Mensaje a la sesión plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales: el
Papa señala el reconocimiento de la inviolable dignidad de la persona como condición
indispensable para alcanzar la justicia en el mundo
Martes, 1 may (RV).- Sólo el amor por el prójimo puede inspirar en nosotros la justicia
al servicio de la vida y de la promoción de la dignidad humana”. Así lo manifiesta
Benedicto XVI en un mensaje que ha dirigido a la Pontificia Academia de las Ciencias
Sociales, que mañana clausura su sesión plenaria. “Sin el reconocimiento de la dignidad
inviolable de cada persona no habrá justicia en el mundo”, escribe el Papa en el mensaje
enviado a la sesión plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, que
hoy concluye sus trabajos en el Vaticano con el tema: “Caridad y justicia en las relaciones
entre pueblos y naciones”.
En su mensaje enviado a Mary Ann Glendon presidenta
de la mencionada academia, el Santo Padre afirma que buscar la justicia y la promoción
de la civilización del amor son aspectos esenciales de la misión de la Iglesia “al
servicio del anuncio del Evangelio de Jesucristo”. Y confirma el Papa “que incluso
en las sociedades más justas habrá siempre un lugar para la caridad” en cuanto que
“no hay ningún ordenamiento estatal justo que pueda hacer superfluo el servicio del
amor”.
En el centro del magisterio de la Iglesia que -recuerda el Papa- “se
dirige tanto a los creyentes como a todos los hombres de buena voluntad”, está “el
principio del destino universal de todos los bienes de la creación. Según este principio
fundamental todo lo que la tierra produce y todo lo que el hombre transforma y confecciona,
todos sus conocimientos y su tecnología, todo está destinado a servir para el desarrollo
material y espiritual de la familia humana y todos sus miembros”.
En esta perspectiva
Benedicto XVI habla de tres desafíos que hoy el mundo debe afrontar: el primero se
refiere al ambiente y al desarrollo sostenible. El Pontífice señala que “los recursos
del mundo su limitados y que es deber de cada pueblo actuar políticas dirigidas a
proteger el ambiente para prevenir la destrucción del patrimonio natural”. Y subraya
el Papa que al aplicar las soluciones a nivel internacional “se debe prestar particular
atención al hecho de que son los países más pobres los que parecen destinados a pagar
el precio más alto por el deterioro ecológico.
El segundo desafío -escribe
el Santo Padre- llama en causa el concepto de persona humana: “si los seres humanos
no son vistos como personas, mujeres y hombres, creados a imagen de Dios, dotados
de una dignidad inviolable, será muy difícil alcanzar una justicia plena en el mundo.
A pesar del reconocimiento de los derechos de la persona en declaraciones internacionales
e instrumentos legales, es menester progresar mucho para hacer que estos reconocimientos
tengan consecuencias en los problemas globales, como el creciente abismo creado entre
países ricos y pobres. En este aspecto, Benedicto XVI ha enumerado los flagelos y
sufrimientos que soportan estos pueblos mas necesitados.
El tercer desafío
nos lleva a los valores del espíritu. “Acosados por las preocupaciones económicas
tendemos a olvidarnos que al contrario de los bienes materiales, los bienes espirituales
que son típicos del hombre, se expanden y se multiplican, cuando se comunican. Contrariamente
a los bienes divisibles, los bienes espirituales, como el conocimiento y la educación,
son indivisibles y cuanto más se comparten más se poseen”. Por ello es importante
“el diálogo” que pueda ayudar a las personas a la comprensión, al reconocimiento de
los verdaderos valores humanos y al desarrollo de su propia identidad cuando su cultura
entra en contacto con otras.
Para afrontar estos tres desafíos, acaba diciendo
el Pontífice “sólo el amor por el prójimo puede inspirar en nosotros la justicia al
servicio de la vida y de la promoción de la dignidad humana. Sólo el amor en el interior
de la familia fundada entre un hombre y una mujer, creados a imagen de Dios, puede
asegurar la solidaridad intergeneracional que transmite amor y justicia a las generaciones
futuras”. Sólo la caridad puede animar a poner a la persona humana una vez más en
el centro de la vida social y en el centro de un mundo globalizado gobernado por la
justicia.