Primer documento de la Iglesia, en su dimensión universal, dedicado a los gitanos
Jueves, 18 ene (RV).- Del 11 al 12 de diciembre ha tenido lugar en Roma el Encuentro
de Estudio de los Directores Nacionales de Pastoral de los Nómadas sobre las “Orientaciones
para una Pastoral de los Gitanos. Examen detenido del Documento”. Participaron 27
delegados procedentes de 21 países, que representaban tres continentes. El objetivo
de la reunión era realizar un estudio más profundo de las Orientaciones para estimular
una aplicación adecuada. Se trata del primer Documento de la Iglesia, en su dimensión
universal, dedicado a los Gitanos.
Tras dos días de intervenciones y testimonios
de capellanes se aprobaron más de una decena de conclusiones en las que se incluye
un documento que describe la pastoral de los Gitanos, no como mera beneficencia, sino
como una exigencia de la catolicidad de la Iglesia. Las Orientaciones, de hecho, son
fruto del empeño pastoral desarrollado hasta ahora y del intercambio de las experiencias
realizadas. Marcan, por lo tanto, un momento importante en la historia de evangelización
y promoción humana de los gitanos.
Los participantes en este Encuentro confirman
en el documento final una serie de necesidades que recomiendan “que la Iglesia asuma
las angustias y las esperanzas de los Gitanos, para que el Evangelio sea vivido y
anunciado de manera adecuada a su mentalidad y a sus tradiciones” y la aceptación
de “enriquecerse con los valores gitanos, nacidos de la resistencia a la asimilación
y a las persecuciones, ya que la universalidad misma de la Iglesia lo requiere”.
Y
para alcanzar estos objetivos el documento final sugiere, entre otras cosas, dar la
prioridad a la tarea del promotor episcopal y solicitar un compromiso mayor por parte
de los Obispos en la acogida y en la creación de espacios de escucha a los gitanos,
así como en la prevención de la discriminación. Otras recomendaciones importantes
son favorecer las asociaciones políticas y culturales de los gitanos, y su protagonismo
y responsabilización.
También se subraya la importancia de multiplicar los
lugares en los que los gitanos puedan expresar lo que son y su fe y salir del esquema
acostumbrado de preparación a los sacramentos. El documento final recomienda asimismo
“manifestar la solidaridad de la Iglesia con los objetivos de justicia de la sociedad
civil hacia los Gitanos y favorecer el florecimiento de una cultura gitana para darla
a conocer también en su dimensión de fe; y promover los encuentros organizados entre
agentes de pastoral y gitanos responsables, para establecer relaciones auténticas
y suscitar una ‘vida compartida’ ”.
Otras dos recomendaciones más son afrontar
lealmente el desafío que implican para la pastoral las nuevas migraciones gitanas,
mediante el encuentro con otras religiones y confesiones, y por último intensificar
la colaboración con las instituciones civiles para que den voz a los Gitanos, y considerar
la posibilidad de crear, en la Iglesia, foros, en los que los Gitanos puedan presentar
sus problemas, sus solicitudes y algún caso particular propio.
DOCUMENTO
COMPLETO
CONSEJO PONTIFICIO PARA LA PASTORAL DE LOS EMIGRANTES E ITINERANTES
Encuentro
de Estudio de los Directores Nacionales de Pastoral de los Gitanos (Ciudad del
Vaticano, 11-12 de diciembre, 2006)
DOCUMENTO FINAL
I. EL ACONTECIMIENTO Del
11 al 12 de diciembre, 2006, se llevó a cabo en el Palacio de San Calixto (Roma) el
Encuentro de Estudio de los Directores Nacionales de Pastoral de los Nómadas sobre
las “Orientaciones para una Pastoral de los Gitanos. Examen detenido del Documento”.
Participaron 27 delegados procedentes de 21 países, que representaban tres continentes:
Europa (Alemania, Austria, Bélgica, Croacia, Eslovaquia, España, Hungría, Francia,
Irlanda, Italia, Portugal, Rumania, Serbia, Suiza y Ucrania); las Américas (EE.UU.
y, por primera vez, Chile) y Asia (Bangladesh, Filipinas, India e Indonesia, presentes
también por primera vez).
El objetivo de la reunión era –como lo dice el mismo
tema– realizar un estudio más profundo de las Orientaciones para estimular una aplicación
adecuada. Se trata del primer Documento de la Iglesia, en su dimensión universal,
dedicado a los Gitanos y publicado por este Consejo Pontificio el 8 de diciembre,
2005.
