2007-04-22 18:00:37

El Papa subraya que la Iglesia no es una simple organización de manifestaciones colectivas, porque “servir a Cristo es ante todo una cuestión de Amor” y compromiso a vivir en la Caridad, “muchas veces a contracorriente de los criterios del mundo”


Domingo, 22 abr (RV).-“La Iglesia no es una simple organización de manifestaciones colectivas, ni una suma de individuos que viven una religiosidad cristiana, la Iglesia es una comunidad de personas que creen en el Dios de Jesucristo y se comprometen a vivir en el mundo el mandamiento de la caridad por Él dejado”.

Esta invocación a seguir el modelo de san Agustín ha encontrado su momento más significativo, en la visita que poco después, hacia las 5 de la tarde, realizó Benedicto XVI a la Basílica de San Pedro en Cielo de Oro, donde custodian las reliquias del Obispo de Hipona, llevadas allí por el rey longobardo Liutprando en el siglo VIII.

En la basílica, el Papa presidió las II vísperas del III Domingo de Pascua junto a los sacerdotes, religiosos, religiosas, y seminaristas de la diócesis. Pero antes, en el recorrido hacia la entrada de la Basílica, el Pontífice se detuvo en el Patio del Convento para bendecir la primera piedra del Centro Cultural Agustino “Benedicto XVI”, que la Orden tiene previsto construir para promover la espiritualidad y el pensamiento filosófico y teológico de san Agustín. Tras los saludos del obispo de Pavía Giovanni Giudici y del Prior General de los Agustinos , Padre Robert Francis Prevost, il Papa pronunció su homilía.

En este momento conclusivo, mi visita a Pavía adquiere la forma del peregrinaje. Es la forma en que la había concebido desde el principio, deseando venir a venerar los restos mortales de san Agustín, para expresar tanto el homenaje de la toda la Iglesia católica a uno de sus “padres” más grandes, como mi personal devoción y reconocimiento hacia aquel que tanto lugar ha tenido en mi vida de teólogo y de pastor, pero diría incluso antes, de hombre y de sacerdote.

Al asegurar que ha sido la Providencia la que ha querido que su viaje adquiriera un carácter pastoral, el Papa, ante el sepulcro del “Doctor gratiae”, ha querido recoger un mensaje significativo para el camino de la Iglesia, que proviene del encuentro entre la palabra de Dios y la experiencia del obispo de Hipona. Retomando la lectura bíblica de la Carta a los Hebreos, en la que se coloca a Cristo como sumo y eterno sacerdote, exaltado a la gloria del Padre y en quien se cumple su obra de Redención, Benedicto XVI aseguró que sobre este misterio san Agustín fijo su mirada y encontró la verdad que tanto buscaba.

Jesucristo, Verbo encarnado, Cordero inmolado y resucitado, es la revelación del rostro de Dios Amor a cada ser humano en camino sobre el sendero del tiempo hacia la eternidad (…) Aquí está el corazón del Evangelio, el núcleo central del cristianismo, la Luz de este amor ha abierto los ojos de Agustín, le ha hecho encontrar la belleza antigua y siempre nueva, en la que sólo encuentra paz el corazón del hombre”.

Ante la tumba de san Agustín, Benedicto XVI volvió a entregar idealmente a la Iglesia y al mundo su primera Encíclica, que contiene justamente este mensaje: Dios es amor. “Esta encíclica- dijo el Papa, sobre todo en su primera parte, se debe ampliamente al pensamiento de san Agustín, que ha sido un enamorado del Amor de Dios, y lo ha cantado, meditado, predicado en todos sus escritos, y sobretodo testimoniado en su ministerio pastoral”.

Colocándose en las huellas de las enseñanzas del Concilio Vaticano II y de sus predecesores Juan XXII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, el Papa aseguró que la humanidad contemporánea necesita de este mensaje esencial encarnado en Cristo Jesús: ”Dios es amor. Todo debe partir de aquí y todo aquí debe conducir: cada acción pastoral, cada trazo teológico. Todos los carismas pierden su sentido y su valor sin el amor, gracias al cual todos participan en la edificación del Cuerpo místico de Cristo”.

En este contexto, el Papa dijo a los sacerdotes, religiosos y seminaristas, que servir a Cristo es ante todo una cuestión de amor, y expresó su deseo de que ese pertenecer a la Iglesia y ese apostolado resplandezcan siempre por la libertad de todo interés individual y por la adhesión sin reservas al amor de Cristo.

“Los jóvenes en particular, necesitan recibir el anuncio de la libertad y de la alegría, cuyo secreto está en Cristo. Es Él la respuesta más verdadera que esperan sus inquietos corazones para las tantas preguntas que llevan dentro. Solo en Él, palabra pronunciada por el Padre para nosotros, se encuentra la unión de amor y verdad en la cuál está el pleno sentido de la vida.

Por último, el Papa puso de relieve que el primer objetivo pastoral de la Iglesia de Pavía sea conducir a las personas a la madurez cristiana, pues la Iglesia- dijo- no es una simple organización de manifestaciones colectivas, ni una suma de individuos que viven una religiosidad cristiana, la Iglesia es una comunidad de personas que creen en el Dios de Jesucristo y se comprometen a vivir en el mundo el mandamiento de la caridad por Él dejado”.

La maduración personal, animada por la caridad eclesial permite también crecer en el discernimiento comunitario, es decir, en la capacidad de leer e interpretar el tiempo presente a la luz del Evangelio, para responder a la Llamada del Señor.

Así el Papa, poniendo nuevamente como ejemplo a san Agustín, concluyó su homilía animando a los presentes a conquistar la “medida más alta” de la vida cristiana, que encuentra en la caridad, el vínculo de la perfección y que debe traducirse también en un estilo de vida moral inspirado en el Evangelio, inevitablemente, contracorriente respecto a los criterios del mundo, pero que deben ser testimoniados con un estilo humilde, respetuoso y cordial.







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