Discurso al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede: el Papa denuncia “el
escándalo del hambre” de millones de personas, mientras el mundo continúa su carrera
armamentista
Crónica de la Audiencia al Cuerpo Diplomático Lunes, 8 ene (RV).-
En la sala Regia del Vaticano Benedicto XVI ha recibido esta mañana a los representantes
del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede para la tradicional ceremonia
de intercambio de felicitaciones a principios de año. El Santo Padre, hablando a los
embajadores de los 175 estados con los cuales la Sede Apostólica mantiene relaciones
diplomáticas, les ha invitado a examinar los retos que deben afrontar juntos. El primero
de ellos “el escándalo del hambre, que tiende a agravarse” y que “es inaceptable en
un mundo que dispone de bienes, de conocimientos y de medios para subsanarlo”.
El
Papa pide, pues, cambiar modos de vida y “recuerda la urgencia de eliminar las causas
estructurales de las disfunciones de la economía mundial, y corregir los modelos de
crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente y un
desarrollo humano integral para hoy y sobre todo para el futuro”. En concreto el Pontífice
dice que “sería de desear la reanudación de las negociaciones comerciales del “Doha
Development Round”, así como “la aceleración del proceso de anulación y reducción
de la deuda de los países más pobres, sin que eso condicione las medidas de ajuste
estructural, perjudiciales para las poblaciones más vulnerables”.
En el ámbito
del desarme, el Papa ha observado que “se multiplican los síntomas de una crisis progresiva”,
vinculada a las dificultades en las negociaciones sobre las armas convencionales así
como sobre las armas de destrucción masiva”, mientras aumentan “los gastos militares
a escala mundial”. Y ha subrayado que “las cuestiones de seguridad, agravadas por
el terrorismo que es necesario condenar firmemente, deben tratarse con un enfoque
global y clarividente”.
Otra cuestión que adquiere siempre más relieve para
el Papa es la de emigración. “Es ilusorio -ha afirmado- pensar que los fenómenos migratorios
puedan ser bloqueados o controlados simplemente por la fuerza. Las migraciones y los
problemas que crean deben afrontarse con humanidad, justicia y compasión”.
El
Santo Padre una vez más, ante el Cuerpo diplomático, ha lanzado la alarma por las
“amenazas contra la estructura natural de la familia, fundada en el matrimonio de
un hombre y una mujer, así como los intentos de relativizarla dándole el mismo estatuto
que a otras formas de unión radicalmente diferentes. Todo esto ofende la familia y
contribuye a desestabilizarla, violando su carácter específico y su papel social único”.
“Otras
formas de agresión a la vida se cometen a veces, -ha proseguido el Santo Padre- al
amparo de la investigación científica. Es el caso, por ejemplo, del intento de legitimar
la clonación humana para hipotéticos fines terapéuticos”.
Evocando el papel
de la ONU en la “creciente toma de conciencia del dialogo entre culturas y religiones”,
el Papa ha saludado con gratitud al ex secretario general, Kofi Annan, por la obra
llevada a cabo durante su mandato y ha formulado sus mejores votos a su sucesor, Ban
Ki-moon, que acaba de asumir sus funciones.
Luego, Benedicto XVI ha considerado
la situación política en los distintos continentes empezando por África, donde ha
mencionado “el drama de Darfur que se extiende a las regiones fronterizas del Chad
y de la República Centroafricana”; los niños soldados de Uganda. Otra región en la
que se ha agravado recientemente la situación es la del Cuerno de África, con la reanudación
de las hostilidades y la internacionalización del conflicto. Ante la impotencia de
la comunidad internacional por remediar estas guerras y a aportar una solución política
el Papa ha lanzado un nuevo llamamiento
“No olvidemos África y sus numerosas
situaciones de guerra y tensión. Es necesario recordar que sólo las negociaciones
entre los diferentes protagonistas pueden abrir la vía para una justa solución de
los conflictos y dejar entrever un progreso en la consolidación de la paz”.