El Encuentro comenzó con una Concelebración eucarística presidida por
el Cardenal Raffaele Renato Martino, Presidente del Dicasterio, quien pronunció también
la homilía. Al comentar los textos litúrgicos del día, después de las palabras de
bienvenida, el Prelado afirmó que llevar la Buena Noticia a los Gitanos y ayudarles
a reconocer en Jesucristo al Salvador que redime el espíritu y sana el cuerpo constituye
el núcleo de la atención pastoral que se les presta; esta labor se debe realizar con
un espíritu de paz, con justicia, verdad, caridad y libertad. Además Su Eminencia
recordó que Jesús, con la palabra y las obras, nos invita a todos a acogerlo plenamente
en la vida; a dejarnos plasmar por la escucha de la Palabra, por la Eucaristía y por
la oración personal, para vivir más intensamente la comunión con Dios y con los hermanos.
La comunión es un don que tiene consecuencias reales, pues permite salir de la propia
soledad y de la cerrazón en sí mismos, para participar del amor de Dios y comunicarlo
a los Gitanos.
El Presidente del Dicasterio comenzó los trabajos con la lectura
del Mensaje telegráfico enviado por el Santo Padre Benedicto XVI para esta ocasión.
El Pontífice expresa palabras alentadoras para que continúe “el importante trabajo
apostólico en favor de la población gitana” e invoca la protección celestial de la
Madre de Dios y la intercesión del Beato Ceferino Jiménez Malla. El Cardenal dirigió
luego un saludo a la asamblea, deteniéndose en algunos aspectos destacados de las
Orientaciones, fundamentales para una pastoral específica y adecuada del mundo gitano.
En primer lugar, Su Eminencia subrayó la necesidad de un análisis atento y objetivo,
capaz de permitir y, al mismo tiempo, de obligar a reconocer los valores de la cultura
gitana, y a preservar y respetar la identidad de los Gitanos. Y manifestó enseguida
el deseo de que se estimulen las iniciativas de promoción y defensa de sus derechos.
Para la Iglesia es esencial –afirmó– responder a las expectativas de los Gitanos en
su búsqueda de Dios, orientando sus pasos según la enseñanza de Cristo. Consideró
también indispensable reconocer el itinerario doloroso de este pueblo en el transcurso
de la historia, marcado por actos condenables y deplorables, a menudo perpetrados
aún en el tiempo presente, contra su dignidad humana. Al respecto, refiriéndose al
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, el Cardenal Martino recordó que la
Iglesia no permanece silenciosa, sino que responde a los desafíos actuales, basándose
en una antropología cristiana que tiene en cuenta, entre otras cosas, la dignidad,
la sociabilidad y el actuar humano en el mundo. De ello son signo concreto, precisamente,
las Orientaciones, en las que no se vacila en denunciar las situaciones que se oponen
a los Gitanos, ni se renuncia a solicitar una mayor justicia para ellos.
El
Arzobispo Agostino Marchetto, Secretario del Dicasterio, introdujo a los Participantes
en el estudio de las Orientaciones en sus distintos aspectos, ilustrando el programa
del Encuentro. En el breve excursus sobre el íter del Documento, que recibió el beneplácito
de Juan Pablo II, Mons. Marchetto recordó el amor y la solicitud de Pablo VI y de
Juan Pablo II hacia los Gitanos, que fueron providenciales para el viraje mediante
el cual fue otorgado un carácter especial a su pertenencia eclesial. Refiriéndose
a las palabras de Pablo VI, que abrieron a los Gitanos las puertas de la Comunidad
católica: “Vosotros no estáis al margen, sino, bajo ciertos aspectos, estáis en el
centro, estáis en el corazón de la Iglesia”, el Arzobispo observó que este llamamiento
a la solidaridad y al amor fraterno hacia los Gitanos sigue conservando su validez,
urgencia y actualidad. Luego recordó las palabras del siervo de Dios Juan Pablo II
sobre la necesidad de prestar la debida atención a los valores espirituales y culturales
de los Gitanos, brindándoles un apoyo concreto para afrontar las complejas problemáticas
que acompañan su camino, como la dificultad de una recíproca comprensión con el ambiente
que los rodea, la falta de estructuras de acogida adecuadas, los obstáculos en el
campo de la instrucción y formación profesional y, en fin, los problemas relacionados
con el proceso de integración en el territorio. Pasando a la reflexión sobre los varios
aspectos del Documento, que hace un examen del complejo mundo de los Gitanos, con
sus condiciones de marginación y pobreza que interpelan a la Iglesia, el Arzobispo
observó que esta última reconoce, en realidad, el derecho que ellos tienen de “vivir
con los demás” y sostiene las iniciativas de sensibilización para que se les brinde
una mayor justicia, dentro del respeto mutuo de las culturas y de las leyes. La Iglesia
se compromete, además, a renovar su acción pastoral específica, también para evitar
desviaciones hacia las “sectas”, la dispersión de su rico patrimonio religioso y la
cerrazón en sí mismos. Esto se funda en una reflexión bíblica, a la luz de la cual
el “ambiente” nómada encuentra una interpretación cristiana propia. Refiriéndose luego
a los aspectos pastorales, Mons. Marchetto se detuvo, entre otras cosas, en la espiritualidad
del agente de pastoral, deseando que se vea animado por la “reciprocidad del amor”,
tal como lo afirma el Papa Benedicto XVI en su Encíclica Deus caritas est. Y manifestó
la esperanza de que se realice un cambio de mentalidad en la sociedad que rodea a
los Gitanos, desafortunadamente demasiado estereotipada y condicionada, tanto por
la educación que se imparte en las escuelas, como por la información de los mass-media.
