Sábado, 17 feb (RV).- También este año el Santo Padre, el sábado precedente al Miércoles
de Ceniza, visita, hoy, el Seminario Romano Mayor en ocasión de la fiesta de Nuestra
Señora de la Confianza. Hemos entrevistado por este motivo al rector del seminario
Mons. Giovanni Tani. ¿Por qué el encuentro del Papa con sus seminaristas tiene lugar
en esta fiesta litúrgica?
R: Porque esta es la fiesta principal de nuestro
Seminario: es la Fiesta de nuestra Patrona. El Papa, que es el obispo de Roma, viene
a tomar parte en la fiesta de su Seminario. Ya lo hizo Pablo VI. Después, Juan Pablo
II consolidó esta tradición: vino casi todos los años, en ocasión de la Fiesta de
Nuestra Señora de la Confianza; para Benedicto XVI este es el segundo año.
¿Cómo
se puede ayudar a hacer crecer las vocaciones en un contexto a menudo tan alejado
de Dios?
R: Nosotros cada año tenemos una decena de jóvenes que entran en
el Seminario; se está preparando ahora un grupo en el propedéutico y otros en el Seminario
menor: por tanto tenemos una media anual de diez. Harían falta más, sin duda. ¿Qué
podemos hacer? Yo creo que cuando se prueba que Dios no está lejos; cuando la pregunta
encuentra un sentido en Él, la respuesta es más sólida; entonces es más fácil sentir
la llamada, el Señor que dice: “Sígueme!” Pienso que sería necesario que a los jóvenes
no les faltara nunca el momento de oración, de reflexión, de silencio. Es por ello
que no pienso en un gran número de jóvenes, sino en aquel grupo reducido capaz de
acoger propuestas espiritualmente fuertes. Creo asimismo que el tema de la vocación
tendría que ser presentado de una manera más explícita, aparecer incluso como una
cosa normal en las homilías, no ocasionalmente; intentar explicar que la vida de fe
es una respuesta a una llamada de Dios. Y luego, no solamente dirigirse a los jóvenes,
sino que este discurso es válido también para los chicos en edad escolar, porque ellos
en este momento de su vida están soñando su futuro. Proponerles por tanto un gran
ideal, no es equivocado. Y luego, extender este compromiso también a los grupos de
los ministrantes, no hay que olvidar que muchos seminaristas antes han sido monaguillos.
¿De
qué manera se puede ayudar a un joven con claros signos vocacionales?
R:
Yo creo que ante todo se le debe escuchar mucho, invitarlo a ponerse en un camino
de oración y de dirección espiritual; ayudarlo a que reflexione, a que entienda bien
cuáles son las motivaciones que lo guían, que los inspiran a este deseo; darle tiempo;
darle la posibilidad de que hable de él, antes que hablarle a él. La vocación es una
cosa muy profunda, que tiene necesidad de ir surgiendo y manifestarse gradualmente.
¿Qué tipo de vida le espera a un joven que entra en el seminario?
R:
Sobre todo encuentra amigos. Amigos que como él, comparten el mismo ideal, la misma
llamada. Esta amistad dentro del Seminario es uno de los puntos más importantes. Luego,
encuentra ayudas educativas, espirituales, culturales. Y después en este ambiente,
puede dar una libre respuesta, una respuesta a la gracia de Dios que les acompaña.
Y en esta progresión, poco a poco, se forman los sacerdotes.
¿Qué tipo
de sacerdotes espera hoy el mundo?
R: Yo creo que hay un mundo que no espera
sacerdotes. Pero hay un mundo que se sorprende mucho cuando encuentra sacerdotes sensibles,
atentos, generosos, como sucede en las parroquias: la gente está muy contenta cuando
encuentra sacerdotes así, cuando son capaces de iluminar los contenidos de la fe y
hacer entender lo importantes que son para la vida. Sacerdotes que saben intuir el
mundo de Dios, el mundo del alma; hombres profundamente espirituales; sacerdotes que
creen en la comunidad y en ella dan espacio a la responsabilidad de los laicos, tanto
hombres como mujeres…hay sacerdotes así, que son muy amados por la gente.