41ª Jornada Mundial Comunicaciones Sociales: el Papa denuncia la perversión de programas,
películas y videojuegos para niños y adolescentes que exaltan la violencia o trivializan
la sexualidad humana
Miércoles, 24 ene (RV).- Se ha hecho público el Mensaje de Benedicto VI para la 41ª
Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que se celebrará el 20 de mayo de este
año y cuyo tema es: “Los niños y los medios de comunicación social: un reto para la
educación”.
En su mensaje el Pontífice denuncia con dureza cualquier “tendencia
a producir programas - incluso películas de animación y video juegos- que exaltan
la violencia y reflejan comportamientos antisociales o que, en nombre del entretenimiento,
trivializan la sexualidad humana” y la define como “perversión; mucho más cuando se
trata de programas dirigidos a niños y adolescentes”. ¿Cómo se podría explicar este
"entretenimiento" a los innumerables jóvenes inocentes que son víctimas realmente
de la violencia, la explotación y el abuso?, se pregunta Benedicto XVI.
El
Papa, nos invita a reflexionar sobre dos aspectos de suma importancia: la formación
de los niños; y la misma formación de los medios de comunicación. De hecho, la educación
actual está fuertemente relacionada con el influjo penetrante de los medios en nuestro
mundo, y los medios marcan profundamente el entorno cultural.
La relación
entre los niños, los medios de comunicación y la educación se puede considerar desde
dos perspectivas, escribe el Santo Padre: la formación de los niños por parte de los
medios, y la formación de los niños para responder adecuadamente a ellos. Una reciprocidad
que apunta a la responsabilidad de los medios como industria, y a la necesidad de
una participación crítica y activa por parte de los lectores, televidentes u oyentes.
En este contexto, la formación en el recto uso de los medios es esencial para el desarrollo
cultural, moral y espiritual de los niños. Educar a los niños para que hagan un
buen uso de los medios es responsabilidad de los padres, de la Iglesia y de la escuela,
añade el Papa. Para llevar esto a cabo, los padres deberían contar con el estímulo
y ayuda de toda la comunidad. El profundo deseo de los padres y profesores de educar
a los niños, solo será favorecido por la industria de los medios en la medida en que
promueva la dignidad fundamental del ser humano, el verdadero valor del matrimonio
y de la vida familiar, así como los logros y metas de la humanidad.
Benedicto
XVI exhorta nuevamente a los responsables de la industria de la comunicación en general
para que formen y motiven a los productores a salvaguardar el bien común, a preservar
la verdad, a proteger la dignidad humana individual y a promover el respeto por las
necesidades de la familia.
Pontificio Consejo para las Comunicaciones
Sociales 41ª
JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES Tema: "Los
niños y los medios de comunicación social: un reto para la educación" 20
de mayo de 2007 Mensaje
del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas: 1. El tema de
la cuadragésima primera Jornada de las Comunicaciones Sociales, "Los niños y los medios
de comunicación social: un reto para la educación", nos invita a reflexionar sobre
dos aspectos de suma importancia. Uno es la formación de los niños. El segundo, quizás
menos obvio pero no menos importante, es la formación de los medios mismos.
Los
complejos desafíos a los que se enfrenta la educación actual están fuertemente relacionados
con el influjo penetrante de estos medios en nuestro mundo. Como un aspecto del fenómeno
de la globalización e impulsados por el rápido desarrollo tecnológico, los medios
marcan profundamente el entorno cultural (cf. Juan Pablo II, Carta apostólica El Rápido
desarrollo, 3). De hecho, algunos afirman que la influencia formativa de los medios
se contrapone a la de la escuela, de la Iglesia e incluso a la del hogar. "Para muchas
personas la realidad corresponde a lo que los medios de comunicación definen como
tal" (Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Aetatis novae, 4).
2.
La relación entre los niños, los medios de comunicación y la educación se puede considerar
desde dos perspectivas: la formación de los niños por parte de los medios, y la formación
de los niños para responder adecuadamente a los medios. Surge entonces como una especie
de reciprocidad que apunta a la responsabilidad de los medios como industria, y a
la necesidad de una participación crítica y activa por parte de los lectores, televidentes
u oyentes. En este contexto, la formación en el recto uso de los medios es esencial
para el desarrollo cultural, moral y espiritual de los niños.
¿Cómo se puede
promover y proteger este bien común? Educar a los niños para que hagan un buen uso
de los medios es responsabilidad de los padres, de la Iglesia y de la escuela. El
papel de los padres es de vital importancia. Éstos tienen el derecho y el deber de
asegurar un uso prudente de los medios educando la conciencia de sus hijos, para que
sean capaces de expresar juicios serenos y objetivos que después les guíen en la elección
o rechazo de los programas propuestos (cf. Juan Pablo II, Exhortación apostólica Familiaris
consortio, 76). Para llevar a cabo eso, los padres deberían de contar con el estímulo
y ayuda de las escuelas y parroquias, asegurando así que este aspecto de la paternidad,
difícil pero gratificante, sea apoyado por toda la comunidad.
