2007-04-01 15:17:42

Llamamiento del Papa en la Liturgia con la que entramos en la Semana Santa a “abrir la puerta del corazón, y a elevarnos con manos limpias y corazón puro a la amistad con Dios, al servicio de los que sufren, de la verdad y de la paz”


Domingo, 1 abr (RV).- “Éste es el llamamiento que en esta hora dejamos penetrar en nuestro corazón. Que el Señor nos ayude a abrir la puerta del corazón, la puerta del mundo, para que Él, el Dios vivo, pueda en su Hijo llegar a este tiempo nuestro y alcanzar nuestra vida. Amén”. Con este ruego y con esta exhortación, Benedicto XVI ha cerrado su Homilía de este Domingo de Ramos, en la Santa Misa que ha presidido, después de haber guiado la solemne procesión, en la que “nos asociamos a la muchedumbre de los discípulos, que con gozo acompañan al Señor en su entrada a Jerusalén”.

El Papa ha hecho hincapié en que como ellos, los discípulos, alabamos al Señor por todos los prodigios que hemos visto y seguimos viendo: “Sí, también nosotros hemos visto y vemos todavía los prodigios de Cristo. Cómo Él lleva a hombres y mujeres a renunciar a las comodidades de la propia vida y a ponerse totalmente al servicio de los que sufren. Cómo Él da valentía a los hombres y a las mujeres para oponerse a la violencia y a la mentira, para que en el mundo haya lugar para la verdad. Cómo Él, en secreto, induce a los hombres y a las mujeres a hacer el bien a los demás, a suscitar la reconciliación allí donde había odio, a crear la paz donde reinaba la enemistad”.

“La procesión es ante todo un gozoso testimonio que rendimos a Jesucristo, en el que se nos ha hecho visible el Rostro de Dios y gracias al cual el corazón de Dios está abierto a todos nosotros”, ha reiterado el Santo Padre, añadiendo luego que la procesión de Ramos es también la de Cristo Rey. “Rey de la paz y de la justicia”. Pues reconocerlo como Rey significa aceptarlo como Aquel que nos indica el camino; aceptar con confianza día tras día su palabra, su autoridad, que es la de la verdad.

La procesión del Domingo de Ramos es asimismo “expresión de alegría porque podemos conocer a Jesús, porque Él nos concede su amistad y porque nos ha donado la clave de la vida”. Es alegría también porque es expresión de nuestro ‘sí’ a Jesús y de nuestra disponibilidad a seguirlo... Precisamente en el significado –exterior e interior- del seguimiento de Cristo ha insistido Benedicto XVI.

Recordando la importancia de “un cambio interior de la propia existencia”, en el que la autorrealización no sea la razón principal de la propia vida, en el que se deje de considerar la utilidad y la ganancia, la carrera y el éxito, el Santo Padre ha destacado que la verdad y el bien no son valores abstractos, pues en “Jesucristo se han convertido en persona” y siguiéndolo me pongo al servicio de la verdad y del amor. Perdiéndome a mí mismo me vuelvo a encontrar.

Reflexionando sobre el Salmo de la liturgia de este Domingo, el Papa ha puesto de relieve dos condiciones esenciales para “subir al monte del Señor”. La primera es interrogarse sobre Dios, buscarle y buscar su Rostro y la segunda es la de hacerlo con “manos inocentes y corazón puro”. Tras exhortar, en particular, a los queridos jóvenes a “no dejarse llevar aquí y allá en la vida, contentándose con lo que todos piensan, dicen y hacen. Buscando a Dios sin dejar que este anhelo se disuelva en nuestras almas”, Benedicto XVI ha insistido en la necesidad de la inocencia y de la purificación: “La otra condición muy concreta para subir es ésta: puede estar en el lugar santo aquel que tiene manos inocentes y corazón puro’. Manos inocentes son manos que no se usan para actos de violencia. Son manos que no se ensucian con la corrupción, que no se dejan comprar. Corazón puro. ¿Cuándo es puro el corazón? Es puro un corazón que no finge y no se mancha con la mentira y la hipocresía. Que permanece transparente como agua de manantial, porque no conoce dobleces. Es puro un corazón que no se pierde con la ebriedad del placer. Un corazón cuyo amor es verdadero y no sólo pasión de un momento. Manos inocentes y corazón puro. Si caminamos con Jesús, subimos y encontramos las purificaciones que nos llevan verdaderamente a aquella elevación a la que el hombre está destinado: la amistad con Dios mismo”.

Benedicto XVI ha evocado la antigua liturgia de este domingo, en la que el sacerdote al llegar a la iglesia, con la Cruz de la procesión tocaba a la puerta que estaba cerrada y ésta se abría: “Era una bella imagen para el misterio del mismo Jesucristo que, con el madero de su Cruz, con la fuerza de su amor se dona. Ha tocado del lado del mundo a la puerta de Dios. Del lado de un mundo que no lograba encontrar acceso ante Dios. Con la Cruz Jesús ha abierto de par en par la puerta de Dios, la puerta entre Dios y los hombres. Ahora está abierta. Pero también del otro lado, el Señor llama a la puerta con su Cruz: llama a las puertas del mundo, a las puertas de nuestros corazones, que tan a menudo y tan numerosas, están cerradas para Dios. Y nos dice más o menos así: si las pruebas que Dios en la creación te da de su existencia no logran abrirte a Él. Si la palabra de la Escritura y el mensaje de la Iglesia te dejan indiferente, entonces mírame a mi, al Dios que por ti se ha hecho sufriente, que personalmente padece contigo, ves que yo sufro por amor tuyo y ábrete a mi, tu Señor y tu Dios”.

Y antes de concluir la celebración de la Santa Misa en este Domingo de Ramos, el Santo Padre ha saludado a todos los presentes en francés, inglés, alemán, español, portugués, polaco e italiano. En especial el Pontífice se ha dirigido a los jóvenes, a quienes ha recordado el mensaje de esta XXII Jornada Mundial de la Juventud que hoy celebran: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Escuchemos seguidamente el saludo del Papa en español: RealAudioMP3 Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a vosotros, queridos jóvenes, que muy numerosos habéis participado en esta celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, que tiene como lema “Que os améis unos a otros como yo os he amado”. Con gran alegría y fervor habéis acogido este mandamiento nuevo de Cristo, que os envía a ser sus testigos entre vuestros coetáneos. No tengáis miedo de seguirle fielmente, recordando aquellas palabras de la Virgen María cuando nos habla al corazón: “Haced lo que él os diga”.

Tras dirigirse a todos los jóvenes, éstos han agradecido al Santo Padre con cantos y vítores su mensaje y alzando las ramas de olivo que han bañado la imagen de una plaza de San Pedro abarrotada de fieles, el Papa ha agradecido las muestras de felicidad de todos los presentes y ha invitado a rezar junto a él el rezo mariano del Ángelus, tras el cual, Benedicto XVI ha recorrido en coche descubierto toda la plaza del Vaticano para poder, de este modo, saludar a los miles de fieles congregados en este Domingo de Ramos en San Pedro.

Ramos de olivo, palmas, banderas de todas las naciones, y pancartas de los jóvenes participantes en la Jornada Mundial de la Juventud que hoy celebran, han dibujado la atmósfera de esta mañana en la plaza de San Pedro. Un ambiente festivo en el que ha resonado con fuerza el mensaje de la Homilía pronunciada por el Papa y el saludo a los jóvenes, a quienes el Pontífice ha invitado a abrir el corazón a Cristo.







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