Mons. Marchetto insistió, en fin, en la necesidad de establecer actitudes de acogida
y de confianza mutua, necesarias para poner en práctica y realizar el proceso de una
efectiva integración, que no se debe confundir con la asimilación. La primera
relación del 11 de diciembre, sobre la visión general del Documento, estuvo a cargo
del Rev. Padre René Bernard, S.J., ex-Director Nacional en Francia. El Relator examinó,
en primer lugar, el proceso por el cual ha surgido un pueblo gitano a nivel europeo,
con todas sus consecuencias. Luego habló de la actitud de rechazo hacia los Gitanos,
que se presenta como una incontestable exclusión que se ha ido perpetrando en el transcurso
de los siglos, generando discriminaciones y muchas injusticias hacia ellos. En este
contexto, la Iglesia católica, que permaneció en silencio durante demasiado tiempo,
se presenta como la Iglesia de los gağé y, por consiguiente, es necesario que pase
el tiempo para que los agentes de pastoral sean plenamente aceptados por la comunidad
gitana. El relator subrayó enseguida la necesidad de tomar nota del lenguaje “evocador”
de los Gitanos, cuya aceptación, y sucesiva comprensión de su significado profundo,
permite realizar un discernimiento mental y, eventualmente, provocar una purificación
de la cultura, a través del anuncio del Evangelio. Dicho anuncio, en realidad, es
recíproco, ya que los Gitanos no carecen de gestos de generosidad y de iniciativas
personales y colectivas que plantean interrogantes a la sociedad mayoritaria. Más
adelante, el P. Bernard se pronunció sobre la oportunidad de crear “comunidades-puente”,
formadas por Gitanos y gağé, cuya mediación se hace indispensable ante la violencia
y el rechazo padecidos por los primeros. En fin, trató del sacramento del Bautismo
como encuentro y llamada de Cristo que remite a la presencia activa de una comunidad
fraterna que no acepta la actitud de rechazo y lo demuestra con actos concretos. El
P. Bernard terminó subrayando, entre otras cosas, la necesidad de una inculturación
que se debe realizar dentro de la verdad y que revela la diversidad de culturas y
tradiciones, de itinerarios y condiciones actuales de los Gitanos.
Su Eminencia
el Cardenal Albert Vanhoye, S.J., Profesor emérito del Pontificio Instituto Bíblico,
pronunció la segunda relación, que trata de los fundamentos bíblicos de las Orientaciones.
En sus reflexiones fundamentales, el relator se concentró en dos constataciones del
Documento: en primer lugar, que la evangelización de los Gitanos forma parte de la
misión universal de la Iglesia; y, en segundo lugar, que dicha evangelización se ha
de realizar de un modo específico. Después de haber puesto de relieve la novedad y
el intenso dinamismo del Nuevo Testamento respecto al Antiguo, que se manifiestan
ya en la vida pública de Jesús y se extienden por medio del misterio pascual, el Sr.
Cardenal subrayó cómo estos dos elementos también tienen consecuencias para la pastoral
de los Gitanos. En particular –subrayó el prelado- ellos se refieren al carácter específico
de dicha pastoral, reclamada y solicitada como exigencia interna de la catolicidad
de la Iglesia y de su misión, e insertada en la actividad misionera de la misma. Por
lo que se refiere a los aspectos específicos de la pastoral gitana, el Señor Cardenal
presentó su lado negativo, es decir, lo que la hace más difícil, pero también el aspecto
positivo que puede hacerla más fecunda. El primer aspecto está vinculado a la movilidad
de los Gitanos; el segundo, se refiere a su tipo de vida, que da la posibilidad de
una vida espiritual profunda, siguiendo el ejemplo de Abraham, modelo de docilidad
con Dios y de gran fe. En fin, al presentar la vida itinerante de los patriarcas como
espléndida manifestación de fe y de esperanza, el Señor Cardenal definió el carácter
itinerante como “una gran oportunidad” para los Gitanos.