El
viaje apostólico, que en el próximo mes de mayo el Pontífice hará a Brasil, le ha
ofrecido la ocasión para hablar de toda Latinoamérica. “La mejora de algunos índices
económicos, el compromiso en la lucha contra el tráfico de drogas y contra la corrupción,
los distintos procesos de integración, los esfuerzos para mejorar el acceso a la educación,
para combatir el desempleo y para reducir desigualdades en la distribución de las
rentas, son índices -ha afirmado el Papa- que se han de destacar con satisfacción”.
“Si estos progresos se consolidan, podrán contribuir de manera determinante a vencer
la pobreza”. Luego, al tratar sobre las elecciones del año pasado en varios países
latinoamericanos, Benedicto XVI ha hablado del respeto a la democracia.
“Sin
embargo, conviene ponerse en guardia frente al riesgo de un ejercicio de la democracia
que se transforme en dictadura del relativismo, proponiendo modelos antropológicos
incompatibles con la naturaleza y la dignidad del hombre”.
Corea, Afganistán,
Sri Lanka y sobre todo Timor Oriental han sido los focos de tensión que ha destacado
el Santo Padre en el continente asiático, donde ha mencionado especialmente a las
pequeñas comunidades cristianas que han de convivir al lado de otras grandes religiones.
“En
la mayor parte de los países de Asia se trata a menudo de comunidades pequeñas, pero
vivas, que desean legítimamente poder vivir y actuar en un clima de libertad religiosa.
Éste es un derecho primordial y al mismo tiempo una condición que les permitirá contribuir
al progreso material y espiritual de la sociedad, actuando como elementos de cohesión
y concordia”.
La crisis de Oriente Medio “es fuente también de grandes inquietudes”,
para el Papa, que ha recordado que “no es posible contentarse con soluciones parciales.
Para poner fin a los sufrimientos que ocasiona la crisis en las poblaciones, es necesario
proceder según un enfoque global, que no excluya a nadie y que tenga en cuenta las
aspiraciones y los legítimos intereses de los distintos pueblos implicados. Los libaneses
tienen derecho a ver respetadas la integridad y la soberanía de su país; los Israelíes
tienen derecho a vivir en paz en su Estado; los palestinos tienen derecho a una patria
libre y soberana.
“Renuevo mi urgente llamada a todas las partes implicadas
en el complejo tablero político de la región, con la esperanza que se consoliden las
señales positivas, entre Israelíes y Palestinos, verificadas durante las últimas semanas.
La Santa Sede no se cansará nunca de repetir que las soluciones armadas no conducen
a nada, como se ha visto en el Líbano el verano pasado. El futuro de este país pasa
necesariamente por la unidad de todos los que lo integran y por las relaciones fraternas
entre los diferentes grupos religiosos y sociales. Éste es un mensaje de esperanza
para todos.
Si cada uno de los pueblos de la región, ha dicho el Santo Padre,
ve sus aspiraciones tomadas en consideración y se siente menos amenazado, se reforzará
la confianza mutua. “Esta misma confianza aumentará si un país como Irán, especialmente
en lo que concierne a su programa nuclear, acepta dar una respuesta satisfactoria
a las legítimas preocupaciones de la comunidad internacional”.
Al hablar de
Europa, el Papa ha mencionado la reciente entrada en la Unión Europea de Bulgaria
y Rumania, “países de larga tradición cristiana” y ha deseado que en el Tratado constitucional
europeo “los valores fundamentales que están a la base de la dignidad humana sean
protegidos plenamente, en particular la libertad religiosa, así como los derechos
institucionales de las Iglesias.
“Pido también a todos los que en el continente
europeo son tentados por el terrorismo, que cesen toda actividad de este género, ya
que tales comportamientos, que hacen prevalecer la violencia ciega y provocan el miedo
en la población, constituyen una vía sin salida”.
“Las situaciones que he
mencionado -ha terminado diciendo el Papa- constituyen un reto que nos implica a todos.
Se trata de un reto que consiste en promover y consolidar todo lo que de positivo
hay en el mundo y a superar, con buena voluntad, sabiduría y tenacidad, todo lo que
hiere, degrada y mata al hombre. “Sólo será posible promover la paz si se respeta
la persona humana, y sólo construyendo la paz es como se sentarán las bases de un
auténtico humanismo integral”.
El futuro podrá ser sereno si trabajamos juntos
por el hombre y la Iglesia, en su compromiso al servicio del hombre y de la construcción
de la paz, está al lado de todas las personas de buena voluntad, ofreciendo una colaboración
desinteresada.
