Marzo: Intención General para el Apostolado de la Oración
Viernes, 2 mar (RV).- Este mes de marzo, Benedicto XVI invita a rezar «Para que la
Palabra de Dios sea, cada vez más escuchada, contemplada, amada y vivida». Meditando
esta intención general, el Apostolado de la Oración presenta el discurso que el Papa
dirigió, en septiembre de 2005, a los participantes en el Congreso Internacional
sobre «La sagrada Escritura en la vida de la Iglesia», que se celebró para conmemorar
el cuarenta aniversario de la Constitución dogmática Conciliar ‘Dei Verbum’, «sobre
la Divina Revelación y sobre su transmisión para que todo el mundo, oyendo, crea el
anuncio de la salvación; creyendo, espere, y esperando, ame».
Destacando que
esta Constitución dogmática es «uno de los documentos más importantes del Concilio
Vaticano II», Benedicto XVI dirigió su más cordial saludo a los cardenales y a los
obispos, «que son los principales testigos de la Palabra de Dios». Sin olvidar a los
teólogos, que la investigan, la explican y la traducen al lenguaje de hoy y a los
pastores, que buscan en ella las respuestas adecuadas para los problemas de nuestro
tiempo.
El Santo Padre agradeció de corazón a todos los que trabajan al servicio
de la traducción y la difusión de la Biblia, proporcionando los medios para explicar,
enseñar e interpretar su mensaje. Y, en especial, a la Federación Bíblica Católica
por su actividad, por la pastoral bíblica que promueve, por la adhesión fiel a las
indicaciones del Magisterio y por el espíritu abierto a la colaboración ecuménica
en el campo bíblico. En este contexto, Benedicto XVI expresó su profunda alegría por
la presencia en ese mismo congreso de los ‘delegados fraternos’ de las Iglesias y
comunidades eclesiales de Oriente y de Occidente, y saludó con cordial deferencia
a quienes intervinieron en representación de las grandes religiones del mundo.
Benedicto
XVI recordó asimismo que la constitución dogmática Dei Verbum, de cuya elaboración
fue testigo él mismo, participando personalmente como joven teólogo en los intensos
debates que la acompañaron, empieza con una frase de profundo significado: «El Santo
Concilio, escuchando religiosamente la Palabra de Dios y proclamándola confiadamente...»
Son
palabras con las que el Concilio indica un aspecto que distingue a la Iglesia: «es
una comunidad que escucha y anuncia la Palabra de Dios. La Iglesia no vive de sí misma,
sino del Evangelio, y en el Evangelio encuentra siempre de nuevo orientación para
su camino. Es una consideración que todo cristiano debe hacer y aplicarse a sí mismo: sólo
quien se pone primero a la escucha de la Palabra, puede convertirse después en su
heraldo. En efecto, el cristiano no debe enseñar su propia sabiduría, sino la sabiduría
de Dios, que a menudo se presenta como escándalo a los ojos del mundo (cf. 1 Co 1,
23)».
Haciendo hincapié en que la Iglesia sabe bien que Cristo vive en las
sagradas Escrituras, Benedicto XVI puso de relieve que precisamente por este motivo
- como subraya la mencionada Constitución – la Iglesia ha tributado siempre a las
divinas Escrituras una veneración semejante a la que reserva al Cuerpo mismo del Señor.
Por ello, recordó el Papa, san Jerónimo, citado también por el documento conciliar,
afirmaba con razón que «desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo».
La
Iglesia y la Palabra de Dios están inseparablemente unidas. La Iglesia vive de la
Palabra de Dios, y la Palabra de Dios resuena en la Iglesia, en su enseñanza y en
toda su vida (cf. ib., 8). Por este motivo, reiteró asimismo Benedicto «el apóstol
san Pedro nos recuerda que ‘ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por
cuenta propia; porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que
hombres movidos por el Espíritu Santo han hablado de parte de Dios’ (1 P 1, 20)».
El Papa exhortó a dar gracias a Dios porque en estos últimos tiempos, también
por el impulso que dio la constitución dogmática ‘Dei Verbum’, se ha vuelto a valorar
más profundamente la importancia fundamental de la Palabra de Dios. De ello ha derivado
una renovación en la vida de la Iglesia, sobre todo en la predicación, en la catequesis,
en la teología, en la espiritualidad e incluso en el camino ecuménico. La Iglesia
debe renovarse y rejuvenecerse siempre, y la Palabra de Dios, que no envejece ni
se agota jamás, es el medio privilegiado para este fin. En efecto, es la Palabra de
Dios la que, por la acción del Espíritu Santo, nos guía siempre de nuevo a la verdad
completa (cf. Jn 16, 13).
Benedicto XVI quiso «recordar y recomendar sobre
todo la antigua tradición de la Lectio divina: la lectura asidua de la sagrada Escritura
acompañada por la oración realiza el coloquio íntimo en el que, leyendo, se escucha
a Dios que habla y, orando, se le responde con confiada apertura del corazón (cf.
‘Dei Verbum’, 25)». En este contexto, el Santo Padre reafirmó su convicción de que,
«si esta práctica se promueve eficazmente, producirá en la Iglesia una nueva primavera
espiritual. Por eso, es preciso impulsar ulteriormente, como elemento fundamental
de la pastoral bíblica, la Lectio divina, también mediante la utilización de métodos
nuevos, adecuados a nuestro tiempo y ponderados atentamente. Jamás se debe olvidar
que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero (cf.
Sal 119, 105)».
Una vez más, el Papa manifestó el profundo anhelo de «que la
Palabra del Señor siga propagándose (cf. 2 Ts 3, 1) hasta los confines de la tierra,
para que, mediante el anuncio de la salvación, el mundo entero escuchando crea, creyendo
espere, y esperando ame (cf. ‘Dei Verbum’ 1)».