2007-04-05 15:26:50

Misa Crismal de Jueves Santo: ¡Pidamos al Señor que aleje la hostilidad de nuestra alma, que nos quite el sentido de autosuficiencia y que nos revista con el amor, para que seamos personas luminosas y no pertenecientes a las tinieblas!


Jueves, 5 abr (RV).- «Una persona sin amor es oscura por dentro. Las tinieblas externas de las que nos habla el Evangelio son sólo el reflejo de la ceguera interna del corazón. Ahora que nos aprestamos a la celebración de la Santa Misa deberíamos preguntarnos si estamos revestidos de amor. ¡Pidamos al Señor que aleje toda hostilidad de nuestra alma, que nos quite todo sentido de autosuficiencia y que nos revista verdaderamente con el amor, para que seamos personas luminosas y no pertenecientes a las tinieblas!». Benedicto XVI ha hecho resonar estas palabras en la Basílica de San Pedro, en su Homilía de esta mañana, en la Santa Misa Crismal –“preludio del Triduo Sagrado”- que ha concelebrado con los obispos y presbíteros presentes en Roma.

El Hijo de Dios-Amor –Dios verdadero de Dios verdadero– Cristo se despojó de sí mismo tomando la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres, se humilló obedeciendo hasta la muerte de cruz, ha reiterado Benedicto XVI, evocando el sagrado intercambio: «Dios asumió lo que era nuestro, para que nosotros pudiéramos recibir lo que era suyo, asemejándonos a Dios».

El Santo Padre ha comenzado su homilía recordando una narración del escritor ruso Tolstoi, en la que un simple pastor explica a un rey lo que los sacerdotes y los sabios no lograban. El soberano, que quería ver a Dios, escucha sorprendido al pastor que le explica que sus ojos no son suficientes para verlo. Ante el anhelo de conocer al menos qué hace Dios, el pastor le responde que para poderle responder era necesario que se intercambiaran las vestiduras. Por lo que el rey se vistió pobremente y el humilde pastor de rey: «Esto es lo que hace Dios».

Recordando luego lo que se cumple en el Bautismo, cuando «nos revestimos de Cristo», el Papa ha subrayado que, precisamente, «Cristo se ha revestido con nuestras vestiduras: el dolor y la alegría de ser hombre, el hambre, la sed, el cansancio, las esperanzas y las desilusiones, el miedo a la muerte, todas nuestras angustias hasta la muerte». Y, en cambio, nos ha dado sus «vestiduras», para que «nos despojemos del hombre viejo, en cuanto a nuestra vida anterior...Y nos revistamos del hombre nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad verdadera»: «Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros. Si os enojáis, no pequéis».

«Esta teología del Bautismo vuelve con nueva insistencia en la Ordenación sacerdotal, ha explicado Benedicto XVI. «En la administración de los Sacramentos, el sacerdote actúa y habla ‘in persona Christi’». Los sacerdotes se revisten de Cristo y lo hacen simbólicamente también mediante los paramentos litúrgicos.

En su densa Homilía de este Jueves Santo, el Papa ha explicado la «esencia del ministerio sacerdotal, interpretando los paramentos litúrgicos que, precisamente, quieren ilustrar qué significa ‘revestirse de Cristo’, hablar y actuar in persona Christi’». Empezando por el amito, lienzo que antes se ponía en la cabeza, como una capucha. «Símbolo de la disciplina, de los sentidos y del pensamiento, necesaria para una justa celebración de la Santa Misa». El ‘Ars celebrandi’ – ha de manifestar que el sacerdote está con el Señor, y entonces atraerá así a la gente a estar en comunión con Él.

Luego, explicando el significado del alba y de la estola, como ‘vestido de fiesta que el padre donó al hijo pródigo’, Benedicto XVI ha evocado, con el Apocalipsis, «la sangre del Cordero que lava las vestiduras y las blanquea». En este sentido, el Papa ha recordado que cuando era pequeño se preguntaba cómo puede quedar blanqueado algo que se lava con sangre: «La respuesta es: la sangre del Cordero es el amor de Cristo crucificado. Es este amor que blanquea nuestras vestiduras sucias; que hace veraz e iluminado nuestro espíritu oscurecido; que a pesar de todas nuestras tinieblas, transforma todas nuestras tinieblas, nos transforma a nosotros mismos en ‘luz del Señor’. Vistiendo el alba deberíamos recordarnos de que Él ha sufrido también por mí. Y sólo porque su amor es más grande que todos mis pecados, puedo representarlo y ser testigo de su luz».

Finalmente, explicando el símbolo de la casulla, Benedicto XVI se ha referido al yugo del Señor. En primer lugar, los sacerdotes llevando su yugo aprenden de Jesús, que es manso y humilde. «Aunque algunas veces quisiéramos decirle: Señor, tu yugo no es nada ligero. Aún más ¡es tremendamente pesado en este mundo! Pero mirándole a Él que ha cargado todo sobre sí, la obediencia, la debilidad, el dolor, toda la oscuridad, entonces estos lamentos nuestros se apagan»:
 
«Su yugo es el de amar con Él. Y más lo amamos a Él, y con Él nos volvemos personas que aman, más ligero se vuelve para nosotros su yugo aparentemente pesado. Roguémosle que nos ayude a ser junto con él personas que aman, para experimentar así, cada vez, más ¡cuán bello es llevar su yugo! Amén».

Durante la celebración de esta mañana, el Santo Padre ha bendecido los óleos, que como el aire, el agua y la luz, pertenecen a esa realidad elemental del cosmos que mejor expresa los dones de Dios creador, redentor y santificador. El óleo es una sustancia terapéutica y aromática cuya naturaleza asume un simbolismo bíblico-litúrgico de gran valor para expresar la unción del Espíritu que sana, ilumina, conforta, y consagra de dones a todo el cuerpo de la Iglesia.

La liturgia de la bendición de los óleos expresa este simbolismo primordial y precisa el sentido sacramental de la Misa crismal de hoy, durante la cual el Papa ha bendecido el santo crisma y los demás óleos, siendo ésta, una de las principales manifestaciones de la plenitud del sacerdocio del Obispo de Roma y un signo de la estrecha unión de los presbíteros con él.

La bendición del crisma da el nombre de Misa crismal a esta liturgia que se celebra el Jueves santo. El rito de la bendición de los óleos, inserto en la celebración eucarística, tras la homilía y la renovación de la promesa sacerdotal, pone de relieve también el misterio de la Iglesia como sacramento global del Cristo que santifica cada realidad y situación de la vida.

Por este motivo, junto al crisma, se bendicen los óleos de los catecúmenos, que luchan por vencer el espíritu del mal en vista del compromiso del Bautismo, y el óleo de los enfermos, para la unción sacramental. De este modo, el óleo cubre a todos los miembros de la Iglesia, desde sus orígenes hasta el final, expandiendo así por el mundo, “el buen olor” de Cristo.

La empresa española “Arte Alimentación” de Castelserás, en Bajo Aragón, ha ofrecido el óleo que el Santo Padre ha bendecido durante la Misa crismal de esta mañana. Mientras que el perfume del sacro crisma es un regalo de la diócesis de Cerdeña (Italia) realizado en la parroquia de Santa Justa de Calangianus, que resale al siglo XIV.







All the contents on this site are copyrighted ©.