2007-03-18 16:35:04

Visita pastoral de Benedicto XVI al Instituto de menores y jóvenes de “Casal del Marmo”: la verdadera libertad reside en la contribución a la construcción de un mundo más libre y más bello


Domingo, 18 mar (RV).- He venido con mucho gusto a visitaros y el momento más importante de nuestro encuentro es el de la Santa Misa, en la que se renueva el don del Amor de Dios, el amor que nos consuela y da paz en los momentos más difíciles de la vida”, ha comenzado diciendo el Papa a los jóvenes del correccional de menores, de Casal del Marmo, en Roma.

Han estado presentes en el encuentro el ministro de Justicia, la Jefa del Departamento de Justicia de menores, y otras autoridades, junto con el cardenal Vicario y el obispo auxiliar, el inspector general de los Capellanes de los Institutos de Prevención, así como el capellán del centro.

El Papa ha recordado que en la celebración Eucarística es Cristo mismo quien nos ilumina con su enseñanza, en la Liturgia de la Palabra, y quien nos alimenta con su cuerpo y su sangre, en la comunión. Él nos enseña a amar, y viene a hacernos capaces de amar, a pesar de lo difícil que es amar de verdad. ¿Y cuál es el secreto del amor, el secreto de la vida?, se ha preguntado el Santo Padre.

Benedicto XVI se ha referido a las tres personas que aparecen en el Evangelio; el padre y los dos hijos, de la parábola del hijo pródigo. Tras estas personas aparecen dos proyectos de vida bastante distintos. Ambos viven en paz, son agricultores acomodados, y sin embargo el hijo más joven, poco a poco encuentra esta vida aburrida, insatisfecha, y día tras día piensa que la vida es algo más, que debe encontrar otra vida en la que sea realmente libre, hacer lo que le plazca, una vida libre de estas disciplinas y normas de los mandamientos de Dios, del padre. El hijo querría estar sólo y tener toda la vida para sí mismo con todas sus bellezas, porque en el presente sólo existe el trabajo.

El Papa ha continuado con su comentario a la parábola narrando la decisión del hijo de tomar todo su patrimonio, y el respeto y generosidad manifestada por el padre ante tal decisión de la libertad del hijo, porque es él quien tiene que encontrar su proyecto de vida. Y el hijo marcha a una ciudad lejana geográficamente, porque desea un cambio radical, pero también interiormente porque quiere una vida totalmente distinta.

“Ahora su idea fija es la libertad –ha dicho el Pontífice- hacer todo lo que le plazca, ignorar las normas de un Dios lejano, no estar en la cárcel de las disciplinas de la casa, hacer cosas bonitas, vivir la vida con toda su plenitud”. Y en un primer momento, quizá algunos meses piensa que ha encontrado finalmente la vida, se siente feliz, pero poco a poco empieza a aparecer el aburrimiento, y al final se queda de nuevo invadido por un vacío cada vez más inquietante y sintiendo de nuevo que esto no es la vida, que incluso la vida se aleja cada vez más. Todo parece vacío, y aquí nace una nueva esclavitud de hacer siempre las mismas cosas. El dinero también se termina”.

Y así empieza a reflexionar si era este realmente el camino de la vida: la libertad interpretada como hacer lo que quiero, vivir la vida sólo para mí y si no sería quizá más vida vivir para los demás, contribuir a la construcción del mundo, a la comunidad humana. Empieza de esta forma un nuevo camino, un camino interior. Reflexiona y considera todos estos conceptos y comienza a vez que era mucho más libre en casa, contribuyendo a la construcción de la casa y de la sociedad en comunión con el Creador, conociendo la finalidad de mi vida, adivinando el proyecto que Dios tiene para mí”.

Y en este camino interior explicado por Benedicto XVI, el hijo se pone en marcha para regresar, para volver a empezar su vida, porque ha comprendido que estaba en el binario equivocado. Y llega a la casa del padre que le ha dado la libertad para que pueda comprender interiormente el significado de la vida. Y el padre con todo su amor le abraza, lo festeja y la vida puede comenzar de nuevo partiendo de esa fiesta.

El hijo comprende que es el trabajo, la humildad, la disciplina diaria, las que conforman la verdadera fiesta y la verdadera libertad. De esta forma, volviendo interiormente madurado y purificado comprende qué es vivir y aunque en el futuro la vida no será fácil, y las tentaciones regresarán, tiene una visión profunda de que la vida sin Dios no funciona, porque falta lo esencial, falta la luz, falta el por qué, falta el gran sentido del ser humano.

Comprende que los Mandamientos de Dios no son un obstáculo para la libertad y para la belleza de la vida, sino que son los indicadores del camino por donde encontrar la vida. Comprende que el trabajo, la disciplina, el esforzarse no por uno mismo, sino por los demás, alarga la vida. Y precisamente esta fatiga del trabajo da profundidad a la vida, porque por fin hemos contribuido para hacer crecer este mundo que se convierte en más libre y más bello.

