Miércoles, 27 dic (RV).- En este último programa del año dedicado a la cultura y al
humanismo profundizamos sobre una gran figura que representa estos dos valores, estamos
hablando de san Juan evangelista, cuya festividad celebramos hoy.
Recordando
las palabras pronunciadas por Papa Benedicto XVI durante su audiencia general del
9 de agosto de este año, sacaremos a la luz en estos minutos de programa los valores
esenciales de este discípulo de Cristo que centró su vida en la propagación del “Dios
es amor”. Precisamente el amor, siendo un tema característico de los escritos de
san Juan, fue el valor que el propio Pontífice quiso destacar en su primera Encíclica,
que como recordarán lleva como título "Dios es amor” (Deus caritas est), porque
“quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él" (1 Jn 4, 16).
Como
recordaba el propio Benedicto XVI, san Juan no hace un tratado abstracto, filosófico,
o incluso teológico, sobre lo que es el amor, porque no es un teórico. Él habla del
verdadero amor, el que por su naturaleza nunca es puramente especulativo, sino que
hace referencia directa, concreta y verificable, a personas reales. Pues bien, san
Juan, como Apóstol y amigo de Jesús, nos muestra cuáles son los componentes, o mejor,
las fases del amor cristiano. Este amor cristiano no atribuye cualidades divinas a
un amor genérico, sino que va directamente a Dios, para definir su naturaleza con
la dimensión infinita del amor. De esta forma san Juan quiere decir que el elemento
esencial constitutivo de Dios es el amor y, por tanto, que toda la actividad de Dios
nace del amor y está marcada por el amor: todo lo que hace Dios, lo hace por amor
y con amor, aunque no siempre podamos entender inmediatamente que eso es amor, el
verdadero amor.
Llegados a este punto, y como instaba el propio Benedicto XVI,
es indispensable dar un paso más y precisar que Dios ha demostrado concretamente su
amor al entrar en la historia humana mediante la persona de Jesucristo, encarnado,
muerto y resucitado por nosotros. El amor de Jesús por nosotros ha llegado hasta el
derramamiento de su sangre por nuestra salvación.
Dice San Jerónimo que cuando
San Juan era ya muy anciano se hacía llevar a las reuniones de los cristianos y lo
único que les decía siempre era esto: "hermanos, ámense los unos a otros". Una vez
le preguntaron por qué repetía siempre lo mismo, y respondió: "es que ese es el mandato
de Jesús, y si lo cumplimos, todo lo demás vendrá por añadidura".
Nos quedamos
pues con este mensaje de san Juan, de cara al próximo año, “amémonos los unos a los
otros”, para evitar que el 2007 sea un año con guerras, con incomprensiones, trabajemos
para hacer llegar este mensaje a toda la humanidad, una humanidad que cada vez tiene
más necesidad de amor, amémonos pues como Jesús nos enseñó.