Llamamiento del Papa en la Liturgia con la que entramos en la Semana Santa a “abrir
la puerta del corazón, y a elevarnos con manos limpias y corazón puro a la amistad
con Dios, al servicio de los que sufren, de la verdad y de la paz”
Domingo, 1 abr (RV).- “Éste es el llamamiento que en esta hora dejamos penetrar en
nuestro corazón. Que el Señor nos ayude a abrir la puerta del corazón, la puerta del
mundo, para que Él, el Dios vivo, pueda en su Hijo llegar a este tiempo nuestro y
alcanzar nuestra vida. Amén”. Con este ruego y con esta exhortación, Benedicto XVI
ha cerrado su Homilía de este Domingo de Ramos, en la Santa Misa que ha presidido,
después de haber guiado la solemne procesión, en la que “nos asociamos a la muchedumbre
de los discípulos, que con gozo acompañan al Señor en su entrada a Jerusalén”.
El
Papa ha hecho hincapié en que como ellos, los discípulos, alabamos al Señor por todos
los prodigios que hemos visto y seguimos viendo: “Sí, también nosotros hemos visto
y vemos todavía los prodigios de Cristo. Cómo Él lleva a hombres y mujeres a renunciar
a las comodidades de la propia vida y a ponerse totalmente al servicio de los que
sufren. Cómo Él da valentía a los hombres y a las mujeres para oponerse a la violencia
y a la mentira, para que en el mundo haya lugar para la verdad. Cómo Él, en secreto,
induce a los hombres y a las mujeres a hacer el bien a los demás, a suscitar la reconciliación
allí donde había odio, a crear la paz donde reinaba la enemistad”.
“La procesión
es ante todo un gozoso testimonio que rendimos a Jesucristo, en el que se nos ha hecho
visible el Rostro de Dios y gracias al cual el corazón de Dios está abierto a todos
nosotros”, ha reiterado el Santo Padre, añadiendo luego que la procesión de Ramos
es también la de Cristo Rey. “Rey de la paz y de la justicia”. Pues reconocerlo como
Rey significa aceptarlo como Aquel que nos indica el camino; aceptar con confianza
día tras día su palabra, su autoridad, que es la de la verdad.
La procesión
del Domingo de Ramos es asimismo “expresión de alegría porque podemos conocer a Jesús,
porque Él nos concede su amistad y porque nos ha donado la clave de la vida”. Es alegría
también porque es expresión de nuestro ‘sí’ a Jesús y de nuestra disponibilidad a
seguirlo... Precisamente en el significado –exterior e interior- del seguimiento
de Cristo ha insistido Benedicto XVI.
Recordando la importancia de “un cambio
interior de la propia existencia”, en el que la autorrealización no sea la razón principal
de la propia vida, en el que se deje de considerar la utilidad y la ganancia, la carrera
y el éxito, el Santo Padre ha destacado que la verdad y el bien no son valores abstractos,
pues en “Jesucristo se han convertido en persona” y siguiéndolo me pongo al servicio
de la verdad y del amor. Perdiéndome a mí mismo me vuelvo a encontrar.
Reflexionando
sobre el Salmo de la liturgia de este Domingo, el Papa ha puesto de relieve dos condiciones
esenciales para “subir al monte del Señor”. La primera es interrogarse sobre Dios,
buscarle y buscar su Rostro y la segunda es la de hacerlo con “manos inocentes y corazón
puro”. Tras exhortar, en particular, a los queridos jóvenes a “no dejarse llevar aquí
y allá en la vida, contentándose con lo que todos piensan, dicen y hacen. Buscando
a Dios sin dejar que este anhelo se disuelva en nuestras almas”, Benedicto XVI ha
insistido en la necesidad de la inocencia y de la purificación: “La otra condición
muy concreta para subir es ésta: puede estar en el lugar santo aquel que tiene manos
inocentes y corazón puro’. Manos inocentes son manos que no se usan para actos de
violencia. Son manos que no se ensucian con la corrupción, que no se dejan comprar.
