Visita pastoral de Benedicto XVI al Instituto de menores y jóvenes de “Casal del Marmo”:
la verdadera libertad reside en la contribución a la construcción de un mundo más
libre y más bello
Domingo, 18 mar (RV).- He venido con mucho gusto a visitaros y el momento más importante
de nuestro encuentro es el de la Santa Misa, en la que se renueva el don del Amor
de Dios, el amor que nos consuela y da paz en los momentos más difíciles de la vida”,
ha comenzado diciendo el Papa a los jóvenes del correccional de menores, de Casal
del Marmo, en Roma.
Han estado presentes en el encuentro el ministro de Justicia,
la Jefa del Departamento de Justicia de menores, y otras autoridades, junto con el
cardenal Vicario y el obispo auxiliar, el inspector general de los Capellanes de los
Institutos de Prevención, así como el capellán del centro.
El Papa ha recordado
que en la celebración Eucarística es Cristo mismo quien nos ilumina con su enseñanza,
en la Liturgia de la Palabra, y quien nos alimenta con su cuerpo y su sangre, en la
comunión. Él nos enseña a amar, y viene a hacernos capaces de amar, a pesar de lo
difícil que es amar de verdad. ¿Y cuál es el secreto del amor, el secreto de la vida?,
se ha preguntado el Santo Padre.
Benedicto XVI se ha referido a las tres personas
que aparecen en el Evangelio; el padre y los dos hijos, de la parábola del hijo pródigo.
Tras estas personas aparecen dos proyectos de vida bastante distintos. Ambos viven
en paz, son agricultores acomodados, y sin embargo el hijo más joven, poco a poco
encuentra esta vida aburrida, insatisfecha, y día tras día piensa que la vida es algo
más, que debe encontrar otra vida en la que sea realmente libre, hacer lo que le plazca,
una vida libre de estas disciplinas y normas de los mandamientos de Dios, del padre.
El hijo querría estar sólo y tener toda la vida para sí mismo con todas sus bellezas,
porque en el presente sólo existe el trabajo.
El Papa ha continuado con su
comentario a la parábola narrando la decisión del hijo de tomar todo su patrimonio,
y el respeto y generosidad manifestada por el padre ante tal decisión de la libertad
del hijo, porque es él quien tiene que encontrar su proyecto de vida. Y el hijo marcha
a una ciudad lejana geográficamente, porque desea un cambio radical, pero también
interiormente porque quiere una vida totalmente distinta.
“Ahora su idea fija
es la libertad –ha dicho el Pontífice- hacer todo lo que le plazca, ignorar las normas
de un Dios lejano, no estar en la cárcel de las disciplinas de la casa, hacer cosas
bonitas, vivir la vida con toda su plenitud”. Y en un primer momento, quizá algunos
meses piensa que ha encontrado finalmente la vida, se siente feliz, pero poco a poco
empieza a aparecer el aburrimiento, y al final se queda de nuevo invadido por un vacío
cada vez más inquietante y sintiendo de nuevo que esto no es la vida, que incluso
la vida se aleja cada vez más. Todo parece vacío, y aquí nace una nueva esclavitud
de hacer siempre las mismas cosas. El dinero también se termina”.
Y así empieza
a reflexionar si era este realmente el camino de la vida: la libertad interpretada
como hacer lo que quiero, vivir la vida sólo para mí y si no sería quizá más vida
vivir para los demás, contribuir a la construcción del mundo, a la comunidad humana.
Empieza de esta forma un nuevo camino, un camino interior. Reflexiona y considera
todos estos conceptos y comienza a vez que era mucho más libre en casa, contribuyendo
a la construcción de la casa y de la sociedad en comunión con el Creador, conociendo
la finalidad de mi vida, adivinando el proyecto que Dios tiene para mí”.
Y
en este camino interior explicado por Benedicto XVI, el hijo se pone en marcha para
regresar, para volver a empezar su vida, porque ha comprendido que estaba en el binario
equivocado. Y llega a la casa del padre que le ha dado la libertad para que pueda
comprender interiormente el significado de la vida. Y el padre con todo su amor le
abraza, lo festeja y la vida puede comenzar de nuevo partiendo de esa fiesta.
El
hijo comprende que es el trabajo, la humildad, la disciplina diaria, las que conforman
la verdadera fiesta y la verdadera libertad. De esta forma, volviendo interiormente
madurado y purificado comprende qué es vivir y aunque en el futuro la vida no será
fácil, y las tentaciones regresarán, tiene una visión profunda de que la vida sin
Dios no funciona, porque falta lo esencial, falta la luz, falta el por qué, falta
el gran sentido del ser humano.
Comprende que los Mandamientos de Dios no son
un obstáculo para la libertad y para la belleza de la vida, sino que son los indicadores
del camino por donde encontrar la vida. Comprende que el trabajo, la disciplina, el
esforzarse no por uno mismo, sino por los demás, alarga la vida. Y precisamente esta
fatiga del trabajo da profundidad a la vida, porque por fin hemos contribuido para
hacer crecer este mundo que se convierte en más libre y más bello.