Discurso completo del Santo Padre al Cuerpo
Diplomático (8 enero 2007)
Señor Decano, Excelencias,
Señoras y Señores:
Con mucho gusto os recibo hoy
para esta tradicional ceremonia de intercambio de felicitaciones. Aunque se renueva
cada año, no se trata sin embargo de una simple formalidad, sino de una ocasión para
consolidar nuestra esperanza y para comprometernos aún más al servicio de la paz y
del desarrollo de las personas y de los pueblos.
En
primer lugar, deseo agradecer a vuestro Decano, el Embajador Giovanni Galassi, las
amables palabras con las que ha expresado vuestra felicitación. Dirijo también un
saludo particular a los Embajadores que participan por primera vez en este encuentro.
A todos os expreso mis más cordiales votos y os aseguro mis oraciones para que el
2007 sea para vosotros, vuestras familias y colaboradores, para todos los pueblos
y para quienes los rigen, un año de prosperidad y de paz.
Al
inicio del año se nos invita a mirar la situación internacional para examinar los
retos que debemos afrontar juntos. Entre las cuestiones esenciales, ¿cómo no pensar
en los millones de personas, especialmente mujeres y niños, que carecen de agua, comida
y vivienda? El escándalo del hambre, que tiende a agravarse, es inaceptable en un
mundo que dispone de bienes, de conocimientos y de medios para subsanarlo. Esto nos
impulsa a cambiar nuestros modos de vida y nos recuerda la urgencia de eliminar las
causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial, y corregir los modelos
de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente y
un desarrollo humano íntegral para hoy y sobre todo para el futuro. Invito de nuevo
a los Responsables de las Naciones más ricas a tomar las iniciativas necesarias para
que los países pobres, que a menudo poseen muchas riquezas naturales, puedan beneficiarse
de los frutos de sus propios bienes. Desde este punto de vista, es también motivo
de preocupación el retraso en el cumplimiento de los compromisos asumidos por la comunidad
internacional en los años recientes. Sería, pues, de desear la reanudación de las
negociaciones comerciales de “Doha Development Round” de la Organización Mundial del
Comercio, así como la continuación y la aceleración del proceso de anulación y reducción
de la deuda de los países más pobres, sin que eso esté condicionado por medidas de
ajuste estructural, perjudiciales para las poblaciones más vulnerables.
Igualmente,
en el ámbito del desarme, se multiplican los síntomas de una crisis progresiva, vinculada
a las dificultades en las negociaciones sobre las armas convencionales así como sobre
las armas de destrucción masiva, y, por otra parte, al aumento de los gastos militares
a escala mundial. Las cuestiones de seguridad, agravadas por el terrorismo que es
necesario condenar firmemente, deben tratarse con un enfoque global y clarividente.
Por
lo que se refiere a las crisis humanitarias, conviene tener en cuenta que las Organizaciones
que las afrontan necesitan un apoyo más fuerte, a fin de que puedan proporcionar
protección y asistencia a las víctimas. Otra cuestión que adquiere siempre más relieve
es la de los movimientos de personas: millones de hombres y mujeres se ven obligados
a dejar sus hogares o su patria debido a violencias, o a buscar condiciones de vida
más dignas. Es ilusorio pensar que los fenómenos migratorios puedan ser bloqueados
o controlados simplemente por la fuerza. Las migraciones y los problemas que crean
deben afrontarse con humanidad, justicia y compasión. ¿Cómo no preocuparse
también de los continuos atentados a la vida, desde la concepción hasta la muerte
natural? Tales atentados afectan incluso a regiones donde la cultura del respeto de
la vida es tradicional, como en África, donde se intenta trivializar subrepticiamente
el aborto por medio del Protocolo de Maputo, así como por el Plan de acción adoptado
por los Ministros de Sanidad de la Unión Africana, y que dentro de poco se someterá
a la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno. Se extienden también amenazas contra
la estructura natural de la familia, fundada en el matrimonio de un hombre y una mujer,
así como los intentos de relativizarla dándole el mismo estatuto que a otras formas
de unión radicalmente diferentes. Todo esto ofende la familia y contribuye a desestabilizarla,
violando su carácter específico y su papel social único. Otras formas de agresión
a la vida se cometen a veces al amparo de la investigación científica. Se apoya en
la convicción de que la investigación no está sometida más que a las leyes que ella
se da a sí misma, y que no tiene otro límite que sus propias posibilidades. Es el
caso, por ejemplo, del intento de legitimar la clonación humana para hipotéticos fines
terapeúticos.
