En su primera Audiencia General del 2007, Benedicto XVI pone en guardia contra los
peligros contemporáneos del rechazo de Dios: indiferencia; ateísmo cientificista;
presentación de un Jesús modernizado privado de su divinidad
Miércoles, 3 ene (RV).- En su primera Audiencia General de este 2007, en un ambiente
iluminado aún por el clima de la alegría de la Navidad, Benedicto XVI ha exhortado
a reavivar el compromiso de abrir la mente y el corazón a Jesús, que - «viniendo al
mundo» - ha derramado «con abundancia entre los hombres dones de bondad, misericordia
y amor».
Tras hacer hincapié en que en la Navidad resuena en el mundo entero
el anuncio simple, admirable y conmovedor de que «Dios nos ama», el Papa ha puesto
en guardia contra el misterio del mal y el drama del rechazo de Cristo, que se manifiesta,
también hoy, de distintas formas quizá más subrepticias y peligrosas, que en el pasado:
«Sin embargo, la alegría de la Navidad no nos hace olvidar el misterio del mal – mysterium
iniquitatis - el poder de las tinieblas que intenta oscurecer el esplendor de la luz
divina y, por desgracia, experimentamos cada día, este poder de las tinieblas. En
el prólogo de su Evangelio, proclamado en estos días, el evangelista Juan escribe:
‘La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la han comprendido’ (1,5). Es
el drama del rechazo de Cristo, que, como en el pasado, se manifiesta y se expresa
por desgracia, aún hoy, en tantas formas distintas. Quizá, incluso, más subrepticias
y peligrosas son las formas del rechazo de Dios en la era contemporánea: del rechazo
neto a la indiferencia; del ateísmo cientificista a la presentación de un Jesús, denominado
modernizado, o, más aún, ‘posmodernizado’. Un Jesús hombre, reducido, de distintas
formas, a un simple hombre de su tiempo, privado de su divinidad. O un Jesús talmente
idealizado que parece, a veces, el personaje de un cuento».
Ante esta realidad,
Benedicto XVI ha puesto de relieve la importancia de la esperanza cristiana, exhortando
a acoger al Niño Dios, ante el cual no podemos quedar indiferentes, sino que tenemos
que tomar posición: «Pero Jesús -el verdadero Jesús de la historia es verdadero Dios
y verdadero hombre- y no se cansa de proponer su Evangelio a todos, sabiendo que es
‘signo de contradicción, para que sean desvelados los pensamientos de muchos corazones’,
como profetizó el viejo Simeón (cfr Lc 2, 32-33). En realidad, sólo el Niño que yace
en el pesebre posee el verdadero secreto de la vida. Por ello nos pide que lo acojamos,
que le abramos un espacio en nosotros, en nuestros corazones, en nuestros hogares,
en nuestras ciudades y en nuestra sociedad. Resuenan en la mente y en el corazón las
palabras del prólogo de Juan: ‘A los que lo recibieron, los hizo capaces de ser hijos
de Dios’ (1,12). Tratemos de estar entre los que lo acogen. Ante Jesús no se puede
permanecer indiferentes. También nosotros, queridos amigos, debemos tomar posición
continuamente».
Escuchemos el resumen que de su catequesis ha hecho el Santo
Padre en español para los peregrinos de nuestra lengua presentes en la audiencia:
“Queridos hermanos
y hermanas: Llenos de alegría todavía por el nacimiento del Redentor, seguimos meditando
delante del pesebre en el que yace el Hijo de Dios, con el estupor y el humilde abandono
de la Virgen María. En el niño de Belén, se manifiesta a todos la infinita bondad
de Dios, y cada uno de nosotros se siente amado por Él. Éste es el mensaje de la Navidad
al mundo: “Dios nos ama”. En Jesús, el Padre celestial ha inaugurado una nueva relación
con nosotros; nos ha hecho “hijos en el mismo Hijo”. La alegría de la Navidad, sin
embargo, no nos hace olvidar el misterio del mal que intenta oscurecer el esplendor
de la luz divina. Se trata del drama del rechazo de Cristo, que se expresa de modos
muy diversos. Sin embargo, sólo el Niño que yace en el pesebre posee el verdadero
secreto de la vida. Por eso nos pide que lo acojamos en nuestros corazones, en nuestras
casas y ciudades, como han hecho a lo largo de la historia tantos hombres y mujeres
que, siguiendo el ejemplo de los pastores y de los Magos, pero sobre todo de María
y José, han creído en el misterio de la Navidad, transformando su vida en fuente de
luz y de esperanza. Saludo cordialmente a los visitantes de lengua española, venidos
de Latinoamérica y de España. En especial, saludo al grupo de jóvenes de la diócesis
de Gerona y a los peregrinos de Monterrey. Al comienzo de este nuevo año os animo
a abrir vuestra mente y corazón a Cristo, manifestándole sinceramente la voluntad
de vivir siempre como sus verdaderos amigos. ¡Feliz Año Nuevo!”
Como siempre
el Santo Padre antes de finalizar la audiencia se ha dirigido a los jóvenes, a los
enfermos y a los recién casados. A vosotros, queridos jóvenes, os deseo que sepáis
considerar cada día como un don precioso de Dios. Que el nuevo año os traiga a vosotros,
queridos enfermos, consuelo y alivio en el cuerpo y en el espíritu. Y a vosotros,
queridos recién casados, imitando a la sagrada Familia de Nazaret, esforzaos para
construir cada día una auténtica comunión de amor.