El Rev. Philip Goyret,
Profesor de eclesiología en la Universidad de la Santa Cruz, consagró su reflexión
a la dimensión eclesiológica de las Orientaciones y la desarrolló partiendo de la
catolicidad de la Iglesia. En la primera parte de su relación, ilustró ampliamente
el concepto y la idea de “catolicidad” de la Iglesia. En la segunda, la situó en
la evangelización, lo que le llevó a considerar luego la catolicidad en la Pastoral
de los Gitanos. En dicho contexto, el Profesor observó, muy oportunamente, que las
Orientaciones deben prestar atención a la catolicidad «cualitativa» (condición necesaria
para aquella cuantitativa o extensiva), que permite captar mejor la perspectiva de
la aportación de los Gitanos a la Iglesia. En la conclusión, el relator insistió en
que el estudio de la misión de la Iglesia con los Gitanos pone de relieve varias exigencias
concretas sobre la manera de orientar su evangelización, con miras a una verdadera
influencia en su vida y en su modo de ser Iglesia. Resumiendo su intervención, el
Prof. Goyret subrayó que la evangelización de los Gitanos se ha de realizar conjugando,
simultáneamente, la catolicidad extensiva, intensiva y cualitativa de la Iglesia y
que esto dará a los agentes de pastoral la seguridad de que Jesucristo está realmente
presente en ella.
La exposición del Sr. Léon Tambour sobre el Forum Europeo
de los Rom y los Viajeros, ante el cual él representa a la Iglesia católica en calidad
de Observador, completó las intervenciones del primer día. El orador subrayó la importancia
de esa estructura para la vida de todos los grupos que están en ella representados:
Rom, Sinti, Calés, Viajeros y otros nómadas. Teniendo en cuenta los objetivos del
Forum –es decir, promover en favor de esas poblaciones el respeto efectivo de los
derechos humanos y de las libertades fundamentales garantizadas por el Consejo de
Europa, fomentar la lucha contra el racismo y la discriminación, y facilitar la integración
en las sociedades europeas y la participación en la vida pública y en la toma de decisiones–
se entrevé en dicho organismo la manifestación de una atención concreta de los Estados
por esta minoría. En fin, después de haber constatado que Europa y el Forum, a pesar
de sus límites, afrontan el desafío de reunir las diversidades para darles voz, el
Sr. Tambour insistió en que la Iglesia debe reflexionar y ampliar aún más su atención
pastoral a todos los grupos de nómadas, sin tener en cuenta sus orígenes y sus expresiones
de fe, y siguiendo la apertura propuesta precisamente por las Orientaciones.
El
martes 12 de diciembre hubo dos ponencias y siguieron algunos testimonios de capellanes
que trabajan con los Gitanos del mar (Bangladesh, Indonesia y Filipinas).
En
la primera intervención, del Rev. Prof. Eduardo Baura, de la Pontificia Universidad
de la Santa Cruz, fueron ilustrados los aspectos jurídicos (de jus, por tanto, justitia)
inherentes a la actividad pastoral con los Gitanos. Al comenzar su exposición, el
Prof. Baura insistió en que a pesar de que muchos elementos jurídicos se concretizan
en las normas organizativas de esta pastoral específica, una consideración sobre los
aspectos de justicia, presentes en la acción de la Iglesia en favor de los Gitanos,
no se puede reducir únicamente a las meras cuestiones organizativas. Por tanto, para
lograr una visión completa y profunda del tema, es preciso tener en cuenta algunos
principios jurídicos presentes en la constitución misma de la Iglesia, que son el
fundamento de los aspectos jurídicos de la pastoral de los Gitanos y que iluminan
la comprensión de las normas organizativas específicas de este sector pastoral. Por
lo que se refiere a la administración de los bienes espirituales, el Profesor indicó
como principio jurídico fundamental aquel de igualdad: todos los fieles (no sólo algunos,
ni la mayoría, sino todos) –y por consiguiente también los gitanos– tienen igual derecho
de recibir los auxilios espirituales de los sagrados Pastores. De esa exigencia, surge
la necesidad de organizar una acción pastoral apropiada, y entre los principios jurídicos
que la reglamentan, el relator recordó, en particular, el de la territorialidad relativa
y el principio de cooperación entre los Pastores. Enseguida expuso las normas que
reglamentan la pastoral de los Gitanos contenidas en el Documento, en particular en
el Capítulo VI, titulado “Estructuras y Agentes de Pastoral”. Para terminar, el Profesor
Baura recordó que los aspectos organizativos que él tuvo en cuenta deben estar siempre
sometidos al principio de la salus animarum como suprema ley de la Iglesia, es decir,
por todo aquello que, en la Iglesia, tiene por objeto el bien de las almas.