Este cuadro preocupante no impide percibir
elementos positivos que caracterizan nuestra época. Quisiera mencionar, en primer
lugar, la creciente toma de conciencia sobre la importancia del diálogo entre las
culturas y entre las religiones. Se trata de una necesidad vital, concretamente ante
los retos comunes que afectan a la familia y a la sociedad. Por otra parte, pongo
de relieve numerosas iniciativas en este sentido, encaminadas a construir las bases
comunes para vivir en concordia.
Conviene también
tener en cuenta cómo la comunidad internacional ha tomado conciencia cada vez más
de los enormes retos de nuestro tiempo, así como de los esfuerzos para que se traduzca
en actos concretos. En el seno de la Organización de las Naciones Unidas, el año pasado
se ha creado el Consejo de Derechos Humanos, esperando que centre su actividad en
la defensa y promoción de los derechos fundamentales de la persona, en particular
el derecho a la vida y el derecho a la libertad religiosa. Evocando las Naciones Unidas,
me siento en el deber de saludar con gratitud a Su Excelencia el Señor Kofi Annan
por la obra llevada a cabo durante sus mandatos de Secretario General. Formulo mis
mejores votos para su sucesor, el Señor Ban Ki-moon, que acaba de asumir sus funciones.
En
el ámbito del desarrollo, se han promovido también diversas iniciativas a las que
la Santa Sede ha ofrecido su apoyo, recordando al mismo tiempo que estos proyectos
no deben dispensar del compromiso de los países desarrollados de destinar el 0,70%
de su producto interior bruto para la ayuda internacional. Otro elemento importante
es el esfuerzo común para la erradicación de la miseria, que requiere no sólo una
asistencia cuya extensión es de desear, sino también la toma de conciencia sobre la
importancia de la lucha contra la corrupción y la promoción de la buena administración.
Es necesario también fomentar y continuar los esfuerzos realizados con el fin de garantizar
la aplicación del derecho humanitario a las personas y a los pueblos, para una protección
más eficaz de las poblaciones civiles. Al considerar la situación
política en los distintos continentes, encontramos aún muchos motivos de preocupación
y de esperanza. Constatamos en primer lugar que la paz es a menudo muy frágil e incluso
ridiculizada. No podemos olvidar el Continente africano. El drama de Darfour continúa
y se extiende a las regiones fronterizas del Chad y de la República Centroafricana.
La comunidad internacional parece impotente desde hace casi cuatro años, a pesar de
las iniciativas destinadas a aliviar a las poblaciones indefensas y a aportar una
solución política. Estos medios sólo podrán ser eficaces mediante una colaboración
activa entre las Naciones Unidas, la Unión Africana, los Gobiernos implicados y otros
protagonistas. Les invito a todos a actuar con determinación: no podemos aceptar que
tantos inocentes sigan sufriendo y muriendo así.
La
situación en el Cuerno de África se ha agravado recientemente con la reanudación de
las hostilidades y la internacionalización del conflicto. Al llamar a todas las partes
a que abandonen las armas y a la negociación, me permito recordar a Sor Leonella Sgorbati,
que dio su vida al servicio de los más desfavorecidos, invocando el perdón para sus
asesinos. Que su ejemplo y su testimonio inspiren a todos los que buscan realmente
el bien de Somalia.
En Uganda, es preciso alentar
los avances de las negocioaciones entre las partes, de cara a poner fin a un conflicto
cruel en el que se han reclutado incluso numerosos niños obligados a hacer de soldados.
Esto permitirá a muchos desplazados volver a su casa y reemprender una vida digna.
La colaboración de los jefes religiosos y la reciente designación de un Representante
del Secretario General de las Naciones Unidas son un buen augurio. Repito: no olvidemos
África y sus numerosas situaciones de guerra y tensión. Es necesario recordar que
sólo las negociaciones entre los diferentes protagonistas pueden abrir la vía para
una justa solución de los conflictos y dejar entrever un progreso en la consolidación
de la paz.
