún más, ayudarnos mutuamente, a entrar en una relación con Cristo y con el Padre. Ésta es, desde los comienzos, la tarea fundamental de la Iglesia». Lo ha recordado Benedicto XVI al inaugurar en la tarde de ayer el Encuentro de la diócesis de Roma, sobre el tema que centrará el próximo año pastoral.

En la Basílica de San Juan de Letrán, Catedral de Roma, el Santo Padre hizo hincapié, precisamente, en la importancia del tema elegido, «Jesús es el Señor. Educar en la fe, en el seguimiento y en el testimonio». Tras destacar que la experiencia cotidiana enseña que no se trata de una tarea fácil, sino que en realidad toda obra educadora parece cada vez más ardua y precaria, por lo que se habla de una gran ‘emergencia educativa’, el Pontífice ha señalado las dificultades que se encuentran al transmitir a las nuevas generaciones los valores que son cimiento de la existencia y de una conducta recta.

Dificultades que implican a la escuela, a la familia y a todo organismo que se propone fines educativos, ha observado Benedicto XVI, añadiendo luego que se trata de una «emergencia inevitable en una sociedad y en una cultura que demasiado a menudo hacen del relativismo su propio credo y su propio dogma». Por lo que «lleva a faltar la luz de la verdad y se acaba poniendo en duda la bondad de la vida y de la validez de las relaciones y de los compromisos que la constituyen».

Señalando que, ante esta realidad, tanto los padres como los educadores podrían caer en la tentación de renunciar a sus propias tareas educativas y de no comprender claramente su verdadero rol y misión, el Papa ha exhortado a no dejarse llevar por el desaliento que se verifica en Italia y en muchas otras naciones: «El compromiso de la Iglesia para educar en la fe, en el seguimiento y en el testimonio del Señor Jesús asume, más que nunca, también el valor de una contribución para ayudar a la sociedad en que vivimos a salir de la crisis educativa que la aflige. Frenando así el desaliento y aquel extraño ‘odio de sí misma’, que parece haberse vuelto una característica de nuestra civilización».

Benedicto XVI ha renovado su exhortación a confiar siempre en la oración y en la ayuda y potencia del Espíritu Santo, para no desfallecer ante las dificultades que encontramos para «guiar a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes a encontrar a Jesucristo y a establecer con Él una relación de amistad duradera y profunda»: «Precisamente éste es el desafío decisivo para el futuro de la fe, de la Iglesia y del cristianismo y, por lo tanto, es una prioridad esencial de nuestro trabajo pastoral. Acercar a Cristo y al Padre a la nueva generación, que vive en un mundo que en gran parte está alejado de Dios».

Tras insistir en que los cristianos tienen la misión de ofrecer el modelo educativo de Dios que es Amor y da sentido a la existencia, el Papa ha recordado la importante tarea de la educación católica y ha señalado que «la sana laicidad de la escuela, así como de las otras instituciones del estado no implica, en efecto, cerrarse a la Trascendencia y una falsa neutralidad con respecto a aquellos valores morales que son cimiento de una auténtica formación de la persona. Hecho que «vale también para las universidades»

«Hoy más que en el pasado, la educación y la formación de la persona están influenciadas por aquellos mensajes y ese clima difuso que transmiten los medios de comunicación y que se inspiran en una mentalidad y cultura caracterizadas por el relativismo, el consumismo y una falsa y destructiva exaltación, o peor aún, profanación del cuerpo y de la sexualidad. Por lo tanto, precisamente, por aquel gran ‘sí’ que como creyentes en Cristo decimos al hombre amado por Dios, no podemos dejar de interesarnos en la orientación global de la sociedad a la que pertenecemos, en las tendencias que la mueven y en las influencias positivas y negativas que ejerce en la formación de las nuevas generaciones».

Una vez más, en su denso discurso, Benedicto XVI ha puesto de relieve que la presencia de la comunidad católica, de su compromiso educativo y cultural, de su mensaje de fe, de confianza y de amor constituye, en realidad, «servicio inestimable para el bien común y, en especial, de los niños y jóvenes que se están formando y preparando a la vida».








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