2007-02-03 13:51:36

El Papa elogia la renuncia de los consagrados para seguir a Cristo, y su aceptación de una forma de pensar y vivir 'en contraste con la lógica del mundo'


Viernes, 2 feb (RV).- Esta tarde a las cinco y media tuvo lugar en la basílica de san Pedro la bendición de las candelas, la procesión y la Santa Misa con los religiosos y las religiosas celebrada por el cardenal Franck Rodé, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica en ocasión la fiesta de la Presentación del Señor al Templo. Al final de la liturgia eucarística el Santo Padre bajó a la basílica y dirigió unas palabras a los presentes.

La liturgia de hoy recuerda la Presentación del Señor al Templo, fiesta elegida por mi venerado predecesor, Juan Pablo II, recordó el Papa, como “Jornada de la Vida Consagrada”… La conmemoración de hoy es más que nunca oportuna para pedir juntos Señor el don de una siempre más consistente e incisiva presencia de los religiosos, de las religiosas y de las personas consagradas en las Iglesia en camino por las vías del mundo… La fiesta que hoy celebramos nos recuerda que vuestro testimonio evangélico, para que sea verdaderamente eficaz, debe brotar de una respuesta sin reservas a la iniciativa de Dios que os ha consagrado a sí con un especial acto de amor.

Como a los ancianos Simeón y Ana deseaban ver al Mesías antes de su muerte y hablaban de él “a cuantos esperaban la redención de Jerusalén”, así también en este nuestro tiempo está difundido, sobretodo entre los jóvenes, la necesidad de encontrar a Dios. Aquellos que son elegidos por Dios para la vida consagrada hacen suyo en modo definitivo este hálito espiritual. En ellos habita de hecho una sola espera: aquella del Reino; arde una única sed de amor, que sólo el Eterno puede apagar.

Con su ejemplo proclaman a un mundo a menudo desorientado, pero en realidad cada vez más en búsqueda de un sentido, que Dios es el Señor de la existencia, que su “gracia vale más que la vida”. Eligiendo la obediencia, la pobreza y la castidad por el Reino de los cielos, muestran que todo apego y amor a las cosas y a las personas es incapaz de saciar definitivamente el corazón; que la existencia terrenal es una espera más ó menos larga del encuentro “cara a cara” con el Esposo divino, espera de vivir con corazón siempre vigilante para estar listos a reconocerlo y a acogerlo cuando vendrá.

Por su naturaleza, la vida consagrada constituye una respuesta a Dios total y definitiva, incondicional y apasionada. Y cuando se renuncia a todo para seguir a Cristo, cuando se le da aquello que es más querido, enfrentando todo sacrificio, entonces, como ocurrió con el divino Maestro, también la persona consagrada que sigue sus huellas se convierte necesariamente “signo de contradicción”, para él su modo de pensar y de vivir está a menudo en contraste con la lógica del mundo. Se escoge a Cristo, es mas se deja “conquistar” por él sin reservas. Ante tal valor, cuanta gente sedienta de verdad permanece impactada y es atraída por quien no duda en dar la vida, la propia vida, por aquello en lo que cree...

No olviden jamás que la vida consagrada es un don divino, y que es en primer lugar el Señor a conducirla a buen fin según sus proyectos. Esta certeza debe ser de confortación, preservándoles de la tentación de la desesperanza ante las inevitables dificultades de la vida y a los múltiples desafíos de la época moderna. En efecto, en los tiempos difíciles que estamos viviendo no pocos Institutos pueden advertir una sensación de desorientación por las debilidades que encuentran en su interior y por los múltiples obstáculos que encuentran en el llevar a cumplimiento su misión. Aquel Niño Jesús, que hoy viene presentado al Templo, esta vivo entre nosotros y nos sostiene en una manera visible para que cooperemos fielmente con El en la obra de la salvación.







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