Lunes, 11 jun (RV).- “El trabajo de los niños en la agricultura” es el tema de la
Jornada Mundial contra el trabajo de los menores que mañana se celebrará en todo el
mundo. Esta iniciativa anual parte de la Organización internacional del trabajo (OIT)
que en esta ocasión quiere lanzar una llamada de atención a la comunidad internacional
sobre la condición de los menores que trabajan en la agricultura, sector que emplea
un 70 por ciento de mano de obra infantil a nivel mundial.
Según estimaciones
de la OIT, más de 132 millones de niños y niñas de entre 5 y 14 años, trabajan desde
el amanecer en granjas y plantaciones, en el sembrado y en la recogida, en la fumigación
con pesticidas y en el cuidado de animales. Su trabajo en el campo, reduce significativamente
la escolarización, con las consecuencias que ello conlleva a nivel social y humano,
en el futuro de los propios niños. Junto a la industria minera y a la construcción,
la agricultura constituye uno de los sectores de trabajo más peligrosos en términos
de decesos, incidentes y enfermedades, sobre todo para los menores, que se encuentran
en una situación de vulnerabilidad a causa de la falta de experiencia y de preparación
y por su propio físico que se encuentra todavía a esas edades en fase de desarrollo.
La
pregunta que nos viene a la mente es ¿Por qué trabajan estos niños? ¿Por qué se les
permite trabajar? La respuesta es una realidad dramática. Los niños trabajan porque
deben sobrevivir ellos y sus familias. El trabajo infantil persiste incluso en lugares
donde ha sido declarado ilegal y con frecuencia está rodeado por un muro de silencio,
indiferencia y apatía. Pero ese muro ha comenzado a desmoronarse.
La eliminación
total del trabajo infantil es un objetivo a largo plazo para muchos países, pero hay
algunas de sus formas que deben ser enfrentadas cuanto antes. Casi las tres cuartas
partes de los niños trabajadores son víctimas de alguna de sus peores formas, incluyendo
tráfico de personas, conflictos armados, esclavitud, explotación sexual y trabajos
peligrosos, según la OIT.
La abolición efectiva del trabajo infantil es uno
de los desafíos más urgentes de nuestros tiempos. Así lo expresaba el propio Siervo
de Dios Juan Pablo II en un mensaje enviado en 1992 a la OIT: “Abrigo la esperanza
de que los representantes y el personal de la Oficina internacional del trabajo prosigan
con tenacidad su acción a fin de humanizar el mundo del trabajo e instaurar la justicia
social. Permitidme señalar –pedía el predecesor de Benedicto XVI- los esfuerzos notables
que vuestra organización realiza en favor de las categorías sociales más desfavorecidas
de nuestra época, los emigrantes, los refugiados y los niños que trabajan. Estas personas,
en situaciones de fragilidad y a menudo sin defensa alguna, tienen necesidad de asistencia
y apoyo. Os toca a vosotros recordar a la comunidad internacional que debe obrar cada
vez mejor, para lograr que todos sean protagonistas y beneficiarlos del desarrollo”.
Ésta
es una de las razones por la que la OIT ha instaurado la Jornada Mundial contra el
trabajo de los menores para dar voz de forma unánime en todo el mundo a una realidad
que aunque muchos se empeñen en no ver, existe y tiene consecuencias nefastas para
el futuro de los propios países en los que se practica este tipo de esclavitud. En
este sentido, Benedicto XVI ha reiterado en varias ocasiones la necesidad de poner
fin a cualquier tipo de esclavitud.
Para concienciar sobre la necesidad de
encontrar soluciones al trabajo infantil, la OIT ha elaborado un documental en el
que a través de imágenes reales de menores que trabajan en plantaciones, minas y en
la construcción, menores que no superan los 15 años, menores que apenas han aprendido
a caminar ya están trabajando, muestra la cruda realidad de muchos países del mundo.
Pero al mismo tiempo lanza un rayo de esperanza a esta situación, ya que en los últimos
4 años, 28 millones de menores de los 200 que se encuentran en estas condiciones,
han conseguido dejar de trabajar, ir al colegio y ser niños otra vez. Esta es también
nuestra esperanza, que los gobiernos den prioridad a la educación de los menores,
ayuden a las familias necesitadas de tal forma que éstas no se vean obligadas a mandar
a los niños a trabajar, y la sociedad en general se mentalice de que los niños son
niños, y como tales no tienen porque estar expuestos a situaciones o condiciones inapropiadas
para sus edades. Mañana, en la Jornada Mundial contra el trabajo de los menores, dediquemos
una oración por todos ellos.