La
última relación, dedicada a la identidad del capellán en la pastoral de los Gitanos,
prestando atención también al punto de vista de las Iglesias Orientales Católicas,
estuvo a cargo del Rev. Padre Cyril Vasil’, S.J., Profesor en el Pontificio Instituto
Oriental. Al comenzar su reflexión, el relator recordó la falta secular de un enfoque
específico y especializado de la Iglesia, de sus pastores y de los agentes de pastoral,
hacia el pueblo gitano. Luego examinó sintéticamente las estructuras de la pastoral
de los Gitanos, en los distintos niveles eclesiales, tal como están presentadas en
las Orientaciones. Antes de mostrar algunas características específicas del enfoque
de un capellán oriental, el P. Vasil’ se detuvo, sobre todo, en una descripción de
la figura del capellán/misionero en el contexto de las principales normas canónicas.
Resumiendo sus características principales, a la luz de las Orientaciones, el P. Vasil’
esbozó el siguiente panorama: el capellán es una persona capaz de conocer a los Gitanos
y de hacerlos conocer, y está dispuesto a compartir con ellos sus alegrías y sufrimientos.
Partiendo de estas premisas, es posible, más adelante, llegar al testimonio personal
y al anuncio directo de la fe, a la coparticipación del pan del Evangelio y de la
Eucaristía. La eventual aplicación y la utilización de las relativas normas canónicas
–ya sea comunes como específicas– para ese compromiso, deben constituir siempre una
ayuda y no ser un obstáculo para el capellán, ya que la salus animarum suprema lex.
El P. Vasil’ reiteró, pues, el concepto del Prof. Baura.
Siguieron los testimonios
de los capellanes que trabajan con los nómadas de Bangladesh, Indonesia y Filipinas,
presentes por primera vez. Se trata, en este caso, de los “gitanos del mar”.
El
primero que habló fue el Sr. Prodyut Prodip Mondol, representante del grupo de catequistas
que forman parte de la Pastoral Care of Nomads in Bangladesh (PNB). Al informar sobre
su trabajo pastoral, se remitió a las Orientaciones, que constituyen el fundamento
del servicio que se presta regularmente a los grupos gitanos Jajabor (Bede), Mahali
y Kowra. El Sr. Mondol describió luego brevemente las características de estos nómadas
y se detuvo más que todo en el diálogo, formal y teológico, entre cristianos y musulmanes,
que se lleva a cabo a pesar de las tensiones y, algunas veces, de las “guerras” reales.
La
situación de los nómadas en Filipinas fue presentada por el Rev. P. Tennis G. Tamayo,
C.M.F., que realiza su apostolado con los Bajaus, “los más pobres entre los pobres”.
Llamados también “los gitanos del mar”, ellos viven sobre todo en el suroeste de Filipinas,
en el noroeste de Malasia y en el norte de Indonesia. La mayoría de los Bajaus –afirmó
el padre– son pescadores y viven de la generosidad del mar. Su creencia fundamental
en los espíritus ha contribuido a la formación de una comunidad tranquila y serena,
que se distingue por el recto comportamiento social. Al contrario de lo que de ellos
dicen los antropólogos (los llaman “islamistas populares”), no son musulmanes y no
se dejan influenciar por ellos. El P. Tamayo ilustró brevemente los dos encuentros
de los agentes de pastoral y de los trabajadores sociales que viven con los nómadas,
promovidos por la Iglesia local, que se celebraron, respectivamente, el 8 de abril,
2005, y del 27 al 29 de abril, 2006, en Zamboanga City. En los dos encuentros se trataron
los principales problemas de la vida de los Bajaus: la pobreza, la falta de instrucción,
la marginación y la discriminación, que se manifiestan, entre otras cosas, en la explotación
por parte de los sindicatos.