La Región de los Grandes Lagos se ha
visto ensangrentada, después de años, por guerras feroces. Con satisfacción y esperanza
conviene acoger la reciente evolución positiva, en particular la conclusión de la
fase de transición política en Burundi y más recientemente en la República Democrática
del Congo. Sin embargo, es urgente que los países se esfuercen en recuparar el funcionamiento
de las instituciones del estado de derecho, para poner freno a todas las arbitrariedades
y permitir el desarrollo social. Para Ruanda, deseo que el largo proceso de reconciliación
nacional después del genocidio alcance su fruto en la justicia, y también en la verdad
y el perdón. La Conferencia internacional sobre la Región de los Grandes Lagos, con
la participación de una delegación de la Santa Sede y de representantes de numerosas
conferencias episcopales nacionales y regionales de África Central y Oriental, deja
entrever nuevas esperanzas. Finalmente, quisiera mencionar Costa de Marfil, exhortando
a las partes implicadas a crear un clima de confianza recíproca que pueda llevar al
desarme y a la pacificación, y, por otra parte, África Austral: en estos países, millones
de personas se ven reducidas a una situación muy vulnerable, que exige la atención
y el apoyo de la comunidad internacional.
Señales
positivas para África vienen igualmente de la voluntad, expresada por la comunidad
internacional, de mantener este continente en el centro de su atención, y también
de reforzar las instituciones continentales y regionales, que da prueba de la intención
de los países interesados de hacerse cada vez más responsables de su propio destino.
Asimismo, es necesario alabar la digna actitud de las personas que cada día, sobre
el terreno, se comprometen con determinación a promover proyectos que contribuyen
al desarrollo y a la organización de la vida económica y social.
El
viaje apostólico, que en el próximo mes de mayo haré a Brasil, me ofrece la ocasión
de dirigir mi mirada hacia este gran país que me espera con alegría, y hacia toda
Latinoamérica y el Caribe. La mejora de algunos índices económicos, el compromiso
en la lucha contra el tráfico de drogas y contra la corrupción, los distintos procesos
de integración, los esfuerzos para mejorar el acceso a la educación, para combatir
el desempleo y para reducir desigualdades en la distribución de las rentas, son índices
que se han de destacar con satisfacción. Si estos progresos se consolidan, podrán
contribuir de manera determinante a vencer la pobreza que aflige a vastos sectores
de la población y aumentar la estabilidad institucional. Al tratar sobre las elecciones
que se han tenido el año pasado en varios países, conviene subrayar que la democracia
está llamada a tener en cuenta las aspiraciones del conjunto de los ciudadanos, a
promover el desarrollo en el respeto de todos los miembros de la sociedad, según los
principios de la solidaridad, de la subsidiariedad y de la justicia. Sin embargo,
conviene ponerse en guardia frente al riesgo de un ejercicio de la democracia que
se transforme en dictadura del relativismo, proponiendo modelos antropológicos incompatibles
con la naturaleza y la dignidad del hombre. Mi atención se dirige muy especialmente
hacia algunos países, en particular Colombia, donde el largo conflicto interno ha
provocado una crisis humanitaria, sobre todo por lo que se refiere a las personas
desplazadas. Se deben hacer todos los esfuerzos necesarios para pacificar el país,
para devolver las personas secuestradas a sus familias, para volver a dar seguridad
y una vida normal a millones de personas. Tales señales darían confianza a todos,
incluso a los que han estado implicados en la lucha armada. Nuestra mirada se dirige
a Cuba. Con el deseo de que cada uno de sus habitantes pueda realizar sus aspiraciones
legítimas en favor del bien común, permitidme que retome la llamada de mi venerado
Predecesor: «Que Cuba se abra al mundo y el mundo a Cuba». La apertura recíproca con
los demás países redundará en beneficio de todos. No lejos de allí, el pueblo haitiano
vive todavía en una gran pobreza y en la violencia. Formulo mis votos para que el
interés de la comunidad internacional, manifestado entre otras iniciativas por las
conferencias de donantes que tuvieron lugar en 2006, lleve a la consolidación de las
instituciones y permita al pueblo convertirse en protagonista de su propio desarrollo,
en un clima de reconciliación y concordia.
