2007-03-08 16:10:36

La Santa Sede condena la inaceptable plaga de la esclavitud y la violencia, cuyas víctimas principales son mujeres, adolescentes y niñas


Jueves, 8 mar (RV).- En el marco de la Jornada internacional - que se celebra hoy 8 de marzo - para promover los derechos de la mujer y la paz internacional, promovida por la ONU, que este año ha elegido el tema «Poner fin a la impunidad de la violencia contra las mujeres y las niñas», la representación pontificia ante las Naciones Unidas ha promovido un encuentro sobre el tema «la dignidad humana de la mujer en la sociedad contemporánea: afrontar la violencia contra la mujer».

Precisamente en este contexto, el Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU, intervino en días pasados en la sesión de la Comisión sobre la condición de la mujer. Y en su intervención, Mons. Celestino Migliore dirigió un llamamiento en favor de la tutela de la dignidad de las mujeres, exhortando a la comunidad internacional a reforzar su compromiso en la lucha contra la plaga de la violencia contra la mujer.

Mons. Migliore lamentó que cada día «se cometen e incluso se toleran en muchos campos violaciones de los derechos de mujeres, adolescentes, y niñas» y que el mayor número de víctimas de «la prostitución infantil, la explotación sexual, el abuso, la violencia doméstica, el trabajo infantil y el tráfico de seres humanos» corresponde a las mujeres.

En una entrevista concedida a nuestra emisora, Mons. Migliore destacó los nuevos desafíos que amenazan, de forma inaceptable, la dignidad de la mujer: «Han pasado 60 años desde cuando los fundadores de las Naciones Unidas proclamaron su convicción de que los hombres y las mujeres tiene los mismos derechos. Entonces no había un país que garantizara la plena igualdad social de las mujeres. En la actualidad, el principio de la igualdad está reconocido casi universalmente. Sin embargo, junto con destacados progresos, se han presentado también nuevos desafíos, nuevas formas de pobreza y nuevas formas de desigualdad social. Pero, sobre todo, se han presentado nuevas amenazas contra la vida y la dignidad de la mujer. Es particularmente inaceptable que, precisamente, en una época de mayor consideración de todo lo que concierne a la mujer se afiancen nuevas formas de violencia y de esclavitud.

Ante la gravedad de la situación actual, Mons. Migliore reitera las propuestas de la Santa Sede para combatir el fenómeno de la violencia: «Ciertamente las estadísticas son alarmantes, como muestran los distintos informes publicados en los últimos meses, entre ellos el de la ONU, que está siendo examinado por la sesión de la Comisión sobre la condición de la mujer. Desde nuestro punto de vista, es necesario, ante todo ir a las raíces del fenómeno y comprender el motivo de esta violencia. Entonces vemos que persisten prejuicios culturales contra la mujer, considerada aún de alguna forma inferior al hombre. Una visión de las relaciones humanas en la que prevalece la productividad, un clima difuso que favorece el recurso a la violencia, a la fuerza en la solución de los pequeños y grandes problemas de la existencia. No hay duda de que el fenómeno debe ser considerado en el contexto de los derechos humanos, derechos que se tienen que reconocer sin ambigüedades y que se deben hacer respetar con rigor legal. Sin embargo, si el problema es ante todo cultural y relacional, como creemos, los mecanismos propios de los derechos humanos serán eficaces sólo en la medida en que se inserten en una obra de sensibilización y educación a los valores de la feminidad».

El Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU pone de relieve también los instrumentos más eficaces para promover un desarrollo integral de la mujer, en particular, en los lugares donde la cultura o las condiciones económicas no lo consienten: «Sin duda, es indispensable el enfoque de los derechos humanos y de sus mecanismos de implementación y de control. A ello hay que añadir que las experiencias maduras y eficaces en la promoción de la mujer no se registran sin empezar por la educación. Es fundamental invertir en la educación intelectual, humana y espiritual de la mujer y, en particular, de las jóvenes».







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