La Santa Sede condena la inaceptable plaga de la esclavitud y la violencia, cuyas
víctimas principales son mujeres, adolescentes y niñas
Jueves, 8 mar (RV).- En el marco de la Jornada internacional - que se celebra hoy
8 de marzo - para promover los derechos de la mujer y la paz internacional, promovida
por la ONU, que este año ha elegido el tema «Poner fin a la impunidad de la violencia
contra las mujeres y las niñas», la representación pontificia ante las Naciones Unidas
ha promovido un encuentro sobre el tema «la dignidad humana de la mujer en la sociedad
contemporánea: afrontar la violencia contra la mujer».
Precisamente en este
contexto, el Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU, intervino en días
pasados en la sesión de la Comisión sobre la condición de la mujer. Y en su intervención,
Mons. Celestino Migliore dirigió un llamamiento en favor de la tutela de la dignidad
de las mujeres, exhortando a la comunidad internacional a reforzar su compromiso en
la lucha contra la plaga de la violencia contra la mujer.
Mons. Migliore lamentó
que cada día «se cometen e incluso se toleran en muchos campos violaciones de los
derechos de mujeres, adolescentes, y niñas» y que el mayor número de víctimas de «la
prostitución infantil, la explotación sexual, el abuso, la violencia doméstica, el
trabajo infantil y el tráfico de seres humanos» corresponde a las mujeres.
En
una entrevista concedida a nuestra emisora, Mons. Migliore destacó los nuevos desafíos
que amenazan, de forma inaceptable, la dignidad de la mujer: «Han pasado 60 años desde
cuando los fundadores de las Naciones Unidas proclamaron su convicción de que los
hombres y las mujeres tiene los mismos derechos. Entonces no había un país que garantizara
la plena igualdad social de las mujeres. En la actualidad, el principio de la igualdad
está reconocido casi universalmente. Sin embargo, junto con destacados progresos,
se han presentado también nuevos desafíos, nuevas formas de pobreza y nuevas formas
de desigualdad social. Pero, sobre todo, se han presentado nuevas amenazas contra
la vida y la dignidad de la mujer. Es particularmente inaceptable que, precisamente,
en una época de mayor consideración de todo lo que concierne a la mujer se afiancen
nuevas formas de violencia y de esclavitud.
Ante la gravedad de la situación
actual, Mons. Migliore reitera las propuestas de la Santa Sede para combatir el fenómeno
de la violencia: «Ciertamente las estadísticas son alarmantes, como muestran los distintos
informes publicados en los últimos meses, entre ellos el de la ONU, que está siendo
examinado por la sesión de la Comisión sobre la condición de la mujer. Desde nuestro
punto de vista, es necesario, ante todo ir a las raíces del fenómeno y comprender
el motivo de esta violencia. Entonces vemos que persisten prejuicios culturales contra
la mujer, considerada aún de alguna forma inferior al hombre. Una visión de las relaciones
humanas en la que prevalece la productividad, un clima difuso que favorece el recurso
a la violencia, a la fuerza en la solución de los pequeños y grandes problemas de
la existencia. No hay duda de que el fenómeno debe ser considerado en el contexto
de los derechos humanos, derechos que se tienen que reconocer sin ambigüedades y que
se deben hacer respetar con rigor legal. Sin embargo, si el problema es ante todo
cultural y relacional, como creemos, los mecanismos propios de los derechos humanos
serán eficaces sólo en la medida en que se inserten en una obra de sensibilización
y educación a los valores de la feminidad».
El Observador Permanente de la
Santa Sede ante la ONU pone de relieve también los instrumentos más eficaces para
promover un desarrollo integral de la mujer, en particular, en los lugares donde la
cultura o las condiciones económicas no lo consienten: «Sin duda, es indispensable
el enfoque de los derechos humanos y de sus mecanismos de implementación y de control.
A ello hay que añadir que las experiencias maduras y eficaces en la promoción de la
mujer no se registran sin empezar por la educación. Es fundamental invertir en la
educación intelectual, humana y espiritual de la mujer y, en particular, de las jóvenes».