Sobre la cura pastoral de los migrantes, itinerantes
y de la gente del mar (nómadas) en la diócesis de Pangkalpinang, Indonesia, habló
el Rev. P.bro Bernardus Somi Balun. En su testimonio, dió a conocer la obra de la
cual se benefician los niños, pero sobre todo las prostitutas, víctimas del “tráfico“
de seres humanos que representa uno de los desafíos más apremiantes para la atención
pastoral en la diócesis. El Rev. Balun explicó luego el empeño de la Iglesia en favor
de la gente del mar de origen nómada denominada Suku Laut. Ese trabajo se ha realizado
tanto en el ámbito pastoral y con relación a la vida de comunión y fraternidad, como
en el campo socioeconómico, prestando especial atención a la educación y a la salud.
Los
trabajos del segundo día terminaron con la lectura y la aprobación general de las
conclusiones y de las propuestas que se presentan a continuación.
II. CONCLUSIONES Del
análisis profundo de las Orientaciones, en su dimensión antropológica, sociológica,
teológica y eclesial -sin olvidar los aspectos históricos y jurídico-legislativos-,
así como de las discusiones en grupos de estudio, surgieron las siguientes consideraciones:
1. Los
Directores Nacionales reconocieron la importancia de tener finalmente un Documento
(Orientaciones) que dé testimonio de los esfuerzos realizados por la Iglesia católica
en la cura pastoral de los Gitanos, que reconozca su espiritualidad y quiera ofrecer
a los nómadas la enseñanza del Evangelio en su totalidad. Se trata de un Documento
que describe la pastoral de los Gitanos, no como mera beneficencia, sino como una
exigencia de la catolicidad de la Iglesia.
2. Las Orientaciones son fruto del
empeño pastoral desarrollado hasta ahora y del intercambio de las experiencias realizadas.
Marcan, por lo tanto, un momento importante en la historia de evangelización y promoción
humana de los Gitanos. La declaración del Papa Pablo VI al respecto: “Vosotros estáis
en el corazón de la Iglesia” (Pomezia, 1965), y la afirmación del Concilio Vaticano
II de que la Iglesia no establece diferencias entre los hombres (cf. Gaudium et spes),
terminaron con el silencio histórico con relación a este pueblo.
3. El siglo
XX, en todo caso, aportó un cambio fundamental a la visión del mundo de los Gitanos
con dos acontecimientos de gran valor histórico: el primero fue la beatificación de
Ceferino Jiménez Malla, humilde Gitano español, mártir de la guerra civil de 1936;
el segundo, la solicitud de perdón a Dios por los pecados cometidos por los hijos
de la Iglesia, también contra los Gitanos, pronunciada por el Papa Juan Pablo II el
12 de marzo, 2000, durante las celebraciones litúrgicas del Gran Jubileo.
4. Entre
dichos pecados –si no eran de acción, fueron de omisión– se puede incluir una tibieza
secular, aún más, la falta de un enfoque específico y especializado de la Iglesia,
y también de sus pastores, sacerdotes y otros agentes de pastoral, con relación a
la misión entre los Gitanos. A este respecto, las Orientaciones exhortan a todo el
pueblo cristiano a una conversión de la mente y de las actitudes, con el objeto de
establecer una relación positiva con la población gitana.
5. En sus actitudes
hacia los Gitanos, la Iglesia no debe solamente “acoger” (la acogida se practicaba
ya en el Antiguo Testamento), sino que debe correr el riesgo de ir hacia el otro,
sobre todo al encuentro del que es distinto, del que es rechazado, del que no es aceptado,
como se ve en el Nuevo Testamento. El Cristo del Evangelio rompe con los tabús culturales.
6. El
Evangelio –misterio de salvación confiado por Cristo a la Iglesia– debe ser predicado
a los hombres de todas las culturas. En la obra de evangelización de los Gitanos,
el proceso de inculturación, entendida como encarnación del Evangelio en las culturas
y su introducción en la vida de la Iglesia, debe recuperar su validez y prioridad.
En este contexto, las Orientaciones enumeran una serie de opiniones, pero muestran
también la posibilidad de lograr el equilibrio deseado. Esencial, al respecto, es
la afirmación por la cual, siguiendo el camino de la auténtica catolicidad, la Iglesia
debe llegar a ser, en cierto sentido, gitana entre los Gitanos, para que ellos puedan
participar plenamente en la vida eclesial.
7. La “promoción humana” y la “evangelización”
son dos aspectos complementarios e inseparables para la difusión del Reino del Padre,
que es un reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia,
de amor y de paz. En la actividad pastoral en favor de los Gitanos, por consiguiente,
la ayuda humanitaria y la verdad del Evangelio deben caminar juntas, y es necesario
que la justicia, la fraternidad y la igualdad las acompañen.
