2007-03-02 13:49:03

Marzo: Intención General para el Apostolado de la Oración


Viernes, 2 mar (RV).- Este mes de marzo, Benedicto XVI invita a rezar «Para que la Palabra de Dios sea, cada vez más escuchada, contemplada, amada y vivida». Meditando esta intención general, el Apostolado de la Oración presenta el discurso que el Papa dirigió, en septiembre de 2005, a los participantes en el Congreso Internacional sobre «La sagrada Escritura en la vida de la Iglesia», que se celebró para conmemorar el cuarenta aniversario de la Constitución dogmática Conciliar ‘Dei Verbum’, «sobre la Divina Revelación y sobre su transmisión para que todo el mundo, oyendo, crea el anuncio de la salvación; creyendo, espere, y esperando, ame».

Destacando que esta Constitución dogmática es «uno de los documentos más importantes del Concilio Vaticano II», Benedicto XVI dirigió su más cordial saludo a los cardenales y a los obispos, «que son los principales testigos de la Palabra de Dios». Sin olvidar a los teólogos, que la investigan, la explican y la traducen al lenguaje de hoy y a los pastores, que buscan en ella las respuestas adecuadas para los problemas de nuestro tiempo.

El Santo Padre agradeció de corazón a todos los que trabajan al servicio de la traducción y la difusión de la Biblia, proporcionando los medios para explicar, enseñar e interpretar su mensaje. Y, en especial, a la Federación Bíblica Católica por su actividad, por la pastoral bíblica que promueve, por la adhesión fiel a las indicaciones del Magisterio y por el espíritu abierto a la colaboración ecuménica en el campo bíblico. En este contexto, Benedicto XVI expresó su profunda alegría por la presencia en ese mismo congreso de los ‘delegados fraternos’ de las Iglesias y comunidades eclesiales de Oriente y de Occidente, y saludó con cordial deferencia a quienes intervinieron en representación de las grandes religiones del mundo.

Benedicto XVI recordó asimismo que la constitución dogmática Dei Verbum, de cuya elaboración fue testigo él mismo, participando personalmente como joven teólogo en los intensos debates que la acompañaron, empieza con una frase de profundo significado: «El Santo Concilio, escuchando religiosamente la Palabra de Dios y proclamándola confiadamente...»

Son palabras con las que el Concilio indica un aspecto que distingue a la Iglesia: «es una comunidad que escucha y anuncia la Palabra de Dios. La Iglesia no vive de sí misma, sino del Evangelio, y en el Evangelio encuentra siempre de nuevo orientación para su camino. Es una consideración que todo cristiano debe hacer y aplicarse  a sí mismo: sólo quien se pone primero a la escucha de la Palabra, puede convertirse después en su heraldo. En efecto, el cristiano no debe enseñar su  propia  sabiduría, sino la sabiduría de Dios, que a menudo se presenta como escándalo a los ojos del mundo (cf. 1 Co 1, 23)».

Haciendo hincapié en que la Iglesia sabe bien que Cristo vive en las sagradas Escrituras, Benedicto XVI puso de relieve que precisamente por este motivo - como subraya la mencionada Constitución – la Iglesia ha tributado siempre a las divinas Escrituras una veneración semejante a la que reserva al Cuerpo mismo del Señor. Por ello, recordó el Papa, san Jerónimo, citado también por el documento conciliar, afirmaba  con razón que «desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo».

La Iglesia y la Palabra de Dios están inseparablemente unidas. La Iglesia vive de la Palabra de Dios, y la Palabra de Dios resuena en la Iglesia, en su enseñanza y en toda su vida (cf. ib., 8). Por este motivo, reiteró asimismo Benedicto «el apóstol san Pedro nos recuerda que ‘ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia; porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo han hablado de parte de Dios’ (1 P 1, 20)».

El Papa exhortó a dar gracias a Dios porque en estos últimos tiempos, también por el impulso que dio la constitución dogmática ‘Dei Verbum’, se ha vuelto a valorar más profundamente la importancia fundamental de la Palabra de Dios. De ello ha derivado una renovación en la vida de la Iglesia, sobre todo en la predicación, en la catequesis, en la teología, en la espiritualidad e incluso en el camino ecuménico. La Iglesia debe renovarse y rejuvenecerse siempre,  y  la Palabra de Dios, que no envejece ni se agota jamás, es el medio privilegiado para este fin. En efecto, es la Palabra de Dios la que, por la acción del Espíritu Santo, nos guía siempre de nuevo a la verdad completa (cf. Jn 16, 13).

Benedicto XVI quiso «recordar y recomendar sobre todo la antigua tradición de la Lectio divina: la lectura asidua de la sagrada Escritura acompañada por la oración realiza el coloquio íntimo en el que, leyendo, se escucha a Dios que habla y, orando, se le responde con confiada apertura del corazón (cf. ‘Dei Verbum’, 25)». En este contexto, el Santo Padre reafirmó su convicción de que, «si esta práctica se promueve eficazmente, producirá en la Iglesia una nueva primavera espiritual. Por eso, es preciso impulsar ulteriormente, como elemento fundamental de la pastoral bíblica, la Lectio divina, también mediante la utilización de métodos nuevos, adecuados a nuestro tiempo y ponderados atentamente. Jamás se debe olvidar que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero (cf. Sal 119, 105)».

Una vez más, el Papa manifestó el profundo anhelo de «que la Palabra del Señor siga  propagándose (cf. 2 Ts 3, 1) hasta los confines de la tierra, para que, mediante el anuncio de la salvación, el mundo entero escuchando crea, creyendo espere, y esperando ame (cf. ‘Dei Verbum’ 1)».







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