Primera meditación de Cuaresma del predicador de la Casa Pontificia, dedicada a la
bienaventuranza de los puros de corazón
Viernes, 9 mar (RV).- La primera meditación de Cuaresma, ante el Papa y la Curia Romana,
el predicador de la Casa Pontificia, padre Raniero Cantalamessa, ha estado dedicada
a la bienaventuranza de los puros de corazón. Instintivamente uno es llevado a pensar
que la virtud de la pureza es equivalente al sexto mandamiento: “no cometerás actos
impuros”. Pero la pureza de corazón -ha subrayado el padre capuchino- no indica, en
el pensamiento de Cristo, una virtud particular, sino una cualidad que debe acompañar
a todas las virtudes. Lo contrario a “la pureza de corazón”, no es pues “la impureza”,
sino “la hipocresía”.
La hipocresía es el pecado denunciado con más fuerza
en la Biblia porque aparta a Dios y lo coloca en segundo lugar, situando en primer
plano a las criaturas. “Cultivar la apariencia más que el corazón -ha advertido el
padre Cantalamessa- significa dar más importancia al hombre que a Dios”. La hipocresía
es, por lo tanto, esencialmente falta de fe, pero también falta de caridad hacia el
prójimo, en el sentido que tiende a reducir a las personas a admiradores. “El juicio
de Cristo sobre la hipocresía -ha recordado el predicador- es tajante: los hipócritas
han recibido ya su recompensa”. Una recompensa -ha añadido- que se revela ilusoria
porque “la gloria escapa a quien la sigue y sigue a quien la huye”:
“De esto
se deduce –ha proseguido- que el puro por excelencia, ha existido solamente uno sobre
la faz de la tierra, es Él mismo: Jesús”. En efecto, las bienaventuranzas son el autorretrato
de Jesús: lo que Él era y lo que propone a los demás. Sobre Él sus adversarios se
ven obligados a decir: sabemos que dices la verdad, no tienes en cuenta a nadie, en
efecto, no miras a la cara a los hombres, pero siguiendo la verdad enseñas el camino
de Dios. Ese es el retrato del puro de corazón.
Tres han sido las direcciones
que han dado los padres de la Iglesia a la bienaventuranza de los puros de corazón:
la interpretación moral, la interpretación mística y la interpretación ascética. En
clave moral -ha dicho el predicador- la bienaventuranza de los puros de corazón es
la pureza, la llaneza que se opone a la hipocresía”: consiste, en efecto, en rechazar
la práctica de la justicia delante de los hombres para ser admirados.
La bienaventuranza
está interpretada también en función de la contemplación: es menester purificar el
corazón para que sea espejo en el que se refleje la imagen de Dios. La interpretación
ascética se refiere, en cambio, a la castidad interior del corazón: se debe cerrar
el corazón a las cosas terrenales, a las falacias y tentaciones y abrirlo a las cosas
celestiales y a la verdad.
“La hipocresía -ha terminado diciendo el predicador
capuchino- es actualmente el vicio más difundido y menos confesado”, y esta tendencia
a la hipocresía ha aumentado con la “cultura dominada por los medios de comunicación,
que hace difícil distinguir las cosas reales de su representación. “El hecho más inquietante
es que se tiende a anular esta diferencia, transformando la vida en un espectáculo
como muestran los reality show de la televisión”. La “llamada a la interioridad” es
la invitación que hace a los creyentes el padre Raniero Cantalamessa para que no se
dejen llevar por “esta tendencia que vacía a las personas, reduciéndolas a una imagen
o a un simulacro”.