La educación
para los medios debería ser positiva. Cuando se pone a los niños delante de lo que
es estética y moralmente excelente se les ayuda a desarrollar la apreciación, la prudencia
y la capacidad de discernimiento. En este punto, es importante reconocer el valor
fundamental del ejemplo de los padres y el beneficio de introducir a los jóvenes en
los clásicos de la literatura infantil, las bellas artes y la música selecta. Si bien
la literatura popular siempre tendrá un lugar propio en la cultura, no debería ser
aceptada pasivamente la tentación al sensacionalismo en los lugares de enseñanza.
La belleza, que es como un espejo de lo divino, inspira y vivifica los corazones y
mentes jóvenes, mientras que la fealdad y la tosquedad tienen un impacto deprimente
en las actitudes y comportamientos.
La educación para los medios, como toda
labor educativa, requiere la formación del ejercicio de la libertad. Se trata de una
tarea exigente. Muy a menudo la libertad se presenta como la búsqueda frenética del
placer o de nuevas experiencias. Pero más que de una liberación se trata de una condena.
La verdadera libertad nunca condenaría a un individuo - especialmente un niño - a
la búsqueda insaciable de la novedad. A la luz de la verdad, la auténtica libertad
se experimenta como una respuesta definitiva al "sí" de Dios a la humanidad, que nos
llama a elegir lo que es bueno, verdadero y bello, no de un modo discriminado sino
deliberadamente. Los padres de familia son, pues, los guardianes de la libertad de
sus hijos; y en la medida en que les devuelven esa libertad, los conducen a la profunda
alegría de la vida (cf. Discurso en el V Encuentro Mundial de las Familias, Valencia,
8 julio 2006).
3. Este profundo deseo de los padres y profesores de educar
a los niños en el camino de la belleza, de la verdad y de la bondad, solo será favorecido
por la industria de los medios en la medida en que promueva la dignidad fundamental
del ser humano, el verdadero valor del matrimonio y de la vida familiar, así como
los logros y metas de la humanidad. De ahí que la necesidad de que los medios estén
comprometidos en una formación efectiva y éticamente aceptable sea vista con particular
interés e incluso con urgencia, no solamente por los padres y profesores, sino también
por todos aquéllos que tienen un sentido de responsabilidad cívica.
Si bien
afirmamos con certeza que muchos operadores de los medios desean hacer lo que es justo
(cf. Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Ética en las comunicaciones
sociales, 4), debemos reconocer que los comunicadores se enfrentan con frecuencia
a "presiones psicológicas y especiales dilemas éticos" (Aetetatis novae, 19) viendo
como a veces la competencia comercial fuerza a rebajar su estándar.
Toda tendencia
a producir programas - incluso películas de animación y video juegos- que exaltan
la violencia y reflejan comportamientos antisociales o que, en nombre del entretenimiento,
trivializan la sexualidad humana, es perversión; y mucho más cuando se trata de programas
dirigidos a niños y adolescentes.
¿Cómo se podría explicar este "entretenimiento"
a los innumerables jóvenes inocentes que son víctimas realmente de la violencia, la
explotación y el abuso? A este respecto, haríamos bien en reflexionar sobre el contraste
entre Cristo, que "abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos"
(Mc 10,16), y aquél que "escandaliza a uno de estos pequeños más le vale que le pongan
al cuello una piedra de molino" (Lc 17,2).
Exhorto nuevamente a los responsables
de la industria de estos medios para que formen y motiven a los productores a salvaguardar
el bien común, a preservar la verdad, a proteger la dignidad humana individual y a
promover el respeto por las necesidades de la familia.
4. La Iglesia misma,
a la luz del mensaje de salvación que se le ha confiado, es también maestra en humanidad
y aprovecha la oportunidad para ofrecer ayuda a los padres, educadores, comunicadores
y jóvenes. Las parroquias y los programas escolares, hoy en día, deberían estar a
la vanguardia en lo que respecta a la educación para los medios de comunicación social.
Sobre todo, la Iglesia desea compartir una visión de la dignidad humana que es el
centro de toda auténtica comunicación. "Al verlo con los ojos de Cristo, puedo dar
al otro mucho más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle la mirada de amor
que él necesita" (Deus caritas est, 18).
Vaticano, 24 de enero de 2007, fiesta
de san Francisco de Sales. BENEDICTUS XVI