2007-06-01 18:17:19

Reflexiones en familia


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Viernes, 1 jun (RV).- En diversas ocasiones hemos señalado lo importante que es la comunicación para la construcción de confianza, amistad y amor entre los miembros de la familia y en todo tipo de relaciones. Hoy en día los terapeutas familiares aconsejan ante todo hablar con los hijos, establecer puentes reales de comunicación.


Y ante esta tendencia, mucha gente cree que va a conseguir entablar el diálogo con su hijo cuando éste llegue a la pubertad sin haberlo iniciado una verdadera comunicación con sus hijos mucho antes, ya ahí las cosas se complican, pues no se puede buscar un dialogo abierto y sincero cuando se han interpuesto ente ellos y su hijo un muro difícil de derribar: los malos hábitos educativos de los padres como las malas costumbres permitidas a los hijos, no son fáciles de superar.


Se dice que una amistad sincera y duradera se da entre pares, entre personas donde la figura de autoridad no existe porque están en la misma posición, eso significaría que una amistad entre padres e hijos no puedes darse, pero no así.


En un sentido amplio, la amistad entre padres e hijos es posible porque el padre puede llegar a ser, si no el "mejor amigo", al menos un amigo. Los niños, los hijos deben encontrar en él al primer amigo pues es su confidente natural. Es la primera persona en que el niño confía, pero ¿ por qué, en la mayoría de los casos, eso no sucede al llegar el niño a la pubertad si no antes?.


Podemos pensar que la oposición entre dos personalidades --una ya hecha, la otra en formación-, que la tensión entre la autoridad y la libertad, hacen imposible que el padre sea el confidente natural de su hijo adolescente. No lo creemos imposible, pero, como todos los problemas humanos, tampoco lo consideramos fácil.


La comunicación entre padres e hijos no se construye de la noche a la mañana, surge de un sincero acercamiento desde la edad temprana de los hijos, de las complicidades en los juegos, del tiempo libre compartido, de la cooperación en las tareas, de las conversaciones ocasionales y aquellas cotidianas. La amistad se construye día a día.


Muchos padres adoptan con sus hijos la actitud de un "policía", y esto provoca que sus hijos lo vean como "el enemigo". Para esos hijos, los padres sólo existen para vigilarlos, controlarlos, amonestarlos y castigarlos. Por supuesto que - aunque negativa- ésa también es una función paterna, pero no es la única ni la más importante.


Los "padres policías" se dirigen a sus hijos con frases como éstas: ¿Cómo te portaste en el colegio? ¿Por qué no entregaste el boletín? ¡Debes tener malas notas! ¡Qué notas! ¡Aprende de tu hermano! ¡No te comas las uñas! ¿Qué manera de hablar es esa! ¿Adónde fuiste? ¿Por qué llegaste tarde? ¡Mañana no sales!


Si los padres quieren que sus hijos sean sus amigos, deben hablar con ellos. Sus conversaciones deben ser diálogos y no sermones o conferencias, y deben girar alrededor de las inquietudes de sus hijos: juegos, diversiones, estudios, trabajos, aspiraciones y problemas. No deben esperar que sus hijos inicien el dialogo.


Respetando su intimidad y personalidad naciente, ellos deben dar el primer paso. El padre debe dirigirse a su hijo no sólo para preguntarle si cumplió sus obligaciones o para criticarlo, sino también para estimularlo oportunamente, elogiarlo con prudencia, interesarse espontáneamente por sus quehaceres, valorar sus ideas e iniciativas, acompañarlo en sus emociones y problemas, regocijarse con sus alegrías y triunfos, apesadumbrarse por sus tristezas y fracasos, levantar su ánimo cuando lo ve abrumado por las dificultades, menguado con tacto cuando lo observa arrogante y altanero en sus éxitos, enfrentarlo prudentemente con la realidad que ignora y comprenderlo en su edad y temperamento.


Texto: Alma García
Locución: Alina Tufani Díaz








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