Asia presenta,
ante todo, unos países caracterizados por una población muy numerosa y un gran desarrollo
económico. Pienso en China y en la India, países en plena expansión, deseando que
su presencia creciente en la escena internacional conlleve beneficios para sus propias
poblaciones y para las otras naciones. Igualmente, formulo votos por Vietnam, recordando
su reciente adhesión a la Organización Mundial del Comercio. Mi pensamiento se dirige
a las comunidades cristianas. En la mayor parte de los países de Asia se trata a menudo
de comunidades pequeñas, pero vivas, que desean legítimamente poder vivir y actuar
en un clima de libertad religiosa. Éste es un derecho primordial y al mismo tiempo
una condición que les permitirá contribuir al progreso material y espiritual de la
sociedad, actuando como elementos de cohesión y concordia.
En
Timor Oriental, la Iglesia católica se propone seguir ofreciendo su contribución,
en particular en los sectores de la educación, de la sanidad y de la reconciliación
nacional. La crisis política sufrida por este joven Estado, así como por otros países
de la región, evidencia una cierta fragilidad de los procesos de democratización.
Peligrosos focos de tensión se fraguan en la Península de Corea. Debe perseguirse
en el marco de la negociación el objetivo de la reconciliación del pueblo coreano
y la desnuclearización de la Península, que tantos efectos beneficiosos tendría en
toda la región. Conviene evitar los gestos que puedan comprometer las negociaciones,
sin condicionar por ello a sus resultados las ayudas humanitarias destinadas a las
capas más vulnerables de la población norcoreana.
Quisiera
llamar vuestra atención sobre otros dos países asiáticos que son motivo de preocupación.
En Afganistán, es necesario deplorar, a lo largo de los últimos meses, el aumento
notable de la violencia y los ataques terroristas, que dificultan el camino hacia
una salida de la crisis gravando pesadamente sobre las poblaciones locales. En Sri
Lanka, el fracaso de las negociaciones de Ginebra entre el Gobierno y el Movimiento
Tamil ha supuesto una intensificación del conflicto, que provoca inmensos sufrimientos
entre la población civil. Sólo la vía del diálogo podrá garantizar un futuro mejor
y más seguro para todos.
Oriente Medio es fuente
también de grandes inquietudes. Por eso quise enviar una carta a los católicos de
la región con motivo de la Navidad, para expresar mi solidaridad y mi proximidad espiritual
con todos, y para animarles a continuar con su presencia en la región, con la certeza
de que su testimonio será una ayuda y un apoyo para un futuro de paz y fraternidad.
Renuevo mi urgente llamada a todas las partes implicadas en el complejo tablero político
de la región, con la esperanza que se consoliden las señales positivas, entre Israelíes
y Palestinos, verificadas durante las últimas semanas. La Santa Sede no se cansará
nunca de repetir que las soluciones armadas no conducen a nada, como se ha visto en
el Líbano el verano pasado. El futuro de este país pasa necesariamente por la unidad
de todos los que lo integran y por las relaciones fraternas entre los diferentes grupos
religiosos y sociales. Éste es un mensaje de esperanza para todos. No es posible tampoco
contentarse con soluciones parciales o unilaterales. Para poner fin a la crisis y
a los sufrimientos que ocasiona en las poblaciones, es necesario proceder según un
enfoque global, que no excluya a nadie en la búsqueda de una solución negociada y
que tenga en cuenta las aspiraciones y los legítimos intereses de los distintos pueblos
implicados; en particular, los Libaneses tienen derecho a ver respetadas la integridad
y la soberanía de su país; los Israelíes tienen derecho a vivir en paz en su Estado;
los Palestinos tienen derecho a una patria libre y soberana. Si cada uno de los pueblos
de la región ve sus aspiraciones tomadas en consideración y se siente menos amenazado,
se reforzará la confianza mutua. Esta misma confianza aumentará si un país como Irán,
especialmente en lo que concierne a su programa nuclear, acepta dar una respuesta
satisfactoria a las legítimas preocupaciones de la comunidad internacional. Los pasos
dados en este sentido tendrán sin duda alguna un efecto positivo para la estabilidad
de toda la región, y en particular de Iraq, poniendo fin a la espantosa violencia
que ensangrienta este país y ofreciendo la posibilidad de relanzar su reconstrucción
y la reconciliación entre todos sus habitantes.