Corazón puro. ¿Cuándo es puro el corazón? Es puro un corazón que no finge y no se
mancha con la mentira y la hipocresía. Que permanece transparente como agua de manantial,
porque no conoce dobleces. Es puro un corazón que no se pierde con la ebriedad del
placer. Un corazón cuyo amor es verdadero y no sólo pasión de un momento. Manos inocentes
y corazón puro. Si caminamos con Jesús, subimos y encontramos las purificaciones que
nos llevan verdaderamente a aquella elevación a la que el hombre está destinado: la
amistad con Dios mismo”.
Benedicto XVI ha evocado la antigua liturgia de este
domingo, en la que el sacerdote al llegar a la iglesia, con la Cruz de la procesión
tocaba a la puerta que estaba cerrada y ésta se abría: “Era una bella imagen para
el misterio del mismo Jesucristo que, con el madero de su Cruz, con la fuerza de su
amor se dona. Ha tocado del lado del mundo a la puerta de Dios. Del lado de un mundo
que no lograba encontrar acceso ante Dios. Con la Cruz Jesús ha abierto de par en
par la puerta de Dios, la puerta entre Dios y los hombres. Ahora está abierta. Pero
también del otro lado, el Señor llama a la puerta con su Cruz: llama a las puertas
del mundo, a las puertas de nuestros corazones, que tan a menudo y tan numerosas,
están cerradas para Dios. Y nos dice más o menos así: si las pruebas que Dios en la
creación te da de su existencia no logran abrirte a Él. Si la palabra de la Escritura
y el mensaje de la Iglesia te dejan indiferente, entonces mírame a mi, al Dios que
por ti se ha hecho sufriente, que personalmente padece contigo, ves que yo sufro por
amor tuyo y ábrete a mi, tu Señor y tu Dios”.
Y antes de concluir la celebración
de la Santa Misa en este Domingo de Ramos, el Santo Padre ha saludado a todos los
presentes en francés, inglés, alemán, español, portugués, polaco e italiano. En especial
el Pontífice se ha dirigido a los jóvenes, a quienes ha recordado el mensaje de esta
XXII Jornada Mundial de la Juventud que hoy celebran: “Amaos los unos a los otros
como yo os he amado”. Escuchemos seguidamente el saludo del Papa en español: Saludo cordialmente
a los peregrinos de lengua española, en particular a vosotros, queridos jóvenes, que
muy numerosos habéis participado en esta celebración de la Jornada Mundial de la Juventud,
que tiene como lema “Que os améis unos a otros como yo os he amado”. Con gran alegría
y fervor habéis acogido este mandamiento nuevo de Cristo, que os envía a ser sus testigos
entre vuestros coetáneos. No tengáis miedo de seguirle fielmente, recordando aquellas
palabras de la Virgen María cuando nos habla al corazón: “Haced lo que él os diga”.
Tras dirigirse a todos los jóvenes, éstos han agradecido al Santo Padre con
cantos y vítores su mensaje y alzando las ramas de olivo que han bañado la imagen
de una plaza de San Pedro abarrotada de fieles, el Papa ha agradecido las muestras
de felicidad de todos los presentes y ha invitado a rezar junto a él el rezo mariano
del Ángelus, tras el cual, Benedicto XVI ha recorrido en coche descubierto toda la
plaza del Vaticano para poder, de este modo, saludar a los miles de fieles congregados
en este Domingo de Ramos en San Pedro.
Ramos de olivo, palmas, banderas de
todas las naciones, y pancartas de los jóvenes participantes en la Jornada Mundial
de la Juventud que hoy celebran, han dibujado la atmósfera de esta mañana en la plaza
de San Pedro. Un ambiente festivo en el que ha resonado con fuerza el mensaje de la
Homilía pronunciada por el Papa y el saludo a los jóvenes, a quienes el Pontífice
ha invitado a abrir el corazón a Cristo.