El Santo
Padre ha sugerido aplicar el Evangelio a cada situación particular, porque él nos
ayuda a entender quien es verdaderamente Dios. “En el sacramento de la confesión podemos
siempre de nuevo volver a comenzar la vida: Él nos acoge, nos restituye la dignidad
de hijos suyos. Redescubrimos por tanto este sacramento del perdón que hace brotar
el gozo en un corazón vuelto a nacer a la vida verdadera. Esta parábola nos ayuda
a comprender quien es el hombre: no vive solo para sí mismo y debe tener la vida para
sí mismo. Al contrario vivimos con los otros, hemos sido creados junto con los otros
y solo en el estar para los otros, en el donarnos, encontramos la vida. El hombre
es una criatura en la cual Dios ha impreso Su imagen [y que es atraída] en el horizonte
de Su Gracia, pero es también una criatura frágil, expuesta al mal y capaz del bien.
Y finalmente el hombre es una persona libre. Debemos entender qué cosa es la libertad
y qué cosa es sólo la apariencia de la libertad.
“La libertad - podemos decir
- es un trampolín para zambullirse en el mar infinito de la bondad divina, pero se
puede convertir también en un plano inclinado sobre el cual resbalar hacia el abismo
del pecado y del mal y nos perdemos y también la libertad y nuestra dignidad.
Queridos
amigos, ha recordado Benedicto XVI, estamos en el tiempo de la Cuaresma, 40 días antes
de Pascua. En este tiempo de Cuaresma la Iglesia nos invita a hacer este camino interior,
y nos invita a la conversión que, antes de ser uno esfuerzo siempre importante para
cambiar nuestros comportamientos, es una oportunidad para decidir de “levantarse y
partir”, abandonar el pecado y elegir de regresar a Dios.
Hagamos – este es
el imperativo de la Cuaresma – juntos este camino de liberación interior. Cada vez
que, como ahora, participamos a la Eucaristía, fuente y escuela del amor, nos volvemos
capaces de vivir este amor, de anunciarlo y testimoniarlo con nuestra vida. Es necesario
que decidamos de ir hacia Jesús como hizo el hijo pródigo regresando interiormente
y exteriormente al padre. Al mismo tiempo debemos abandonar la actitud egoísta del
hijo mayor seguro de sí, que condena fácilmente a los otros, cierra el corazón a la
comprensión, a la acogida y al perdón de los hermanos y olvida que también él tiene
necesidad del perdón. ¡Que Maria Virgen y San José, mi patrono, cuya fiesta será mañana
-y que ahora invoco de manera particular para cada uno de vosotros y para vuestras
personas queridas- os obtengan este don.
Después de agradecer las palabras
de acogida de las autoridades del centro penitenciario, les ha mencionado al “Padre
Agostino”, como llamaban familiarmente al cardenal Casaroli, a quien ellos todavía
recuerdan. En el saludo que el Papa a los y a las jóvenes de este correccional, originarios
de varios países, les ha dicho que le gustaría quedarse con ellos más tiempo, pero
lo tiene limitado; no obstante que les quiere mucho y sigue su vida con afecto. Posteriormente
ha agradecido se trabajo a todos cuantos desempeñan un servicio en el ámbito penitenciario.
“La
liturgia misma de este domingo nos invita a ser felices: “Alegraos”. ¿Pero cómo se
puede ser feliz cuando se sufre, cuando se está privado de libertad, cuando uno se
siente abandonado? Durante la Misa hemos recordado que Dios nos ama: he aquí la fuente
de la verdadera alegría. Aun teniendo todo lo que se desea, a veces somos infelices;
en cambio, podríamos estar privados de todo, hasta de la libertad o de la salud y
vivir en paz y con gozo si dentro tenemos a Dios. El secreto, por tanto, está aquí,
es necesario que Dios ocupe siempre el primer puesto en nuestra vida. Y el verdadero
rostro de Dios nos lo ha revelado Jesús. Queridos amigos, antes de dejaros os aseguro,
con todo el corazón, que seguiré rezando por vosotros y estaréis siempre presentes
en mis oraciones. Os anticipo el deseo de Feliz Pascua de Resurrección y os bendigo
a todos. Que el Señor os acompañe siempre con su alegría y os guíe en vuestra vida
futura”.
Uno de los muchachos del centro, en representación de todos sus compañeros
ha asegurado la sorpresa de todos cuando supieron de ésta visita del Papa. “No imaginábamos
–ha dicho- que una persona importante como tú podría venir a visitarnos aquí. Sentimos
haber cometido tantas equivocaciones, aunque en ciertas situaciones nosotros no éramos
responsables, sino otros que nos empujaban a hacer ciertas cosas”.
“Sabemos
que tenemos que pagar por todo lo que hemos hecho, pero el precio es muy alto. Estamos
obligados a estar encerrados aquí dentro, sufrimos mucho por esto. Esperamos que tú
nos comprendas. Confiamos en que cuando salgamos de aquí conseguiremos cambiar radicalmente
nuestra vida. Pensamos que tú eres un punto de referencia para escapar de nuestras
preocupaciones y problemas. Nuestro deseo más grande es recibir tu bendición”.