Un
poco más cerca, en Europa, nuevos países de larga tradición cristiana como Bulgaria
y Rumania, han entrado en la Unión Europea. Al prepararnos para celebrar el cincuenta
aniversario de los Tratados de Roma, se impone una reflexión sobre el Tratado constitucional.
Deseo que los valores fundamentales que están a la base de la dignidad humana sean
protegidos plenamente, en particular la libertad religiosa en todas sus dimensiones,
así como los derechos institucionales de las Iglesias. Al mismo tiempo, no se puede
hacer abstracción del innegable patrimonio cristiano de este continente, que contribuyó
ampliamente a modelar la Europa de las Naciones y la Europa de los pueblos. El cincuenta
aniversario de la insurrección de Budapest, celebrado en el mes de octubre pasado,
nos ha recordado los acontecimientos dramáticos del siglo XX, incitando a todos los
Europeos a construir un futuro libre de toda opresión y de todo condicionamiento ideológico,
a establecer vínculos de amistad y fraternidad, y a manifestar solicitud y solidaridad
hacia los más pobres y pequeños; del mismo modo, es importante superar las tensiones
del pasado, promoviendo la reconciliación a todos los niveles, ya que sólo ésta es
la que permite construir el futuro y favorecer la esperanza. Pido también a todos
los que en el continente europeo son tentados por el terrorismo, que cesen toda actividad
de este género, ya que tales comportamientos, que hacen prevalecer la violencia ciega
y provocan el miedo en la población, constituyen una vía sin salida. Pienso también
en los distintos "conflictos congelados", deseando que encuentren rápidamente una
solución definitiva, así como en las tensiones recurrentes vinculadas hoy sobre todo
a los recursos energéticos.
Deseo que la región de
los Balcanes alcance la estabilidad que todos esperan, de modo particular gracias
a la integración en las estructuras continentales por parte de las naciones que la
componen, así como al apoyo de la comunidad internacional. El establecimiento de relaciones
diplomáticas con la República de Montenegro, que acaba de entrar pacíficamente en
el concierto de las naciones, y el Acuerdo de Base firmado con Bosnia Herzegovina,
son dos signos de la atención constante de la Santa Sede hacia la región de los Balcanes.
Mientras se acerca el momento en que se definirá el estatuto de Kosovo, la Santa Sede
pide a todos los implicados un esfuerzo de sabiduría clarividente, de flexibilidad
y de moderación, para que se encuentre una solución que respete los derechos y las
legítimas expectativas de todos.
Las situaciones
que he mencionado constituyen un reto que nos implica a todos; se trata de un reto
consistente en promover y consolidar todo lo que de positivo hay en el mundo y a superar,
con buena voluntad, sabiduría y tenacidad, todo lo que hiere, degrada y mata al hombre.
Sólo será posible promover la paz si se respeta la persona humana, y sólo construyendo
la paz es como se sentarán las bases de un auténtico humanismo integral. Aquí encuentra
respuesta la preocupación ante el futuro de tantos contemporáneos nuestros. Sí, el
futuro podrá ser sereno si trabajamos juntos por el hombre. El hombre, creado a imagen
de Dios, tiene una dignidad incomparable; es tan digno de amor a los ojos de su Creador,
que Dios no dudó en entregarle a su propio Hijo. Éste es el gran misterio de Navidad,
que acabamos de celebrar, y cuyo clima de alegría se prolonga hasta nuestro encuentro
de hoy. La Iglesia, en su compromiso al servicio del hombre y de la construcción de
la paz, está al lado de todas las personas de buena voluntad, ofreciendo una colaboración
desinteresada. Que juntos, cada uno en su puesto y con sus propios talentos, sepamos
trabajar en la construcción de un humanismo integral, el único que puede garantizar
un mundo pacífico, justo y solidario. Acompaño este deseo con la oración que elevo
al Señor por todos vosotros y vuestras familias, por vuestros colaboradores y por
los pueblos que representáis.