Junio: Intención General para el Apostolado de la Oración
Lunes, 4 jun (RV).- «Para que el Señor proteja a los marineros y a todas las personas
que están enlazadas con las actividades marítimas». Es la intención general que Benedicto
XVI propone para este mes de junio. Y para reflexionar sobre esta invitación del Santo
Padre el Apostolado de la Oración presenta el Documento final del XXI Congreso Mundial
del Apostolado del Mar.
Cita que se celebró en Río de Janeiro, Brasil, del
29 de septiembre al 5 de octubre de 2002, que estuvo dedicada al Apostolado del Mar
en la era de la globalización y en la que se trataron importantes problemas con los
que se enfrentan los pescadores, los trabajadores del comercio marítimo y de cruceros,
sus familias y el mundo marítimo en general.
«Durante este Congreso hemos
escuchado el grito de quienes son víctimas del impacto negativo de la globalización»,
señala el Preámbulo de ese documento y pone de relieve que «el Evangelio y la Iglesia
nos enseñan que el valor esencial debe ser, ante todo, la dignidad del hombre, y que
la economía es para el hombre, y no el hombre para la economía. La pobreza que deriva
de una globalización salvaje es, en efecto, una de las peores violaciones de la dignidad
humana».
Las Iglesias y las comunidades eclesiales asumen, por lo tanto, «un
deber particular de testimoniar conjuntamente, en el ámbito ecuménico, su diaconía
al servicio del hombre, con vistas a controlar los excesos de la globalización. Además,
«deberán, igualmente, abrirse a la colaboración, por el bien de la humanidad, con
todas las personas de buena voluntad».
Consciente de que las reglas de esta
economía global del mercado atemorizan a muchos, aun cuando se trata de normas establecidas
sólo parcialmente y sujetas a intenso debate, el Apostolado del Mar está llamado a
dotar de un rostro humano a la globalización en el mundo marítimo y a contribuir a
la formulación de las normas de un nuevo orden mundial, basado en principios éticos,
sobre la solidariedad y sobre la inviolabilidad de la dignidad humana.
En
relación con las familias de la gente de mar, se recomienda impulsar en todas partes
las Asociaciones de Familias o de Esposas de los marineros. Pues, las esposas, los
hijos y las familias, en efecto, están llamadas a participar de forma más plena en
el ‘ministerio marítimo’. Y se les anima a tomar iniciativas para reunir a la comunidad
portuaria, en el seno de las capellanías locales del Apostolado del Mar, para sostenerla
y procurarle un liderazgo espiritual y práctico.
En relación con la marina
mercante, el Apostolado del Mar muestra su satisfacción por los esfuerzos ya realizados
por el Grupo de Trabajo internacional a favor de los marineros abandonados en los
puertos y sobre las responsabilidades de los armadores, por lo que se refiere a los
accidentes y fallecimiento de los marineros, y expresa su confianza en que las directivas
existentes se transformen en Convenciones Internacionales. El Apostolado del Mar apoya,
asimismo, cualquier iniciativa tendiente a dotar a la Organización Internacional del
Trabajo de la competencia necesaria para la actuación de las Convenciones marítimas.
En relación con la pesca artesanal o industrial, se recuerda que unos 500
millones de personas en todo el mundo dependen de la pesca para su subsistencia. Y
sin embargo, la pesca, incluida la industrial, presenta graves problemas, que abarcan,
incluso, el menosprecio de la dignidad de los pescadores.
Reconociendo la
profesionalidad y la contribución de los pescadores al bien común, incluidos los dedicados
a la pesca artesanal y tradicional, este Congreso quiso apoyarles a fin de que puedan
ocuparse de sus problemas profesionales, de sus infraestructuras y de su economía.
Con la recomendación de que, gracias a los instrumentos internacionales, los pescadores
puedan gozar de las ayudas y de la protección social equivalentes a aquellas que pueden
tener, por ejemplo, los marinos de la marina mercante.
El Pontificio Consejo
para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, del que depende el Apostolado del
Mar, señala que: «Es necesario globalizar la solidariedad». «Es fundamental
dar un rostro humano a la globalización». Y que este mismo Apostolatus Maris «cuenta
con un papel específico que se debe desarrollar en la perspectiva de un nuevo orden
mundial globalizado: que éste tenga en cuenta los valores del Evangelio y de la doctrina
social de la Iglesia».
Porque de este modo, «abriendo nuestros corazones
al amor de Dios y al de nuestros hermanos y hermanas, estaremos en situación de configurar
la historia según los designios de Dios. El Señor nos ha asegurado: ‘No tengáis miedo.
Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo’ (Mt 28,20)».