Día del Seminario: Sacerdotes testigos del Amor de Dios
Lunes, 19 mar (RV).- Hoy se ha clausurado en España la Campaña del Día del Seminario
de este 2007 que ha tenido como tema: “Sacerdotes testigos del Amor de Dios”. Durante
dos días, 18 y 19 de marzo, se ha remarcado la necesidad de sacerdotes, testigos del
Amor de Dios en nuestro mundo, en la Iglesia, en nuestras diócesis de España.
Con
esta campaña la Conferencia Episcopal española (CEE) quiso tener en cuenta, por un
lado que la realidad nos demuestra cada día la urgente necesidad de vocaciones, y
por otro se ha recordado que ésta es precisamente la llamada, sugerente y profunda,
del Papa Benedicto XVI desde su encíclica “Deus Caritas est”.
La vocación tiene
que ver mucho, todo, subrayan los obispos de la CEE, con el Amor. El Seminario, tiene
que ser, como Dios Amor, comunidades de Amor. El sacerdote es hoy y tiene que seguir
siéndolo “testigo del Amor de Dios”, de ahí el lema de esta campaña: “Sacerdotes Testigos
del Amor de Dios”.
En este sentido los obispos invitan a orar siguiendo precisamente
las indicaciones dadas por Benedicto XVI en su Encíclica:
Santa María, Madre
de Dios, tú has dado al mundo la verdadera luz, Jesús, tu Hijo, el Hijo
de Dios. Te has entregado por completo a la llamada de Dios y te has convertido
así en fuente de la bondad que mana de Él. Muéstranos a Jesús. Guíanos
hacia Él. Enséñanos a conocerlo y amarlo, para que también nosotros podamos
llegar a ser capaces de un verdadero amor y ser fuentes de agua viva en medio
de un mundo sediento. Amén. (BENEDICTO XVI, Deus Caritas est n. 42)
Benedicto
XVI explica a todos los sacerdotes la necesidad de que éstos sean testigos del amor
a través de la parábola del buen samaritano, icono de Jesús que sigue siendo el criterio
de comportamiento del amor y la expresión del ser testigos del amor de Dios: el amor
es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada
situación: los hambrientos han de ser saciados, los desnudos vestidos, los enfermos
atendidos… y asumiendo el compromiso de que se continúen después las atenciones necesarias.
Porque
el sacerdote, como testigo del amor de Dios, expresado en Jesús de Nazaret, hace el
bien a los hombres gratuitamente, convencido de que las palabras más desinteresadas
y más liberadoras en su vivencia son aquellas de Jesús: “Somos unos pobres siervos.
Hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17,10).