8. Por lo que
se refiere a la “purificación” de la cultura gitana, ese proceso se debe llevar a
cabo por medio del Evangelio y encontrar su plena realización en Cristo. En las Orientaciones
se subraya que, junto con la “aceptación” de la cultura gitana, la Iglesia debe orientar
la pastoral de modo que sea posible superar los aspectos que una visión cristiana
de la vida no puede compartir o que, de alguna manera, constituyen un obstáculo en
el camino de la reconciliación y comunión entre Gitanos y gağé.
9. El Gitano
experimenta un sentimiento de exclusión, el deseo de conservar la propia movilidad
y la propia familia. La solidaridad es central en su mentalidad. Su concepción religiosa
y su fe se fundan en la existencia de un Protector poderoso. La Redención –como
plenitud de la solidaridad– no concierne solamente al alma, sino al hombre en todo
su ser, incluso su cultura, el tipo de relaciones, etc. Por consiguiente, en la transmisión
del Evangelio es extremamente importante considerar los valores y la riqueza de la
cultura gitana, conocer el idioma y apreciar sus tradiciones y costumbres. En realidad,
compartir la vida con los gitanos lleva a un enriquecimiento mutuo.
10. De
todos modos, un respeto exagerado por la tradición gitana puede dar lugar al aislamiento
o al rechazo. Pertenece a los gağé, en todo caso, la responsabilidad en los siguientes
campos: educación, formación profesional, igualdad ante la ley, dignidad humana, perdón
mutuo, interrupción de una serie de ofensas que se transmiten de generación en generación.
El ya mencionado acto de confesión de las culpas de los hijos de la Iglesia, con miras
a una “purificación de la memoria” también con relación a los Gitanos, da la posibilidad
de mejorar las relaciones, hoy. El primer paso del diálogo consiste en aceptar que
somos distintos.
11. La ausencia o la insuficiencia de reconocimiento de la
identidad gitana, por parte de la sociedad y/o de la Iglesia, implica un proceso de
asimilación y no de integración. Digna de alabanza, pues, es la afirmación de las
Orientaciones, por la cual sólo la integración, entendida como introducción armoniosa,
dentro de la plena aceptación de la diversidad, lleva hacia la deseada unidad. Acoger
a los Gitanos, sin asimilarlos, ayudándoles preferiblemente a conservar su carácter
específico, se presenta, sin embargo, como un equilibrio difícil de realizar.
12. Los
Gitanos han sobrevivido, y siguen sobreviviendo a un real rechazo secular, con un
modo de reaccionar que ha llegado a ser parte integrante de su cultura. Ese elemento
cultural los hace partícipes de la preocupación de Cristo de romper con los tabús
y de Su amor privilegiado hacia los más débiles. La Iglesia, siguiendo las huellas
de Cristo, tiene la misión de reconocer y estimular este amor.
13. El carácter
específico de la pastoral gitana no puede, sin embargo, eliminar el sentido de responsabilidad
universal y territorial de la Iglesia. Los Gitanos interpelan, en efecto, a toda la
Iglesia; de esto se desprende la necesidad de una articulación entre pastoral específica
y territorial, parroquial. Incumbe al Obispo la responsabilidad de animar a los Gitanos
a que conserven su propia identidad y unidad. Ellos deben sentirse bien acogidos en
la Iglesia local y en la comunidad a la que pertenecen, cuando se desplazan. Esto
lo indican claramente las Orientaciones.
14. En el actual contexto sociopolítico
surgen nuevos fenómenos que interpelan a la Iglesia, es decir: las nuevas migraciones
gitanas preocupan a los Estados y asustan a las poblaciones, dando vida a un renovado
racismo o a una xenofobia preocupante, por ser la negación a la apertura del corazón
querida por Cristo; estas nuevas migraciones crean encuentros entre las poblaciones
y entre grupos que antes se ignoraban; paralelamente, los gitanos hacen lo posible
por librarse del asistencialismo y afirmarse en cuanto tales; los organismos civiles
tratan de dar a los gitanos una voz que les permita afirmarse.
III. RECOMENDACIONES Considerando
todo lo expresado arriba, los Participantes confirmaron las siguientes necesidades:
que
la Iglesia asuma las angustias y las esperanzas de los Gitanos, para que el Evangelio
sea vivido y anunciado de manera adecuada a su mentalidad y a sus tradiciones. Esta
preocupación debe tener consecuencias en el campo litúrgico y catequético y
que
ella acepte enriquecerse con los valores gitanos, nacidos de la resistencia a la asimilación
y a las persecuciones, ya que la universalidad misma de la Iglesia lo requiere.
