Lunes, 9 abr (RV).- En éste lunes del Ángel en el que, precisamente un Ángel anunció
“¡Ha resucitado!”, analizaremos la situación de hambre por la que pasan las zonas
más pobres del planeta, para que sirva de reflexión en este lunes de Pascua, sobre
esa resurrección, tras el Calvario de Jesús por nosotros, los hombres, para que fuéramos
libres.
Un estudio reciente de Acción contra el Hambre pone de manifiesto las
consecuencias humanitarias del recrudecimiento del conflicto en la zona de Rafah,
cercana a la frontera con Egipto, donde el 70% de lo menores de dos años tienen anemia
(en 2004 eran sólo el 46,5%) y al menos el 22% carecen de otros micronutrientes, lo
que impedirá un desarrollo sano de la población en esta zona.
El 9,2% de los
niños padecen de bajo peso. El 41,3% de las mujeres embarazadas, por otra parte, tienen
déficit de hierro. Aunque estos niveles no suelen alcanzar las cifras alarmantes de
la malnutrición aguda, sus consecuencias en la salud pública de la población serán
patentes en el futuro.
Acción contra el Hambre, que trabaja en Territorios
Palestinos desde 2002, está diseñando un programa para complementar con hierro y ácido
fólico la alimentación de las mujeres embarazadas y los niños menores de cinco años
y sensibilizar sobre hábitos nutricionales saludables.
“Espero que cese cuanto
antes la violencia en la franja de Gaza. A toda la población deseo expresarle mi cercanía
espiritual y asegurarle mi oración, para que prevalezca en todos la voluntad de trabajar
juntos por el bien común, emprendiendo caminos pacíficos para solucionar las diferencias
y las tensiones”. Éste fue el ferviente deseo pronunciado por Benedicto XVI al finalizar
el Ángelus del 28 de enero de este año, quedando patente de este modo la voluntad
de la Iglesia para ayudar a los más necesitados, sobre todo cuando éstos son niños.
La
Santa Sede es consciente de la gravedad del problema del hambre en el mundo, y por
este motivo asegura todo el esfuerzo de la Iglesia Católica para erradicar del mundo
este flagelo, en concreto, la Santa Sede ha apoyado siempre las numerosas iniciativas
personales y colectivas para solucionar este drama. En este sentido, cabe recordar
la vasta acción humanitaria de las instituciones católicas en el mundo entero, sobre
todo en las misiones y en los Países más pobres. En este sentido, y como recordaba
el cardenal Angelo Sodano en el encuentro sobre nuevas iniciativas contra el hambre
y la pobreza en el mundo celebrado en 2004 en la sede de las Naciones unidas, la Santa
Sede se ha adherido además a las iniciativas de los distintos organismos de la ONU,
y en particular de la FAO, del FIDA (IFAD) y del PMA (WFP), directamente
implicados en las actividades para combatir el hambre y la inseguridad alimenticia.
Los
principios inspiradores de la posición de la Santa Sede en este contexto se refieren
al respeto de la dignidad de la persona humana, la puesta en práctica del principio
de solidaridad, la realización del principio del destino universal de los bienes de
la tierra y la promoción de la paz.