Predicación cuaresmal: las bienaventuranzas son el autorretrato de Jesús
Viernes: También este viernes, Benedicto XVI y sus colaboradores de la Curia Romana
han escuchado la predicación cuaresmal que ha pronunciado el Predicador de la Casa
Pontificia. A las nueve de la mañana, en la capilla del Palacio Apostólico dedicada
a la Madre del Redentor, el P. Raniero Catalamessa, ha proseguido sus meditaciones
sobre el tema de las Bienaventuranzas, que son el «autorretrato de Jesús».
«Bienaventurados
los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra... Bienaventurados los limpios
de corazón porque ellos verán a Dios». Evocando estas palabras de Jesús, en su segundo
sermón de esta Cuaresma el Predicador de la Casa Pontificia ha hecho hincapié en que
las bienaventuranzas no son sólo un bello programa ético que nos traza el Maestro,
sino el mismo autorretrato de Jesús.
Para el padre Cantalamessa Jesús hizo
mucho más que darnos un simple ejemplo de mansedumbre y paciencia heroica; ha hecho
de la mansedumbre y la no violencia el símbolo de la verdadera grandeza, que de ahora
en adelante consistirá en rebajarse para servir y elevar a los demás. Como suele hacer
el predicador, también hoy ha recurrido a otros personajes históricos para ilustrar
los conceptos analizados. En esta ocasión uno de los personajes en cuestión ha sido
Nietzshe y su oposición a la visión de Cristo, definiéndola “una moral de esclavos,
sugerida del resentimiento natural de los débiles hacia los fuertes. Según el pensador
alemán, el Cristianismo habría introducido una especie de cáncer en la humanidad que
ha apagado el impulso y mortificado la vida.
En este sentido, el padre Cantalamessa
ha continuado comentando que desde hace algún tiempo asistimos a la tentativa de absolver
a Nietzsche de cualquier acusación, domesticarlo e incluso cristianizarlo, diciéndose
que en el fondo él nunca se la tomó contra Cristo, sino contra los cristianos. Esta
actitud, que considera al pensador alemán como un profeta de los nuevos tiempos, el
precursor de la era postmoderna, solo perjudica, en opinión del predicador, al mismo
Nietzsche e ubica el verdadero centro del problema: la alternativa irreducible entre
paganismo y Cristianismo.
“El paganismo exalta el sacrificio del débil en favor
del fuerte y el avance de la vida; el Cristianismo exalta el sacrificio del fuerte
en favor del débil”. Es difícil no ver para el predicador capuchino el nexo objetivo
entre la propuesta de Nietzsche y el programa hitleriano de eliminación de enteros
grupos humanos por el avance de la civilización y la pureza de la raza.
En
otro momento, el padre Cantalamessa ha subrayado también que la bienaventuranza de
los mansos ha adquirido una extraordinaria relevancia en el debate sobre religión
y violencia tras el 11 de septiembre y nos recuerda sobre todo a los cristianos que
el Evangelio no deja espacio a las dudas.
El predicador ha sugerido más adelante
no tomar al pie de la letra todo el sermón de la montaña, porque Jesús usa hipérboles
y un lenguaje imaginario para imprimir mejor en las mentes de sus discípulos una determinada
idea. El ejemplo del padre Cantalamessa ha sido el de ofrecer la otra mejilla para
decir que lo importante no es el gesto de poner la otra mejilla, sino el de no responder
a la violencia con otra violencia, sino vencer la ira con la calma.
Especial
importancia ha dado el predicador al terreno propio de las bienaventuranzas: el corazón.
Porque es el corazón del hombre de donde provienen los homicidios, las maldades, las
calumnias. “Las explosiones más grandes de violencia como las guerras y las luchas
comienzan en las pasiones que se agitan dentro del corazón del hombre”. No sólo hay
violencia en las manos, existe también la de los pensamientos, porque si prestamos
atención, dentro de nosotros se desarrollan continuamente procesos a puerta cerrada.
Un tribunal, en el que somos fiscal, magistrado, juez y jurado y raras veces abogado,
si no es a nuestro favor.
Antes de concluir, el padre Cantalamessa ha subrayado
que “por su naturaleza, las bienaventuranza están orientadas a la práctica; impulsan
a la imitación, acentúan la obra del hombre... Por lo que respecta a las bienaventuranza,
estamos llamados no sólo a la imitación de Jesús, sino también a la apropiación”.