El Santo Padre ha sugerido aplicar el Evangelio a cada situación particular, porque él nos ayuda a entender quien es verdaderamente Dios. “En el sacramento de la confesión podemos siempre de nuevo volver a comenzar la vida: Él nos acoge, nos restituye la dignidad de hijos suyos. Redescubrimos por tanto este sacramento del perdón que hace brotar el gozo en un corazón vuelto a nacer a la vida verdadera. Esta parábola nos ayuda a comprender quien es el hombre: no vive solo para sí mismo y debe tener la vida para sí mismo. Al contrario vivimos con los otros, hemos sido creados junto con los otros y solo en el estar para los otros, en el donarnos, encontramos la vida. El hombre es una criatura en la cual Dios ha impreso Su imagen [y que es atraída] en el horizonte de Su Gracia, pero es también una criatura frágil, expuesta al mal y capaz del bien. Y finalmente el hombre es una persona libre. Debemos entender qué cosa es la libertad y qué cosa es sólo la apariencia de la libertad.

“La libertad - podemos decir - es un trampolín para zambullirse en el mar infinito de la bondad divina, pero se puede convertir también en un plano inclinado sobre el cual resbalar hacia el abismo del pecado y del mal y nos perdemos y también la libertad y nuestra dignidad.

Queridos amigos, ha recordado Benedicto XVI, estamos en el tiempo de la Cuaresma, 40 días antes de Pascua. En este tiempo de Cuaresma la Iglesia nos invita a hacer este camino interior, y nos invita a la conversión que, antes de ser uno esfuerzo siempre importante para cambiar nuestros comportamientos, es una oportunidad para decidir de “levantarse y partir”, abandonar el pecado y elegir de regresar a Dios.

Hagamos – este es el imperativo de la Cuaresma – juntos este camino de liberación interior. Cada vez que, como ahora, participamos a la Eucaristía, fuente y escuela del amor, nos volvemos capaces de vivir este amor, de anunciarlo y testimoniarlo con nuestra vida. Es necesario que decidamos de ir hacia Jesús como hizo el hijo pródigo regresando interiormente y exteriormente al padre. Al mismo tiempo debemos abandonar la actitud egoísta del hijo mayor seguro de sí, que condena fácilmente a los otros, cierra el corazón a la comprensión, a la acogida y al perdón de los hermanos y olvida que también él tiene necesidad del perdón. ¡Que Maria Virgen y San José, mi patrono, cuya fiesta será mañana -y que ahora invoco de manera particular para cada uno de vosotros y para vuestras personas queridas- os obtengan este don.

Después de agradecer las palabras de acogida de las autoridades del centro penitenciario, les ha mencionado al “Padre Agostino”, como llamaban familiarmente al cardenal Casaroli, a quien ellos todavía recuerdan. En el saludo que el Papa a los y a las jóvenes de este correccional, originarios de varios países, les ha dicho que le gustaría quedarse con ellos más tiempo, pero lo tiene limitado; no obstante que les quiere mucho y sigue su vida con afecto. Posteriormente ha agradecido se trabajo a todos cuantos desempeñan un servicio en el ámbito penitenciario.

“La liturgia misma de este domingo nos invita a ser felices: “Alegraos”. ¿Pero cómo se puede ser feliz cuando se sufre, cuando se está privado de libertad, cuando uno se siente abandonado? Durante la Misa hemos recordado que Dios nos ama: he aquí la fuente de la verdadera alegría. Aun teniendo todo lo que se desea, a veces somos infelices; en cambio, podríamos estar privados de todo, hasta de la libertad o de la salud y vivir en paz y con gozo si dentro tenemos a Dios. El secreto, por tanto, está aquí, es necesario que Dios ocupe siempre el primer puesto en nuestra vida. Y el verdadero rostro de Dios nos lo ha revelado Jesús. Queridos amigos, antes de dejaros os aseguro, con todo el corazón, que seguiré rezando por vosotros y estaréis siempre presentes en mis oraciones. Os anticipo el deseo de Feliz Pascua de Resurrección y os bendigo a todos. Que el Señor os acompañe siempre con su alegría y os guíe en vuestra vida futura”.

Uno de los muchachos del centro, en representación de todos sus compañeros ha asegurado la sorpresa de todos cuando supieron de ésta visita del Papa. “No imaginábamos –ha dicho- que una persona importante como tú podría venir a visitarnos aquí. Sentimos haber cometido tantas equivocaciones, aunque en ciertas situaciones nosotros no éramos responsables, sino otros que nos empujaban a hacer ciertas cosas”.

“Sabemos que tenemos que pagar por todo lo que hemos hecho, pero el precio es muy alto. Estamos obligados a estar encerrados aquí dentro, sufrimos mucho por esto. Esperamos que tú nos comprendas. Confiamos en que cuando salgamos de aquí conseguiremos cambiar radicalmente nuestra vida. Pensamos que tú eres un punto de referencia para escapar de nuestras preocupaciones y problemas. Nuestro deseo más grande es recibir tu bendición”.







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