Hay
que: dar la prioridad a la tarea del Promotor episcopal. Su presencia y su actitud
son esenciales para los agentes de pastoral que necesitan apoyo y solicitud, cuidados
y atención para sus necesidades particulares;
solicitar un compromiso mayor
por parte de los Obispos, sobre todo en la acogida y en la creación de espacios de
escucha a los Gitanos, así como en la prevención de la discriminación. Hay que considerar
la posibilidad de utilizar la “advocacy” eclesial en defensa de su causa, de sus derechos;
favorecer
las asociaciones políticas y culturales de los Gitanos, aunque ello supone riesgos.
Se trata de la dignidad, condición de la adhesión personal a Jesucristo;
fortalecer
el protagonismo y la responsabilización de los Gitanos en la Iglesia; intensificar
el empeño y la solicitud por las vocaciones, dada la importancia de la presencia de
sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas gitanos en esta pastoral específica;
multiplicar
los lugares en los que los gitanos puedan expresar lo que son y su fe, por ejemplo,
con la formación de Escuelas de Fe, fermento de un diálogo respetuoso en el cual los
Gitanos expresan su propia fe;
salir del esquema “acostumbrado” de preparación
a los sacramentos, teniendo en cuenta el elemento cultural y existencial de la emotividad
(sentimientos) y de lo inmediato, que es propio de los Gitanos. Una “continuidad”
pastoral será preferible, mucho más que una monitorización esporádica;
promover
las peregrinaciones, ocasiones de encuentro, para acabar con la imagen todavía demasiado
fuerte de que la Iglesia pertenece a los gağé y que es preciso renunciar a la propia
identidad gitana para ser un “buen cristiano”. Una Eucaristía en el campo puede significar
una presencia de Cristo en el corazón de la vida gitana;
manifestar la solidaridad
de la Iglesia con los objetivos de justicia de la sociedad civil hacia los Gitanos
y favorecer el florecimiento de una cultura gitana para darla a conocer también en
su dimensión de fe;
hacer hincapié en la conveniencia del reconocimiento, por
parte de la diócesis, del carácter específico de la pastoral de los Gitanos y, por
tanto, informar a las Autoridades religiosas sobre la existencia de las Orientaciones,
destacando las expresiones particularmente significativas que suscitan la preocupación
y la responsabilidad pastoral;
hacer lo posible por favorecer la acogida y
una apropiada aplicación de las Orientaciones. Dada la diversidad y complejidad de
las situaciones en que viven los Gitanos en los distintos países, habrá que pensar
en elaborar una especie de Directorio nacional; coordinar mejor el ministerio de
los capellanes de los Gitanos con el de los párrocos locales, en el territorio. Que
las comunidades parroquiales se abran a la acogida y reconozcan el aspecto positivo
de lo que han realizado los agentes de pastoral;
proyectar caminos de catequesis
en función de las características específicas locales; promover los encuentros
organizados entre agentes de pastoral y gitanos responsables, para establecer relaciones
auténticas y suscitar una “vida compartida”. Actuar según el principio: “nada en vez
de ellos, sino todo con ellos”, es decir, sostener y acompañar a los Gitanos, pero
no actuar en vez de ellos por temor a la derrota; colaborar, abstenerse de juicios
morales y comenzar con amor;
renunciar a dar una lectura demasiado “literal”
al nomadismo de los Gitanos. Muchas de las características del nomadismo son aún válidas
para los gitanos. La tierra es de todos, por consiguiente, también los Gitanos tienen
derecho a la vivienda, al voto, a ser considerados como ciudadanos por todo concepto;
afrontar
lealmente el desafío que implican para la pastoral las nuevas migraciones gitanas,
mediante el encuentro con otras religiones y confesiones, es decir, con un espíritu
enriquecedor de adhesión al Evangelio y a la Iglesia, y de apertura;
ofrecer
más ocasiones de conocimiento mutuo de los responsables pastorales. Verificar juntos
sus relaciones con los Gitanos y las de éstos últimos entre sí, para dar vida, progresivamente,
a una espiritualidad pastoral común, adaptada a las nuevas situaciones. Esta debe
ser viva, no puede ser estereotipada;
intensificar la colaboración con las
instituciones civiles para que den voz a los Gitanos, y considerar la posibilidad
de crear, en la Iglesia, foros, en los que los Gitanos puedan presentar sus problemas,
sus solicitudes y algún caso particular propio.
Por lo que se refiere al fenómeno
de las sectas, es necesario tener en cuenta el n. 77 de las Orientaciones como base
para nuestras actitudes.