Miércoles de Ceniza: el ayuno y las otras prácticas cuaresmales son considerados por
la tradición cristiana como armas espirituales para combatir el mal, las pasiones
malignas y los vicios
Jueves, 22 feb (RV).- “El tiempo de Cuaresma, que inicia este Miércoles de Ceniza,
con las practicas de la caridad, la oración y la penitencia son las armas que permiten
al hombre una purificación interior que lo desintoxique de la contaminación del pecado
y del mal, lo aleje de la esclavitud del propio yo y lo haga disponible a la escucha
de Dios”. Así se desprende de la homilía de Benedicto XVI, durante la Santa Misa con
el rito de la bendición y la imposición de las cenizas celebrada, ayer, en la Basílica
de Santa Sabina, en Roma.
Hacia las 4 y cuarto de la tarde, el Pontífice partió
en automóvil del patio de San Dámaso del Vaticano para dirigirse a la basílica de
San Anselmo en el Aventino, donde dio inicio la procesión penitencial hacia la basílica
de Santa Sabina, acompañado por cardenales, obispos, fieles y los monjes de benedictinos
de San Anselmo y los dominicos de Santa Sabina. A las 5 de la tarde inició la celebración
de la Santa Misa en la que Santo Padre recordó la gracia de este tiempo favorable
de la Cuaresma, para dejarnos reconciliar con Dios en Jesucristo.
El Santo
Padre aseguró que con la procesión penitencial y la celebración eucarística entramos
en el austero clima de la Cuaresma pidiendo que el Señor ayude al pueblo cristiano
a “iniciar un camino de verdadera conversión para enfrentar victoriosamente con las
armas de la penitencias el combate contra el espíritu del mal”. El Pontífice explicó
que el Miércoles de Cenizas es considerado la “puerta” de la Cuaresma , en la que
la Iglesia no se limita a ofrecernos la temática litúrgica y espiritual del itinerario
cuaresmal, mas nos indica los instrumentos ascéticos y prácticos para recorrerlo fructíferamente.
El
Papa se refirió a la Primera lectura, tomada del libro del profeta Joel: “Regresen
a mi con todo el corazón, con ayunos, con llantos y lamentos”. Y explicó que el profeta
anima al pueblo electo a la conversión, es decir, a regresar con confianza filial
al Señor, lacerándose el corazón y no las vestes, una invitación que es válida también
para el cristiano de hoy. “No dudemos – dijo el Pontífice- en reencontrar la amistad
de Dios perdida con el pecado, encontrando al Señor experimentamos la alegría de su
perdón.
Recordando al Segunda Carta de San Pablo, el Papa aseguró que con este
espíritu, iniciamos el tiempo favorable de la Cuaresma, para dejarnos reconciliar
con Dios en Jesucristo. Imitando en cierto modo al profeta Joel, el Apóstol exhorta
a los cristianos de Corintio a dejarse reconciliar con Dios en Cristo y agrega que
“es ahora el día de la salvación”. “Mientras Joel se refería al día del Señor- explicó
el santo Padre- Pablo habla del día de la Salvación, es decir, para quien se convierte,
el día del Señor coincide con el de la Salvación. El llamado a la conversión, a la
penitencia resuena, hoy, con toda su fuerza para que su eco nos acompañe en cada momento
de la vida”.
Benedicto XVI dijo que la liturgia del Miércoles de Cenizas indica
así, en la conversión del corazón a Dios, la dimensión fundamental del tiempo cuaresmal.
Este es el llamado sugestivo que nos llega de la tradición del rito de la imposición
de las cenizas. Rito que reviste un doble significado: el primero relativo al cambio
interior, a la conversión y a la penitencia, mientras el segundo llama a la precariedad
de la humana condición, como es fácil entender por las dos diferentes formulas que
acompañan el gesto.
Al recordar que tenemos cuarenta días para profundizar
esta extraordinaria experiencia ascética y espiritual, el Papa hizo referencia al
Evangelio en el que Jesús indica cuáles son los instrumentos útiles para cumplir
con la auténtica renovación interior y comunitaria: las obras de caridad (la limosna),
la oración y la penitencia (ayuno). El Pontífice dijo que estas son las tres prácticas
fundamentales que contribuyen a purificar al hombre frente a Dios, no obstante advirtió
que “tales gestos exteriores, que son cumplidos para complacer a Dios y no para obtener
la aprobación y el consenso de los hombres, son por Él aceptadas si expresan la determinación
de corazón de servirlo a Él solamente, con simplicidad y generosidad.
Más
adelante el Santo Padre se refirió en particular al Ayuno, al cual la Iglesia nos
invita en este tiempo fuerte, puntualizando que “ no nace ciertamente de motivaciones
de orden físico o estético, sino que surge de la exigencia que el hombre tiene de
una purificación interior que lo desintoxique de la contaminación del pecado y del
mal; lo eduqué a aquellas renuncias más saludables que alejan al creyente de la esclavitud
del propio yo; lo haga más atento y disponible a la escucha de Dios y al servicio
de los hermanos”. Por esta razón -continuó el Papa- el ayuno y las otras prácticas
cuaresmales son considerados por la tradición cristiana como armas espirituales para
combatir el mal, las pasiones, malvadas y los vicios.
Al concluir su homilía,
Benedicto XVI se refirió a su Mensaje para la Cuaresma, en el cual ha invitado a vivir
estos cuarenta días de especial gracia como un tiempo eucarístico. “Tomando de aquella
fuente inagotable de amor que es la Eucaristía, en la cual Cristo renueva el sacrificio
redentor de la Cruz, cada cristiano puede perseverar en el itinerario que hoy solemnemente
emprendemos. Las obras de caridad, la oración, el ayuno junto a otro sincero esfuerzo
de conversión encuentran su más alto significado y valor en la Eucaristía, centro
y culmen de la vida de la Iglesia y de la historia de la salvación.”
Tras la
celebración el maestro general de los dominicos, fray Carlos Aziproz nos comentaba
sus impresiones sobre esta visita del Santo Padre a santa Sabina.